sábado, 14 de julio de 2012

ELECCIONES 2012: Fin del panismo presidencial; regreso del PRI



El domingo pasado, 1 de julio de 2012, se sucedieron las tan esperadas elecciones presidenciales de México. Además, hubo elecciones para elegir senadores, diputados federales y en el Distrito Federal Jefe de Gobierno, representantes y delegados políticos. En cuanto a los estados del interior, en este día hubo elecciones estatales en Guanajuato, Jalisco, Tabasco, Morelos y Yucatán. Las elecciones, según lo anunciado, fueron muy concurridas; el abstencionismo electoral fue derrotado. Fue una jornada pacífica, democrática y participativa. En lo que respecta a la Presidencia, participaron cuatro candidatos: Josefina Vázquez Mota por el gobernante Partido Acción Nacional (PAN); Enrique Peña Nieto postulado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en alianza con el Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM); Andrés Manuel López Obrador, postulado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT) en alianza con otros partidos chicos de izquierda; y finalmente Gabriel Quadri de la Torre, postulado por el partido de la familia Gordillo, el Nueva Alianza. 

En estas elecciones, el ganador fue sin lugar a dudas el PRI (y de alguna manera su aliado). Enrique Peña Nieto ganó las elecciones más vigiladas de la historia nacional, aunque no necesariamente las más competitivas; esas fueron las elecciones de 2006, en las que el triunfador, el actual mandatario Felipe Calderón Hinojosa, ganó por menos de un punto porcentual. A partir del 1 de diciembre de este año, Enrique Peña será el próximo presidente de la República Mexicana. Representa esto el regreso del PRI a los Pinos, después de 12 años de ausencia, y con esto, el estilo corporativista- presidencial de hacer política, aunque esto no quiere decir que sea el regreso de los viejos tiempos; del régimen fundado por Lázaro Cárdenas y finalizado con la reforma electoral de 1996; esto depende del electorado y el pueblo en general. Además, el PRI gana la mayor parte de las senadurías y diputaciones federales (sin lograr mayoría absoluta);   por otro lado, el partido que gobernará por segunda ocasión a México ganó holgadamente las elecciones a Gobernador en Yucatán; recuperó el estado de Jalisco y solo la pérdida de la gubernatura de Tabasco sería la mosca en la sopa. Fue un triunfo contundente y a todas luces, evidente. 

El segundo ganador de estas elecciones fue la dupla PRD- PT y el Partido Convergencia Mexicano. Andrés Manuel López Obrador quedó en segundo lugar nuevamente; y aunque el porcentaje de diferencia respecto del vencedor ya no sea tan cerrado, sin lugar a dudas es un honor. El PRD, además, se convierte en la segunda fuerza electoral mexicana en el congreso, y además, por si fuera poco, ganó de manera rotunda el Distrito Federal; el candidato a Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, obtuvo un triunfo mayor incluso al de Andres Manuel López Obrador hace ya doce años. Y no solo esto; retuvo una entidad y ganó una nueva:  Tabasco. En esta entidad, el ex priista Arturo Núñez será el primer Gobernador no priista de la entidad desde hace ya más de ochenta años. Por otro lado, al PAN le arrebató la gubernatura de Morelos; Graco Ramírez fue el candidato triunfador. El PRD llegó a un lugar en las elecciones que hace unos meses no se esperaba, debido a las crisis que durante este sexenio tuvo que soportar el PRD, y a que hace unos cuantos meses el candidato de las izquierdas estaba en un tercer lugar en cuanto a las preferencias de la ciudadanía. Bien manejado, este capital político puede hacerle sombra al PRI en el sexenio que comienza en diciembre, y hasta podría el PRD llegar a la Presidencia en diciembre de 2018. 

El Partido Nueva Alianza está en un lugar que no podría definirse como de ganador, aunque tampoco de perdedor. No ganó la Presidencia, a pesar de la buena imagen que su candidato dejó desde el primer debate presidencial, pero de alguna manera, y pese a la buena estrella de su candidato, esto era de esperarse en un partido pequeño y de corta historia. Este detalle le quita la categoría de ser el perdedor, aunque haya quedado en el último lugar en votación nacional. Pero existe otro aspecto que hay que tomar en cuenta: Nueva Alianza obtuvo una votación más elevada de la que tradicionalmente se espera para un candidato de un partido pequeño, y además, todos los indicios indican que este partido obtuvo bastante ganancia en lo que se refiere al congreso. Estas elecciones fueron un éxito para el Nueva Alianza, y bien manejado este capital político, podría llevarlo a ser un partido mayor en las siguientes competencias electorales. 

El PAN fue, sin lugar a dudas, el perdedor de las elecciones. De los tres partidos grandes y tradicionales, el PAN quedó en un tercer lugar; esto a pesar de que durante algunos meses antes de la competencia electoral estaba en un segundo lugar. El PAN fue el partido que resultó humillado en esta competencia, y dificilmente podrá recuperarse (no es imposible, como lo demuestra el mismo PRI, que hace seis años fue el perdedor y ahora es el ganador). En la historia posterior quedará la interrogante de cómo fue que una candidata atractiva y fresca perdió puntos porcentuales de votación a lo largo y ancho de la campaña electoral. El PAN deberá hacer un duro examen de conciencia, de reorganización y hasta de crítica interna si quiere quitarse este amargo sabor de boca que le dejaron las elecciones. No solo su candidata; el PAN será la tercera fuerza electoral en el congreso, y para colmo, perdió dos gubernaturas; Jalisco, a manos del PRI, y Morelos, a manos del PRD. En el Distrito Federal su candidata quedó en 15 % de votación, y el único consuelo que le queda al PAN es haber retenido la gubernatura de Guanajuato.

Resultados electorales por entidad federativa


Las elecciones presidenciales se saldaron con un triunfo del PRI a la Presidencia. Esto se refleja en los resultados electorales que hubo en cada entidad. El mapa electoral según la entidad federativa refleja el ascenso y el triunfo del PRI, el avance del PRD y el retroceso y el fracaso del PAN.

Según los resultados, el PRI ganó en 20 entidades de la República: Aguascalientes, Baja California Norte, Baja California Sur, Campeche, Coahuila, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Estado de México, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Yucatán y Zacatecas.

El PRD ganó en 8 entidades federativas, las cuales son las siguientes: Distrito Federal, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco y Tlaxcala.

El PAN, en cambio, solo ganó en 4 entidades: Guanajuato, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz.

El Partido Nueva Alianza obtuvo considerables votos, pero no ganó en ninguna entidad. México, por lo que se puede reflejar, sigue siendo el país de los tres grandes (PRI, PRD y PAN) y el resto, conocida como la chiquillada, aunque el Nueva Alianza pueda consolidarse en el futuro.

Los resultados reflejan los triunfos y los fracasos de los tres grandes partidos. El PRI y el PRD ganaron, respectivamente, el Estado de México y el Distrito Federal, que son las entidades más pobladas de la República Mexicana. Además, entre las entidades ganadas por el PRI además del Estado de México, se ubican algunos en donde existe un considerable número de habitantes: es el caso de Jalisco. Por su parte, el PRD ganó Puebla, en donde se ubica la ciudad capital de Puebla de los Ángeles, una de las más pobladas del país. En cambio el PAN ganó Nuevo León y Guanajuato. Las razones del voto de la gente en cada entidad es seguro que varió de acuerdo a las circunstancias particulares. Es probable que en Nuevo León se tenga la premisa de que la violencia que viven varias entidades del país (entre ellas Nuevo León, siendo un caso trágico de este fenómeno el ataque al casino el año pasado) sea consecuencia de los gobiernos estatales priistas. Quizá se tenga la percepción de que los gobiernos del PRI son cómplices corruptos de los sicarios y grupos del crimen organizado, como los famosos y sanguinarios zetas. Esa puede ser la razón principal del voto por la candidata del gobierno, Josefina Vázquez Mota. En cambio, probablemente en Coahuila y en Chihuahua (otras dos entidades asoladas por la violencia del crimen organizado) se tenga otra percepción: el gobierno del actual mandatario, Felipe Calderón Hinojosa, se lanzó a una guerra contra los narcos sin preparación alguna y de manera inepta, y ello ha traido como consecuencia la violencia, y según esta percepción que refleja gran parte del electorado, el PRI si tiene experiencia para negociar. Estas pueden ser las razones del voto a favor del PRI y de su candidato, el príncipe de Atlacomulco.

El sector poblacional del Distrito Federal y Morelos, en cambio, tienen posiciones distintas. Quizá en el Distrito Federal ganó el PRD gracias a la buena imagen de Marcelo Ebrard, el actual Jefe de Gobierno, y además, a la imagen fresca y moderada de Miguel Ángel Mancera, que ganó por más de 60 % de votación. Ahora bien, tanto para los defeños como para los morelenses, quizá se tenga aun malos recuerdo del pasado, y los blanquiazules no respondieron a sus expectativas. Para ellos, quizá la violencia criminal sea consecuencia de un doble lastre: la corrupción y la complicidad en los gobiernos estatales y varios presidentes municipales priistas y a la torpeza del gobierno de Calderón y el PAN. En fin, en las razones del voto a favor de uno u otro candidato estuvo la percepción y el sentir general de la población de cada entidad   federal.

Diagnosticar la elección presidencial


Respecto al tema de la legitimidad de la elección, ya se han dejado correr voces y opiniones que van desde la franca aprobación sin reservas hasta la abierta descalificación por parte de un candidato (Andrés Manuel López Obrador) y sus seguidores, pasando por la aprobación pero con ciertas críticas al proceso electoral. Este es un tema candente en el debate nacional de estos días. Que tan resistente es el sistema electoral en México para prevenir un fraude electoral o la compra de votos, además de otras ilegalidades, es la pregunta que muchos se hacen, en medio de un conflicto postelectoral que ya estalló, aunque todavía no llegue a su punto culminante.

Desde la reforma política de 1996, México tiene un sistema para prevenir un fraude electoral; es decir, una imposición de un candidato impopular a un puesto de elección popular, aunque en el caso de los niveles municipales, la situación es muy distinta en municipios clasificados como rurales. En varios de estos municipios, tanto el aislamiento respecto de otras poblaciones, o bien, las difíciles comunicaciones con otros municipios, además de la escasa población, la ignorancia y la marginación, aunada a una nula presencia de fuerzas federales y estatales, hacen que el ejercicio de las elecciones sea difícil y esté a merced de las autoridades municipales. Estas condiciones son un caldo de cultivo que favorecen el caciquismo por parte de presidentes municipales, presidentes seccionales, comisarios ejidales u otras autoridades. En estas condiciones, el ejercicio de la participación ciudadana es escasa e inoperante, y es así como el fraude electoral se da de manera totalmente abierta y descarada (en estos casos, el fraude de manera burda o de forma muy disimulada todavía no se conocen; por el contrario, se está en la edad de piedra en la cuestión electoral).

Sin embargo, y pese a estos casos que por supuesto deben preocupar, y que son una herencia de un pasado de régimen autoritario que no solo compete al régimen del PRI- Sistema (aunque las formas del PRI sean las usadas debido a la cercanía respecto a esta época) una cosa es un hecho: ya no es posible, en los municipios más poblados, además de varios municipios urbanos, realizar un fraude electoral en varias casillas, de una manera tal que la elección sea decidida por estos medios, con el objetivo de imponer a un candidato (o candidata) impopular y repudiado. Y menos es posible esto a nivel estatal o federal. Sin embargo, lo que si es un hecho es que esto no significa que en la elección no puedan ocurrir serias ilegalidades o actos que si bien en sí no son formas de imposición, si, en cambio, están prohibidas por la ley y por lo tanto, son ilegales. Una de estas acciones, quizá la más antigua y famosa, es la compra de votos; esto se da mediante una operación en la que mediadores u operadores de un partido político escogen a un número determinado de habitantes marginados, posteriormente se les ofrece dinero u otras cosas como kilos de frijol y maíz, entre otras cosas, con la condición de que los que reciban esos regalos que sin duda necesitan dada su situación económica y social, vayan a votar a favor del candidato para el que los mediadores trabajan. Es decir, se crea una forma de compraventa: el mediador ofrece algo a cambio de un voto. Esta práctica sucia y perversa no es nueva, como ya he señalado, y no es única de México: otros países con una considerable cantidad de población marginal tienen esta práctica sucia entre sus costumbres. En México, cuando se habla de compra de votos normalmente se utiliza la palabra "tortivotos", debido a la frecuencia con la que se ofrece, a cambio del voto, una torta, aunque es de señalar que en las pasadas elecciones federales, la mayor parte de los casos denunciados hasta ahora no tuvieron que ver con compra de votos por medio de una torta; según los casos expuestos y denunciados, la compra de votos se realizó mediante la repartición (más de tres mil casos reportados) de tarjetas soriana, además de otros casos en los que supuestamente se ofrecieron productos en especie a ciudadanos marginados de municipios pobres a cambio de votos.

No obstante los casos denunciados, estos no son suficientes para anular la elección: la diferencia de votos entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador es de varios puntos porcentuales (más de 6 %) y la diferencia de votos es demasiado alta como para suponer que el triunfo de Enrique Peña Nieto haya sido producto de la compra de votos. Si bien las denuncias de compra de votos deben investigarse y sancionarse en caso de ser comprobadas, es un hecho que en este episodio electoral, un porcentaje mayoritario decidió darle una segunda oportunidad al PRI para gobernar (otro punto que no debe soslayarse, es que también existen evidencias de compra de votos por parte del PRD- PT, y siendo que el PAN es uno de los partidos grandes, es seguro que existen casos menores por parte de ese partido, por lo cual este es un vicio que debe combatirse y del cual están contaminados casi todos los partidos). Enrique Peña Nieto será el próximo Presidente de la República elegido por una mayoría poblacional; no obstante, las razones que movieron a votar por el PRI son diversas según cada estado, municipio o incluso individuos. Como lo son las razones que movieron a un sector numeroso a votar por el PRD, y a otro sector, no tan menguado ni pequeño, a votar por el PAN. En el caso del Partido Nueva Alianza, que quedó en un cuarto lugar, las razones del voto por parte de sus electores quizá no varíen de una manera tan compleja, pero podemos afirmar que la razón de peso haya sido el deseo de ver gobernar a una nueva opción (más allá de que esta opción sea en realidad nueva) y la imagen, digamos que favorable, que dejó su candidato: Gabriel Quadri. En el caso de las personas que sufragaron a favor del PRI, las razones hayan sido la creencia de que existía un nuevo PRI o la impopularidad, en algunos sectores, hacia el PAN y el PRD. En el caso del voto por el PRD, la razón fundamental fue la de ver en la Presidencia a un gobierno de izquierda y a un Presidente de la República benefactor y de vocación social a los sectores desprotegidos; en el caso del PAN, fue la buena imagen de Calderón y Josefina Vázquez Mota, además de la percepción de que votar a favor de AMLO era conducir a la nación hacia el camino de los países del círculo chavista, de que sufragar a favor de Peña Nieto era regresar al pasado autoritario y de que darle un voto a Quadri era un desperdicio, además de que era una consolidación a un partido manejado por el sindicato magisterial de Elba Esther Gordillo. Pero en fin, estas son las razones fundamentales; recalco, existen otras según la psicología de cada persona o el caso particular de cada municipio o entidad para decidirse por una u otra opción.

Más allá de las razones del voto, quien gobierne a México entre el 1 de diciembre de 2012 y el 30 de noviembre de 2018 deberá gobernar para todos; hacer realidad el sueño prometido a sus votantes, sumar popularidad gobernando para los que se decidieron por otras opciones y contribuir a alejar el fantasma del abstencionismo y el asco hacia la política entre los sectores no menores que decidieron anular su voto o de plano abstenerse de ir a votar. En cuanto a los actores políticos, sociales e intelectuales, les queda la tarea de contribuir a que la transición que vendrá en este período entre julio y diciembre sea lo menos cruenta posible, por el bien del país; deben comenzar a reconocer la victoria del ganador y sumar la buena voluntad para que reciba al país en calma política; en esta tarea, el Partido Nueva Alianza y el Partido Acción Nacional ya dieron un paso al frente. En cambio, quien obtuvo más votos que ellos, el PRD y sus aliados, ya comenzaron el lamentable papel de desconocer una vez más (como en 2006) la elección presidencial. Esta actitud, que les llevó a una impopularidad a lo largo de la mayor parte de este sexenio y a constantes crisis, fue superada en el curso de este año. Pero de volver a las andadas, no solamente regresarían las crisis y la impopularidad; ahora si, sería difícil que para 2018 vuelvan a ganar un segundo lugar, por no decir que la victoria presidencial será más alejada en el escenario nacional.

Queda también otra última tarea, y esta es la más importante, toda vez que reflejaría que la democracia ha avanzado en la mentalidad del mexicano y en las aspiraciones nacionales; la tarea de ser críticos y participativos. No dejar que el próximo Presidente se convierta en un Presidente imperial, como lo fueron los que mandaban en los Pinos entre mediados de los años treinta y finales del siglo pasado. Al próximo Presidente de la República, no importando que se llame Enrique, Andrés Manuel, Josefina o Gabriel, se le deben exigir cuentas claras; se le deben realizar críticas necesarias y constructivas, además de ponerle ante sí a las organizaciones cívicas que existen o que vayan a surgir; esto será un freno a sus posibles deseos de querer pasar de un Presidente republicano a un Presidente imperator (de ser un mandatario al estilo de los países más avanzados, a ser un ungido de legitimidad imperial al estilo México siglo XX, o al estilo Roma imperial). Impedir una posible regresión, la cual sería la madre de otras regresiones. Y no solo se le debe impedir un retroceso: es imperativo que se le demande avances. Es necesario una reforma electoral que cumpla con varios objetivos: clarificar la procedencia de dinero ilícito a las campañas; hacer que la democracia sea menos costosa, ya que no puede ser que en México se destine más dinero que en los países considerados de primer mundo; y sobre todo lo más importante en este momento: disminuir a un mínimo bastante considerable (si es posible darle fin) a la compra de votos. No es posible que la compra de votos defina algunas elecciones, y esta práctica debe terminar. La compra de votos es algo que se da tomando como eje la pobreza y la falta de conciencia cívica, pero se puede prevenir por medio de varios métodos, como realizar un seguimiento de los dineros que usan los partidos políticos, aunque es evidente que esta práctica requiere de otras propuestas, que deberán surgir en el curso del sexenio entrante. Por supuesto, si es posible, deben comenzar en la fase final del sexenio en curso.

Finalmente, la tarea de hacer avanzar a un país por el sendero democrático, además de otros aspectos como el educativo, el social, el económico, el cultural, el ecologista, etcétera, no es exclusiva del Presidente. Es una tarea en la que de alguna u otra forma debemos participar todos los ciudadanos, aunque de diferente forma según nuestro lugar y posición. Respecto a la tarea de legislar, el Congreso es la institución encargada. Al Congreso se le debe exigir también para la buena marcha administrativa y gubernamental de la nación. La sociedad civil no debe agotarse en llevar sus exigencias a la oficina principal de los Pinos; las exigencias deben llegar a los escaños, a las lujosas oficinas de los senadores y diputados, a las oficinas de los gobernadores y presidentes municipales y hasta a los medios de información. La tarea de gobernar a un país es compleja y difícil; es un reto enorme más que un arte. Si esta premisa vale para una nación de escaso territorio, de poca población y de primer mundo, como Holanda, Suiza o Mónaco, más lo vale para una nación de un territorio de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados (como México), de una población enorme, a veces asentada en un territorio inmenso para la densidad poblacional, otras veces asentada en un espacio sobrepoblado (como México) además de contantes problemas sociales y de una enorme pobreza y marginación (como México). La tarea de gobernar a México en el próximo sexenio debe comenzar a prepararse en estos últimos meses de transición.