domingo, 17 de octubre de 2010

ACERCA de un gran intelectual peruano






Hace cosa de menos de un mes, recibí una noticia que me alegró bastante, y que considero que es un gran acto de justicia política, social e intelectual: Mario Vargas Llosa, intelectual, novelista y escritor peruano nacionalizado español recibió el tan ansiado Premio Nóbel de Literatura. La noticia es de alegrarse considerando la figura de este hombre que ha sido famoso desde hace más de cuatro décadas, y además, si conocemos el largo tiempo que ha debido pasar para que su nombre figurara en las listas de los premiados por ese prestigiado galardón. Y es que en la literatura y las ciencias, el Premio Nóbel es algo así como el Oscar en el cine.

Mario Vargas Llosa. Un nombre que muchos conocemos (no solo los latinoamericanos), a pesar de no haber sido leido por casi todos los que saben de su existencia y de que es un literato aclamado y reconocido, con o si el Nóbel. Un hombre del que muchos escuchan y repudian sin saber realmente cual es su pensamiento.

Y es que Mario Vargas Llosa es un intelectual liberal. De esos que defiende el libre mercado, las libertades morales y religiosas, y además, los derechos humanos y la democracia. Un hombre que está contra todos los fanatismos (ideológicos, religiosos y nacionalistas). Un hombre que sin dejar de ser un patriota peruano, no confunde el amor a su país con el nacionalismo, esa ridícula y excluyente ideología que tanto daño ha causado en los siglos XVIII, XIX, XX y XXI. Un hombre que señala las cosas como son, que defiende puntos de vista considerados políticamente incorrectos, que no tiene pelos en la lengua para llamar pan al pan y vino al vino. Un hombre que no padece el síndrome de la incongruencia, como tantos intelectuales latinoamericanos y en general del Tercer Mundo que por un lado denostan a las dictaduras de "derecha" al mismo tiempo que siguen enamorados de Fidel Castro y otros dictadores de "izquierda". Mario Vargas Llosa, como señaló en reciente columna Jorge Fernández Menéndez, no es "el escritor que se regodea y fuma sus habanos con los Castro o sus clones menores que pululan por el continente".

Por ese y otros motivos, Vargas Llosa ha sido odiado, vilipendiado y hasta calumniado por esos escritores que cómodamente, en medio de lujos capitalistas y viviendo en los "infiernos" del mundo libre, se declaran comunistas, socialistas y representantes académicos de los trabajadores y campesinos, a pesar de que lo que tienen y gozan no podrían obtenerlo los campesinos y trabajadores de Cuba y esos "paraisos socialistas" por los que declaran amor. A Mario Vargas Llosa los intelectuales de la seudorevolución populista lo han calumniado llamándolo "conservador", "reaccionario" y además, "neoliberal" (y con este último calificativo muestran ellos su escaso conocimiento y su contradicción evidente al juntar esa palabra con las otras dos). Dicen que las personas juzgan de acuerdo a su condición. Quizá no siempre sea así, pero en la mayoría de los casos lo es. Como los intelectuales que defienden al autócrata de Cuba si defienden a dictaduras, ellos, en su escaso análisis, creen que los que se oponen a sus dictaduras aman a las otras. Para ellos, no ser castrista o maoista es ser pinochetista, hitleriano o franquista. Hasta se ha llegado al colmo de la idiotez política al decir que si Mario Vargas Llosa hubiera ganado la presidencia de Perú, la nación del antiguo imperio inca tendría por símbolo la svastica nazi. Una total mentira y una conclusión ilógica. Mario Vargas Llosa es un hombre que defiende la democracia, y que se opone a todas las dictaduras. Un hombre liberal, totalmente opuesto a una ideología antiliberal como lo es el nazismo. Pero dejemos estas consideraciones a los socialtotalitarios intelectuales del izquierdero.

A lo que hay que centrarnos, es a la noticia del Premio Nóbel. Una noticia que llega en un buen momento. En horabuena.

lunes, 4 de octubre de 2010

TLATELOLCO y el 2 de octubre: entre el mito y la historia











El pasado sábado 2 de octubre, se cumplieron 42 años de un suceso trágico en la historia contemporánea mexicana: la masacre de Tlatelolco, hecho ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad Habitacional Nonoalco- Tlatelolco, en la Ciudad de México. El suceso ocurrió el 2 de octubre de 1968, a diez días antes del inicio de los XIX Juegos Olímpicos en la Ciudad de México y dos meses después de haber iniciado un movimiento estudiantil que sacudió a la nación y cuestionó a gran escala la falta de libertades y la represión política del México alemanista de los años sesenta.


Los sucesos de Tlatelolco fueron divulgados al público de varios países, y en México se convirtió en un referente de la represión vivida en el país durante el largo régimen autoritario del siglo XX. Generalmente son los sucesos de Tlatelolco los que más se recuerdan cuando se habla de la situación política del México del siglo pasado, a pesar de otros sucesos de represión que también ocurrieron en ese contexto histórico, como la matanza contra manifestantes políticos en San Luis Potosí en 1961, la represión contra maestros de primaria y ferrocarrileros en 1959, la masacre de Chilpancingo el 30 de diciembre de 1960, la matanza de León el 2 de enero de 1946, la del 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México, las desapariciones forzadas en los años setenta o el asesinato de líderes y activistas campesinos en esa misma década.


Para entender lo que pasó en Tlatelolco el 2 de octubre de aquel lejano año, es necesario entender el contexto histórico que dio lugar a los acontecimientos, o por lo menos, a la forma como derivaron. En 1968, hacía poco mas de medio siglo de que había iniciado el movimiento revolucionario de 1910, que terminó con la destrucción del México porfirista y el derrocamiento de la clase política y oligárquica que gobernaba al país en los albores del siglo XX. Después de un breve período de gobierno democrático bajo la administración de Francisco I. Madero y una breve restauración del régimen prerrevolucionario bajo la mano militar de Victoriano Huerta, la revolución terminó imponiéndose, o por lo menos la facción revolucionaria que había tomado el poder tras la huida de Huerta en 1914. Durante mas o menos quince años después de 1914, la facción revolucionaria que tomó el poder tuvo períodos de enfrentamientos internos, que incluso terminaron con el asesinato de un presidente, Venustiano Carranza, justamente el líder de esa facción cuando la lucha contra Victoriano Huerta. Sin embargo, para 1929, el dominio de la clase política surgida de la revolución estaba consolidado, las divisiones internas estaban superándose y el régimen estaba consolidándose. En 1929, por iniciativa del Jefe Máximo de la revolución y del régimen emanado de ella (Plutarco Elías Calles), se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), que fungiría como una especie de "Secretaría Electoral del Gobierno" para regular las reglas de la lucha electoral y de los repartos de los puestos públicos entre los miembros de la Gran Familia Revolucionaria, esto a espaldas de las masas populares y en las altas esferas del gobierno.

En 1968, el régimen emanado de la revolución estaba en pleno auge. Sin embargo, este se había transformado a lo largo de los años. De ser un régimen militar y caudillista no muy diferente de muchos de los que abundaban al sur del Suchiate, a lo largo de los años treinta y cuarenta, el régimen evolucionó hacia tendencias civilistas, en donde los militares estaban subordinados a las instituciones y eran parte del sistema, pero no los amos del gobierno. Y se había transformado también en un régimen presidencialista, en donde la lealtad a una institución, la Presidencia, estaba por encima de la sumisión a un dictador o caudillo. El jefe del sistema y gobernante de México era sustituido por otro cada seis años, en un proceso electoral en el que el partido oficial, el anterior PNR que se había transformado en 1938 en Partido de la Revolución Mexicana y en 1946 en Partido Revolucionario Institucional (PRI), era no solo un participante más en las elecciones, sino también el que contaba los votos, controlaba las instituciones electorales y contaba con facilidades enormes para cometer fraude electoral en las ocasiones que lo ameritaban. Un régimen autoritario de tendencia civil y fachada democrática que sería bautizado con diferentes nombres como la dictadura orgánica por José Fuentes Mares; la dictadura institucional por varios politólogos; el PRI- Gobierno o PRI- Sistema por sus críticos o el mas moderno y conocido de la dictadura perfecta por Mario Vargas Llosa.


El PRI contaba también con la ventaja del voto dividido. Existían elecciones en todos los niveles de gobierno. Se hacían para "elegir" al Presidente, a los gobernadores de los estados, a los presidentes municipales y a los presidentes seccionales. Los ejidos, tierras agrarias colectivas, elegían a los comisarios sin necesidad de partidos y por medio de elecciones de voto abierto, en donde los caciques contaban con la ventaja del miedo y la intimidación contra los incomformes. En las elecciones para puestos de "elección popular", el PRI contaba, además de las ventajas ya mencionadas, con la ayuda de partidos paleros o satélites, que apoyaban a los candidatos priistas o servían para dividir a la oposición real y restarle votos. También para difamar a la oposición creando rumores y caluminas contra los candidatos oponentes. Entre los ejemplos de este tipo de partidos está el denominado Partido Popular Socialista (PPS) fundado por Vicente Lombardo Toledano en 1948. Incluso, existió un partido político "opositor" fundado en la Secretaría de Gobernación, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). Mientras tanto, partidos realmente opositores como el Partido Comunista Mexicano (PCM) y la Unión Nacional Sinarquista (de tendencia conservadora y franquista) actuaban en la clandestinidad y sin poder participar en las elecciones, debido al carácter verdaderamente opositor y de claras tendencias radicales. En cambio, el Partido Acción Nacional (PAN), de carácter moderado tanto en su ideología de centroderecha como en su actuación, podía participar en las elecciones, y le servía al gobierno para proyectar una imagen de "revolucionario" enfrentada a la "derecha" heredera de los conservadores del siglo XIX y de los restos del porfirismo. El PAN enfretaba no solo al PRI, sino también a todo el régimen junto, y no las llevaba consigo. Aparte de no recibir dinero del presupuesto (como lo recibía a raudales el PRI y sus aliados), aparte de no poder utilizar a los medios electrónicos y de recibir hostigamiento durante la campaña, el PAN enfrentaba la dificultad de seleccionar representantes de casillas, y eso tanto por el temor de algunos como por las dificultades que la misma ley electoral imponía. Eso sin contar el fraude electoral que en no pocas ocasiones, sobre todo en elecciones municipales y para diputados, le arrebataban el triunfo. Sin embargo, el régimen impuso un sistema autoritario en donde en raras ocasiones y para guardar las apariencias, se permitía la llegada de panistas a administraciones municipales, o la inclusión de algunos diputados panistas, tanto en los congresos estatales como en la propia cámara baja del congreso federal. Como se ve, Luis González de Alba, uno de los líderes del movimiento del 68, tiene razón al afirmar que la revolución mexicana (o el régimen emanado de ese movimiento) era más generoso y democrático que el que se impuso en Cuba con la revolución de Fidel Castro, que todavía al comenzar la segunda década del siglo XXI no permite la llegada de opositores a puestos públicos ni siquiera en administraciones locales.

El caudillismo y la figura del dictador eran inexistentes en el México de los años sesenta. En su lugar, como ya se explicó líneas arriba, estaba la figura de un Presidente de la República que elegía a su sucesor, a los gobernadores y a no pocos senadores y diputados federales. Los gobernadores imponían a la mayoría de los diputados locales y a los presidentes municipales (excepto en casos donde se reconocía el triunfo de un panista, estos funcionarios municipales eran empleados fieles a los gobernadores). El autoritarismo era institucional en el México de la posguerra, pero en muchos municipios (sobre todo varios rurales y atrasados) gobernaban caciques; hombres fuertes que controlaban a sus localidades por medio de la violencia de pistoleros, del control de la economía en su región y de la protección de los gobernadores. El autoritarismo personalista subsistía en el México rural, el de los pueblos, villas y rancherías pequeñas, atrasadas y analfabetas.

La represión y la censura no solo existía en el México de los años sesenta en la política. También en el arte y en la vida social y cultural. El régimen priista (que llegó al poder antes de la fundación del partido que le dio ese nombre) nunca tuvo tentaciones totalitarias ni nada por el estilo. Nunca creo un sistema basado en un control total del pensamiento y de las costumbres, pero si creo un sistema piramidal y autoritario, en donde el partido oficial no solo tenía el control de las elecciones, los sindicatos oficiales y legalizados y el poder judicial, sino también ejercía un férreo control en la educación primaria y secundaria (por medio de la historia patria, los planes de estudio y a partir de 1959 de los libros de texto obligatorios, gratuitos y únicos), de los medios electrónicos y en cierto grado de la prensa, la cultura y las costumbres sociales. Los conciertos de rock estaban prohibidos y los lugares donde esta música se tocaba eran constantemente clausurados, además de que las personas que estaban en el local eran detenidas y llevadas a la delegación, en donde se les encarcelaba y se les soltaba después del discurso moralizante en donde la dignidad de la persona quedaba pisoteada por las autoridades, como lo describe José Agustín en un libro sobre el México de los años 1940- 1970, y como lo reflejan dos populares películas de Cantinflas. La revista Playboy era confiscada, aunque se vendía de manera clandestina. La censura en el cine no solo incluía películas de corte político y crítico, como La Sombra del Caudillo, sino que se extendía a escenas de películas consideradas atrevidas o de plano a la total prohibición y exhibición de determinadas cintas. En las calles, la policía detenía a jóvenes que llevaran el cabello largo, o que vistieran con ropas escandalosas e impropias para la moral conservadora. En ciudades medianas, chicas o pueblos la policía detenía o golpeaba constantemente a jóvenes que transitaran por las calles en altas horas de la noche. La llamada paz social limitaba severamente las libertades, sin llegar al autoritarismo militar.


En este contexto se desarrolló el movimiento estudiantil. Un movimiento que comenzó por la indignación de estudiantes de la capital del país ante la brutalidad de la policía en un enfrentamiento entre estudiantes. A fines de julio comenzaron las manifestaciones y los enfrentamientos entre policías y estudiantes. El día 30 de julio, soldados tumbaron de un bazukaso la puerta de un colegio preparatoriano. La violación de la autonomía universitaria indignó al estudiantado y a otros sectores de la clase media. El movimiento se expandió a varias escuelas de la capital (preparatorias y centros de educación superior) y se formó un órgano rector: El Consejo Nacional de Huelga (CNH), con representantes de diversos centros de estudio y profesores. El movimiento tuvo eco en estados del interior. De ser un movimiento local contra la brutalidad policiaca, se transformó a un movimiento de influencia más allá de la Ciudad de México y un fenómeno político. Los estudiantes se rebelaban contra las formas y el autoritarismo social de la época. La libertad, o la idea de libertad fue la demanda principal, y esto se deja sentir en el pliego petitorio. Sin embargo, contra lo que ahora se cree, el movimiento no fue de tendencia democrática. Era libertario, pero nunca plantearon el problema de la falta de democracia electoral. Eso no estaba en su horizonte. La falta de libertades sociales y políticas era consecuencia principalmente de la falta de democracia electoral, y en teoría a esa conclusión debieron llegar los estudiantes que se manifestaron contra el sistema, pero por una extraña razón, nunca llegaron a esa conclusión. Exigían libertades sociales y políticas, pero no pedían nada relacionado con democracia en las instituciones. La democracia electoral estaba alejada de las preocupaciones de la mayoría de los mexicanos. Solo existía esa idea entre los panistas y ciertos intelectuales críticos como Daniel Cossío Villegas. Ese es uno de los mitos que se han creado en torno al movimiento estudiantil.


El movimiento se desarrolló entre julio de 1968 hasta octubre. La represión no se hizo esperar. Comenzó desde agosto de manera destacada. Los medios electrónicos difundían ataques contra los estudiantes. En la versión oficial, el movimiento era una conspiración internacional para provocar desórdenes, sabotear las olimpiadas y tomar el poder. Se acusaba a la CIA, la KGB y otras instituciones secretas. Existían acusaciones de que el movimiento era instigación del comunismo internacional, aunque el sector izquierdista del régimen (PPS) acusaba al imperialismo estadounidense. El movimiento, en la versión de Vicente Lombardo Toledano, era obra de la CIA. El 18 de septiembre, Ciudad Universitaria fue tomada por el ejército y aprehendidos los estudiantes presentes. Entre el 21 y el 24 del mismo mes, la policía y los estudiantes se enfrentaron en Zacatenco, la Vocacional 7 y otros lugares. El 27 de septiembre se convocó a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas.


El Miércoles 2 de octubre el mitin comenzó alrededor de las 5:30, según varias fuentes. La plaza estaba rodeada por soldados, y había policías en el sector. Según algunos testigos, había en el edificio Chihuahua (donde estarían los líderes) personas de guante blanco. Eran los miembros del Batallón Olimpia, formado para reprimir con motivo de las olimpiadas. Los líderes del movimiento habían decidido suspender una marcha al Casco de Santo Tomás. A las 6:10, dos helicópteros dejaron caer luces de bengala en la plaza. Fue entonces cuando según varias versiones, arreciaron los disparos. Al parecer, pistoleros del Batallón Olimpia y agentes de la policía dispararon para dispersar a la multitud y acabar con el mitin, pero los soldados que rodeaban la zona, creyéndose agredidos, dispararon a los edificios. Se produjo una balacera en donde murieron o resultaron heridas varias personas, entre policías, estudiantes y curiosos. La balacera duró varios minutos, y en la noche se produjo otra de menor duración. La policía y el Batallón Olimpia detuvieron a varios líderes, como González de Alba, Gilberto Guevara Niebla, Miguel Eduardo Valle Espinoza "el Buho", Sócrates Amado Campos Lemus y Arturo Martínes Nateras. También hubo detenidos entre los activistas. El ejército ocupó Tlatelolco y la plaza durante algunos meses. Este suceso fue minimizado por el gobierno, la prensa oficialista, la radio y la televisión de la época, pero en cambio, fue exhibido en otros países del mundo por medio de sus agencias noticiosas. El suceso no produjo rebelión general contra el gobierno, e incluso diez días después la XIX Olimpiada fue inaugurada con bombo y platillo, pero la matanza produciría cambios en el país. Además de la literatura que generó, el movimiento influyó en la formación de partidos de izquierda socialista en los setentas y desafíos sociales que abrirían ciertas libertades en las décadas siguientes.


Sin embargo, acerca del movimiento estudiantil persisten algunos mitos. Como el de que era un movimiento de carácter democrático. O también, la idea de que el movimiento estudiantil fue el inicio de la caída del régimen autoritario. Es verdad que el movimiento estudiantil de 1968 impactó en la historia de México, y sin duda generó transformaciones sociales y políticas. Logró abrir un poco los estrechos controles autoritarios para la legalización de partidos opositores de tendencias socialistas y del PCM, amén de vencer hasta cierto punto la falta de libertades en las cuestiones sociales. Pero no fue el inicio del lento proceso de democratización política. Definitivamente, la democratización de México comenzó a partir de los movimientos cívicos y electorales de los años ochenta: Chihuahua 1986, las protestas del 88, el neopanismo en Sonora, Coahuila, Sinaloa y Baja California, los movimientos sociales producto del terremoto del 85 y la lucha por la libertad de expresión de algunos medios impresos durante los años ochenta. El 68 mexicano y Tlatelolco forman parte de un proceso importante de la historia todavía reciente, pero la historia se confunde a menudo con el mito formado en torno a ese episodio. Sería bueno hacer una revisión historiográfica tan profunda como en el caso de la Conquista, la Independencia o la Revolución.