sábado, 21 de marzo de 2009

LUIS Donaldo Colosio: La gracia de la muerte



Era la tarde del 23 de marzo del año de 1994. La ciudad de Tijuana recibía a un candidato que entonces "hacía campaña" por su partido. El candidato en cuestión era ni mas ni menos que un nativo de la vecina entidad de Sonora: Luis Donaldo Colosio Murrieta. Partido que lo postulaba: el oficial, el que en ese entonces tenía aun el control, el conteo y la organización de las elecciones (a pesar de las reformas electorales que le habían obtaculizado ese control): el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La agenda se cumplió esa tarde: Luis Donaldo Colosio recitó un discurso enfrente de sus seguidores (y seguramente también, de los acarreados que el partido proporcionaba cada seis años al siguiente presidente, que competía contra otros en condiciones ventajosas). Luis Donaldo Colosio bajó del lugar desde donde divisaba a su público y comenzó a mezclarse con la multitud, que lo vitoreaba como su seguro presidente. Luis Donaldo Colosio saludaba de mano a sus seguidores. De pronto, un disparó sonó, y el candidato cayó al suelo herido. Otro disparo sonó, y Luis Donaldo estaba tirado manchado de sangre. Su seguridad lo recogió y se lo llevó a un hospital, donde esa misma tarde falleció. También, su seguridad detuvo al presunto asesino material: Mario Aburto Martínez, un mecánico de 23 años de edad.

Esa noche, murió un candidato que hubiera sido presidente (ganara con las buenas o con las malas artes de su partido). Pero en cambio, de la gracia de la muerte, nació un mito: el de Luis Donaldo Colosio héroe de la democracia y para algunos, víctima del salinismo.

Pero ¿De verdad Luis Donaldo Colosio fue un héroe de la democracia como se nos ha presentado? ¿En verdad fue una víctima de los corruptos y del régimen priista? ¿Que había hecho el para merecer esa admiración sin necesidad de que lo mataran?


Porque Luis Donaldo Colosio siempre fue un miembro del régimen del que, según la leyenda inventada en torno a el, lo mandó matar. Y si analizamos su biografía, no hay ninguna razón para pensar en el como un luchador de la democracia. Es comprensible que lo admiren y lo quieran los salinistas (y los Salinas) pero ocurre que a Luis Donaldo Colosio lo han tomado como un símbolo y un héroe el sector político e intelectual que hoy se define como "antisalinista". Y como ocurre en esos casos, los antisalinistas han hecho circular una leyenda que pone a Colosio como una víctima del salinismo (y no unicamente de algunos sectores del PRI antisalinista).

Según esa leyenda, Luis Donaldo Colosio era un miembro honesto del PRI que se oponía al salinismo y quería la democracia, además de estar en pugna con los corruptos de su partido. El discurso que pronunció cuando fue oficializada su candidatura demostró, a ojos de esos antisalinistas, que Colosio era opositor al autoritarismo de su partido. Fue entonces cuando los priistas, para deshacerse de un candidato que les quitaría sus privilegios, decidieron matarlo con la aprobación de un Salinas como villano principal (y jefe de esos corruptos que, según algunas frases escritas en paredes con pintura, "te tuvieron miedo").

Esa leyenda adolece de muchas fallas y falsedades. En primera, como ya escribí líneas arriba, Luis Donaldo Colosio jamás luchó por la democracia. Se ignora si la hubiera impulsado de llegar a la presidencia, pero lo cierto es que no se encuentra en su biografía ninguna acción que indicara que Luis Donaldo Colosio fuera, hasta ese entonces, enemigo del PRI y su dictadura perfecta, esa que describiera Mario Vargas Llosa. Por el contrario, hasta 1988 Colosio fue un subordinado gris del grupo de Salinas y un desconocido en el mundo de la política, tanto el oficial como el de oposición. Pero es la parte de su biografía bajo el salinismo donde se demuestra que Colosio ni era enemigo de Salinas, ni tampoco del PRI- Gobierno. Por el contrario, fue con Salinas en la presidencia donde Colosio se benefició politicamente, pues fue en ese sexenio cuando le llegó el turno de ocupar varios puestos que lo hicieron conocido a nivel de presidenciable. En uno de esos puestos, el de presidente del PRI, Colosio demostró ser leal al gobierno autoritario y represivo del que formaba parte. Como presidente del PRI designado por el presidente, calló ante los fraudes electorales que en ese entonces el salinismo realizaba contra el PRD (partido que curiosamente lo ha elevado al rango de héroe de la democracia) y los fraudes electorales para gobernador en dos entidades: San Luis Potosí y Guanajuato (el primer caso contra el doctor Salvador Nava y el segundo contra el PAN y su candidato, Vicente Fox Quezada). Fraudes que tuvieron que dar marcha atrás, el primero gracias a la popularidad del doctor Nava y a su insurgencia cívica y electoral, y el segundo debido a los señalamientos del influyente periódico estadounidense Wall Street Journal (recuérdese que Salinas aspiraba a lograr la aprobación en el congreso de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y un fraude electoral hubiera dejado mal parada la imagen del salinismo). Fue Salinas el que procedió a dejar de lado el fraude electoral en los dos casos, y Colosio solo cumplió órdenes al aceptar la situación (como buen priista que era).

Como se puede ver, Colosio era el candidato de Salinas y del PRI- Sistema. Las críticas que pronunciara en su discurso de oficialización de su candidatura era en realidad parte del ritual de campaña del PRI y su candidato. Es que si algo de extraño tuvo esa dictadura sui generis del PRI, era el hecho de que cada seis años los candidatos oficiales prometían acabar con todo lo malo que había en el país. Es decir, con todo lo malo que el PRI había generado. En todos los países el candidato del partido en el poder promete continuar con el modelo de gobierno de su partido, pero en el México del PRI, el candidato oficial se entregaba a discursos donde atacaba la corrupción, la injusticia social y otros males que asolaban al país, y esto sin que el PRI rompiera con el. Pero había un límite, y ese era que el candidato del PRI (y seguro presidente de México), enaltecía la figura de su antecesor, el presidente saliente, el hombre al que le debía la candidatura (y por tanto, su ascenso como presidente del país y jefe del sistema). Ese discurso de crítica de Colosio no fue nada que no hubiera hecho antes, en su momento, el mismo Salinas, o Miguel de la Madrid (recuérdese el lema "renovación moral de la sociedad", que el candidato de la Madrid lanzara como slogan de campaña y que hacía alusión a la corrupción que el gobierno de José Lopez Portillo generó). Y antes que ellos, Lopez Portillo había prometido acabar con los males que su partido había creado, y lo mismo había hecho Echeverría, y así lo hicieron los candidatos presidenciales del PRI anteriores. Hoy, casi todos los mexicanos recuerdan, del discurso de Colosio, aquellas memorables palabras de "yo veo un México con hambre y sed de justicia", entre otras frases memorables, pero ya casi nadie recuerda una de las partes de su discurso, donde hace gala de su salinismo y su pertencia al régimen que, según los antisalinistas, lo mandó matar. Esa parte del discurso dice así: "Mi reconocimiento al presidente de la modernización de México, el de la mueva mentalidad, el que construyó la nueva presencia de México en el mundo. Mucho me enorgullece haber servido al lado del presidente Carlos Salinas de Gortari".

Esta parte de su discurso es importante. El estudio de su biografía también lo es, para acabar con el mito del antisalinismo de Colosio y esa idea absurda de que Salinas estuvo implicado en su asesinato. Mas bien, el asesinato de Colosio, si no fue obra de un loco solitario, fue obra de sectores antisalinistas dentro del régimen y el partido. Mucho se ha señalado la posible participación de miembros del TUCAN (Todos Unidos Contra Acción Nacional, aquella organización que el priismo mas turbio de Baja California formó contra el PAN cuando este partido pasó a gobernar la entidad, y que sentía descontento contra salinas, al que acusaban de entregar la entidad a la "ultraderecha"). También se ha señalado al narcotráfico como posible autor del atentado. Según algunos estudiosos del caso, el cártel de Tijuana, que había padecido cierta persecución de la federación debido a la necesidad del gobierno salinista de proyectar en el extranjero una imagen de combate al crimen, pudiera estar implicado como amenaza y advertencia de que si se lo proponía, podía desestabilizar el país.

Desde Luego, estas son conjeturas, que pueden ser ciertas o falsas, pero una cosa es claro: Colosio no fue asesinado por instigación de Salinas, ni fue una víctima del régimen. Ni mucho menos, un luchador de la democracia. Su imagen se agrandó con su asesinato, a proporciones que no merece. Si acaso el crimen fue político, es seguro que provino de sectores del mismo régimen priista que percibían en Salinas y en el salinismo mas destacado, del que Colosio era parte, una amenaza a sus privilegios. Sectores del PRI que querían preservar el régimen de partido hegemónico, pero sin Salinas y sus acólitos en el puesto de mando, y sin algunas políticas que esos sectores veían como una amenaza a sus intereses: reformas electorales que reducían el control del PRI en las elecciones, reconocimiento de victorias a la oposición (sobre todo del PAN) en elecciones estatales, y sobre todo, reformas económicas. El homicidio de Colosio, mas que eliminar a un demócrata, lo que se pretendía mas bien era eliminar a un salinista destacado, discípulo de un presidente que solo concedió reformas electorales democratizadoras y victorias a la oposición en gubernaturas cuando ya no había mas remedio, cuando la oposición ya estaba socavando a traves de protestas callejeras el sistema autoritario de gobierno, y ante la posible presión internacional, pero que seguía negándose a conceder independencia total del gobierno a los órganos electorales y que a fin de cuentas pretendió que el PRI siguiera dominando al gobierno y a la política mexicana de manera autoritaria, al mismo tiempo que pretendía un sistema económico mas o menos liberal.



P. S: Es irónico que a Luis Donaldo Colosio, sin haber luchado jamás por la democracia, se le recuerde como un héroe de la democracia, y que su homicidio haya generado tantos libros, artículos, reportajes televisivos, letreros que recuerdan su tragedia, y otras tantas cosas mas. Pero mientras este hombre, sin tantos merecimientos como presume la leyenda que se ha formado en torno a el, es celebrado, admirado y recordado, otro hombre, este si verdadero héroe de la democracia, es ignorado y mantenido en el olvido. Ese hombre al que me refiero, y que tuvo mayores méritos que Colosio, se llamó en vida Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, apodado el "Maquío". Este hombre si es un verdadero héroe de la democracia, que merece mas libros, artículos, análisis, reportajes en televisión y celebridad de la que tiene Colosio. Irónicamente, mientras a Colosio lo celebran, al Maquío la intelectualidad, los medios y los políticos lo ignoran. Incluso, cuando se habla del fraude del 88 se le cita de pasada (lo mismo que el papal que desempeñó), y en cambio, se enaltece a otro desmerecedor de ese título de "héroe de la democracia": Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, un priista mas, como Colosio, que solo se separó del régimen cuando no le tocó el beneficio del dedazo. Es a hombres como Clouthier a quien deberíamos de honrar en un monumento a la democracia. Es la figura de este hombre la que deberíamos de hacer célebre.

2 comentarios:

  1. Me gustaría saber más sobre el tema, me gusta su punto de vista. Me identifico con mi cuenta Google, estoy empezando a aprender del tema.

    ResponderBorrar
  2. hola, ya había comentado en el post- sobre la grandeza Mexicana, y me parece muy interesante el sentido critico como abordas todos los temas y tratas de aclarar las distorsiones en la historia. Estoy empezando a incursionar en el mundo de la oratoria y el debate publico asi que estoy tratando de desarrollar mi sentido critico y bases de argumentacion, si tuvieras algunos buenos libros que me pudieras recomendar o incluso pasar te lo agradeceria mucho.

    ResponderBorrar