domingo, 7 de agosto de 2011

EL régimen político de la revolución mexicana: analizar el pasado para comprender el presente











El presente, si queremos comprenderlo de manera clara, vuelve necesario tener presente el pasado inmediato. El tiempo añejo que ya se fue, pero que persiste en la cultura y en las costumbres, además de otros aspectos. Este ensayo pretende eso: comprender la realidad política de nuestro tiempo (el contexto que viene desde fines de la década de los noventa hasta la actualidad) partiendo del análisis de la realidad vivida durante la mayor parte del siglo XX. Los Cien años de confusión, Como le llamó al siglo XX Macario Schettino.

El siglo XX mexicano, como ya mencioné en otra entrada, tiene presencia en varios aspectos. El siglo XX mexicano persiste en las herencias que construyó y nos dejó: la corrupción institucionalizada, el sindicalismo corporativo y poderoso, la pésima calidad educativa, el ejido, la cultura nacionalista plagada de cierta xenofobia y simbolismos, el mito del agrarismo y la revolución que "hace justicia al pueblo", el estatismo en sectores estratégicos claves como el petróleo y la electricidad, el burocratismo, el narcotráfico, la piratería, el gangsterismo policial y político, la compra de votos en elecciones, etcétera. El México del siglo XX persiste también en problemas que en aquel México añorado por algunos ya eran herencia de otros pasados más remotos: la pobreza mayoritaria, el caciquismo rural, el analfabetismo numeroso, las supersticiones y prejuicios religiosos, entre otros.

Este asunto viene a cuento por aquello del probable regreso de ese México del siglo de la revolución. Como se sabe, en 2009 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganó, en elecciones intermedias, la mayoría de la Cámara de Diputados, amén de ganar, ese mismo día, la mayoría de las gubernaturas en juego (excepto la de Sonora). En 2010, el PRI ganó la mayor parte de las gubernaturas en juego (solo perdió tres: Oaxaca, Puebla y Sinaloa). Finalmente, en este 2011 el antiguo partido gobernante ganó las elecciones del Estado de México. Este triunfo de su candidato a Gobernador es simbólico e importante: el Estado de México es la entidad más poblada, y su actual Gobernador (Enrique Peña Nieto) es la carta fuerte del partido en las elecciones federales y presidenciales del año próximo. Además, el PRI ganó las gubernaturas de Nayarit y Coahuila. Con todos estos triunfos, el regreso del PRI a la Presidencia es algo muy probable (algunos lo consideran ya seguro).

Si bien todavía no es totalmente seguro, es un hecho de alta probabilidad. Y es un hecho que sectores no muy escasos de población aplaude el regreso del PRI, por considerar al partido tricolor el indicado y el destinado para corregir los problemas que hoy aquejan: crisis económica, desempleo, falta de oportunidades, violencia extrema en el norte y otros estados del centro del país y la falta de horizontes claros. Aunque también hay que comentar, y esto es muy importante dejarlo en claro, que también existe un enorme sector de población que no quiere ni al PRI ni a los demás partidos, y esto podría ser la mosca en la sopa en el año próximo. De hecho, la mayor parte de los triunfos electorales del PRI se debieron al abstencionismo electoral. Esto fue muy notorio en 2010, en las elecciones estatales de Chihuahua y en las regionales de Baja California. En el primer caso, el triunfo de César Duarte Jáquez (actual Gobernador del estado), se obtuvo con solo el 35 % del electorado participando en la elección, y de ese 35 %, hubo un numeroso sector que votó por otras opciones. En ese mismo caso, los triunfos de los candidatos a presidentes municipales en la capital (Chihuahua), Juárez y Cuauhtémoc se presentaron en ese ambiente. En cuanto a Baja California, el asunto del abstencionismo estuvo peor: solo votó el 30 % del electorado en todo el estado. El PRI obtuvo, eso si, las presidencias municipales del estado, que son cinco.

Pero es un hecho que un sector numeroso apoya la idea del regreso del PRI a los Pinos. El regreso de una Presidencia apoyado por la maquinaria corporativa del único partido en el mundo que lleva los colores de la bandera de su país. El único partido que surgió desde el Estado mismo: el partido que estuvo en el poder a nivel nacional sin pasar por la oposición. Este enorme sector de población tiene razón al afirmar que el país vive situaciones difíciles, y de que se necesita un cambio. Pero ¿será el PRI el indicado para sacar al país de los males que aquejan a la nación mexicana? Al votar por el PRI ¿no estarán, en realidad, idealizando un pasado añejo?

Para entender el presente y responder la pregunta, debemos estudiar y analizar el régimen político del siglo XX mexicano. El sistema herencia de la revolución mexicana, el que diseñó y terminó de armar el primer Presidente imperial: Lázaro Cárdenas del Río. Estudiar ese régimen no en los sucesos importantes (que llevarían un libro entero) sino en sus características esenciales, en sus orígenes, en sus aciertos y debilidades, en sus fallas y vicios, y finalmente, en las circunstancias de su caída. Eso pretende este ensayo: estudiar y comprender al régimen de la revolución mexicana, cuya clase política tuvo el gobierno de su país (México) mas que cualquier otro régimen del siglo XX. Más que los regímenes comunistas de Mongolia y la URSS. Como dato adicional, los regímenes comunistas de Corea del Norte y China, que son ambos los regímenes mas longevos del siglo anterior que aun sobreviven, aun tendrán que permanecer mas de veinte años para superar al de la revolución mexicana.

  • Bases y características esenciales del régimen de la revolución mexicana


El régimen político de la revolución mexicana es complejo. Complejo en muchos sentidos. Complejo, para empezar, en cuanto a su duración: cuando comenzó y cuando terminó. La mayoría de las personas con ciertos conocimientos históricos señalan el año 1929 (mas específicamente a partir del 4 de marzo) cuando debió comenzar el régimen de la revolución mexicana; el sistema priista. La mayoría, también, señalan el año 2000 cuando terminó.

La primera fecha (la de cuando comenzó) es inexacta. El 4 de marzo de 1929 ocurrió un hecho histórico ligado al régimen, en efecto: la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR). El partido oficial, pues, aunque con otro nombre, otras siglas, otros principios básicos o ideario y otras características esenciales. El partido oficial fue cambiando a lo largo de los años (de nombre, de siglas, de principios básicos y de características) pero es el mismo instituto el que se fundó en esa fecha y el que hoy trata de recuperar la Presidencia de la República, amén de ser la oposición más importante al gobierno actual.







La fundación del partido oficial marca la institucionalización del gobierno dirigido por los triunfantes de la etapa armada. Nada más que eso. Pero la denominada Gran Familia Revolucionaria, que naturalmente cambió de personalidades a lo largo de las décadas siguientes, ya estaba en el poder y tenía el dominio de la nación desde años atrás. Desde antes, incluso, de que terminara la etapa armada de la revolución. Y lo conservó durante décadas.
En cuanto a la segunda fecha, la del año 2000 como el fin del régimen, es discutible. Y esto porque aquí entramos en una discusión acerca de que significa la expresión "régimen político". Aunque la expresión se utiliza a menudo como sinónimo de dominio político de una facción, clase o familia política, algunas definiciones describen la expresión como sinónimo de características esenciales de la forma de gobierno de una nación. Esto significa que, aunque se utiliza el término "régimen priista" como refiriéndose al dominio de la clase política priista en el poder, en realidad podría significar las características de gobierno en México durante la mayor parte del siglo XX. Aunque la clase política del PRI mantuvo el dominio del poder ejecutivo desde la etapa armada de la revolución hasta el año 2000, el sistema político o la forma de gobierno de México no fue la misma siempre, en esta larga etapa. Como se sabe, desde años antes de que el PRI perdiera el poder ante el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidato, el sistema político comenzó a democratizarse de manera paulatina, en parte por la presión de la sociedad, y en parte por el tiempo histórico, que volvió caduco al régimen.

La clase política priista ascendió al poder a mediados de la etapa armada de la revolución. Básicamente con la caída definitiva del régimen porfiriano en 1914 y con el triunfo, posteriormente, de la facción carrancista o constitucionalista de la revolución. Si bien los primeros caudillos de los gobiernos de la revolución (Venustiano Carranza y Álvaro Obregón) no pertenecieron al partido oficial, los cuales murieron antes de la fundación de ese instituto, si se revisan los nombres de los primeros militantes, se encontrarán militares y políticos que pertenecieron al gobierno constitucionalista y posteriormente al de Álvaro Obregón. Queda claro, pues, que la Gran Familia Revolucionaria gobernó desde mediados de la década armada hasta fines del año 2000.

En este ensayo se pretende analizar las características del régimen político mexicano en el período que cubre el gobierno de Lázaro Cárdenas hasta el año 1996. Es este el objetivo: describir el régimen instaurado por Lázaro Cárdenas, que llegó a su fin con la reforma electoral y política de 1996. ¿Como era ese sistema político producto de la revolución mexicana?




Antes de responder, es importante mencionar las características de la forma de gobierno de México antes de Cárdenas. Durante largo tiempo (con breves excepciones) en México predominó una forma de gobierno dictatorial. Hasta el comienzo de los años treinta, México tenía un sistema de gobierno similar al de otros países en América Latina: un gobierno de tendencia militar, con un caudillo como gobernante y de ideas oligárquicas. El México de los años veinte, pese a la etapa armada y al ascenso al poder de otra clase política, era similar al de 1910. Existía un gobierno militarizado, en donde los generales eran los amos de la política. Y por sobre ellos, un caudillo como gobernante, que podía o no ser el presidente, pero que gobernada a la nación. De hecho, cuando Lázaro Cárdenas llegó a la Presidencia, el país se encontraba inmerso en un período denominado como "Maximato", pues el general y jefe máximo de la revolución, Plutarco Elías Calles, tenía el gobierno en sus manos, manejando como títeres a predentes impuestos por el. Al principio de su período como Presidente, Lázaro Cárdenas estaba debajo de Calles, pero con habilidad y por medio de intrigas palaciegas al estilo de Maquiavelo, logró desplazar del poder a su mentor, en el transcurso de 1935.




Cuando Cárdenas se deshizo de Calles, se convirtió en el nuevo gobernante de la nación. Y en el nuevo jefe máximo de una revolución cuyos ideales o transformaciones se consolidarían durante su gobierno. Una de estas transformaciones tiene que ver con la estructura de poder. Lázaro Cárdenas pudo haberse convertido en un nuevo dictador, pero en lugar de ello, fundó un régimen político institucional, aunque no precisamente democrático. De hecho, el nuevo régimen fue de tipo autoritario y poco democrático.







Lázaro Cárdenas destruye el sistema político caudillista, en donde la lealtad de la clase política gobernante estaba dirigada hacia el caudillo. En lugar de ello, Cárdenas prefirió gobernar solo durante el período de su sexenio, y consolidar una forma de gobierno distinta, institucional. Una forma de gobierno presidencialista. El presidencialismo surgió con el gobierno de Cárdenas. Él inauguró esta larga etapa de Presidencia antidemocrática y autoritaria. Pero no solo eso. Justamente, y para evitar que al dejar la Presidencia alguien distinto se convirtiera en algo a lo que el renunció (un dictador de poderes amplios para eternizarse en el poder), Cárdenas consolidó toda una estructura de poder basado en contrapesos al poder presidencial, que solo tendría como efecto que una persona alargara el mando sobre su nación mas allá de su sexenio, o que ese alguien heredara la silla presidencial a un pariente.




Estas dos premisas, la de dejar el poder al terminar el sexenio, y la de heredarlo a un miembro de la familia revolucionaria (pero no a alguien de la familia presidencial) eran las dos reglas de oro no escritas del sistema político instaurado por Cárdenas. Pero para esto, Cárdenas estructuró el sistema.




La estructuración o transformación del régimen político revolucionario (o régimen priista) tocó varios aspectos. Para empezar, Cárdenas fue quien finalmente, despolitizó al ejército mexicano, sometiéndolo a las instituciones civiles. Se puede afirmar que con el se inició la era civilista, y no con Miguel Alemán Valdés (aunque fue Alemán el primer presidente civil desde hacía mas de veinte años). Además, Cárdenas reconcilió al Estado mexicano con el clero católico. A pesar de ser Cárdenas un ateo reconocido, y a pesar de haber sido impuesto por Calles, con Cárdenas se inicia la etapa de relación entre la jerarquía católica y el régimen de la revolución. Una relación que siempre fue un secreto a voces, pero que existió y que ha sido documentada. Y finalmente, la obra más importante: el corporativismo oficial. Cárdenas reunió en sindicatos o centrales oficiales a los campesinos, obreros, sectores populares, ejército y en cierta forma a los grandes empresarios. Todos tenían reparto en el nuevo régimen, a condición de someterse a las reglas del sistema.




El régimen político formado por Cárdenas era presidencialista. La Presidencia era la institución a la que se debía lealtad, y la pieza clave del régimen. El Presidente era el jefe del sistema, el gran elector, el comandante del ejército y la encarnación de los logros sociales del los sectores corporativizados. El Presidente era el centro de las negociaciones. Escogía a los gobernadores, a los senadores y a no pocos diputados federales. Finalmente, escogía a su sucesor. El sucesor podía ser un miembro de la gran familia revolucionaria, pero jamás alguien de la propia familia. Este proceso de selección era conocido como el "tapadismo". El tapado era el miembro del gabinete escogido para ser el siguiente Presidente de la República. Era el tapado porque las reglas del sistema obligaban a todos los presidenciables a ser discretos. No debían adelantarse al período de la sucesión, ni hacer campaña abierta (aunque no faltaba campaña sucia por debajo del agua entre rivales).




El Presidente era el sol del universo en este régimen. Pero su poder no podía alargarlo por mas de un sexenio. Y las otras instituciones clave eran los contrapesos. El corporativismo oficial jugaba un papel importante. Mantenía la paz social en un gobierno de corte vertical. Los obreros eran representados por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), los campesinos, ejidatarios y en general sectores agrarios por la Central Nacional Campesina (CNC), los maestros por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), los sectores populares por la Central Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), en tanto que otros sectores tenían distintas organizaciones. Los trabajadores petroleros, así como los electricistas, tenían sindicatos propios. Los miembros de la clase empresarial eran representados por organismos oficialmente no afiliados al PRI, pero cercanos a este instituto electoral.




Además del Presidente y las organizaciones corporativas, estaba el aparato central del partido oficial. El PRI jugaba el papel de ser algo así como la Secretaría Electoral. El PRI, pese a ser el partido encargado de la campaña presidencial, era un instituto clave en este sistema mexicano del siglo XX. Sin embargo, el PRI no era todo el régimen. A diferencia de otros sistemas de gobierno dictatoriales de partido, como el de la URSS o el de países de Europa del Este, en donde el partido era el gobierno y todo miembro del régimen estaba enlazado en el partido, en el caso de México el PRI era la institución clave en tiempos electorales, pero no era el gobierno. De hecho, no todos los beneficiarios o miembros del régimen de la revolución eran parte del partido.




Este punto es importante. El régimen político de la revolución era todo un sistema en el que estaban incluidos como miembros personalidades distintas. Desde líderes estudiantiles hasta magnates empresariales ligados de una u otra forma al gobierno a través de concesiones y negocios, pasando por periodistas que recibían dinero para beneficiar en sus reportajes al régimen, intelectuales orgánicos, comandantes policiacos de mediano y alto rango, burócratas de categoría alta, maestros, y hasta miembros poderosos de organizaciones del crimen organizado y el comercio ilegal. El régimen incluía toda una red de organizaciones e individuos que de una u otra forma recibían beneficios, incluyendo a líderes de partidos paraestatales, o partidos paleros, que eran usados para dividir el voto opositor y desprestigiar a la oposición o a los movimientos disidentes, como el Partido Popular Socialista (PPS), o el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).






Así, este régimen tenía al partido oficial (el PRI) como su instituto clave de legitimación electoral, y se puede afirmar que el logotipo del PRI era la fachada del régimen. Pero el PRI era solo parte de un sistema de gobierno y de una familia revolucionaria que detentaba el poder y el dominio de la política mexicana desde tiempos de la lucha armada revolucionaria (desde Carranza). De hecho, la oposición electoral (la mayor parte del tiempo el Partido Acción Nacional, aunque desde los setenta también otros partidos de izquierda o derecha) enfrentaban en las elecciones a todo un sistema, no solo a un partido. A la oposición se le permitía el triunfo en algunas presidencias municipales, en algunas diputaciones locales y en diputaciones federales, pero nada mas. La mayor parte de los triunfos de la oposición eran arrebatados mediante el fraude electoral, como en León, Guanajuato, en 1946, o en San Luis Potosí en 1961.

La oposición, fuera electoral, armada o callejera, enfrentaba a un régimen del que el PRI solo era pieza clave. Cuando los estudiantes de 1968 salieron a las calles a protestar contra el autoritarismo y la falta de libertades políticas, no iban solo contra un Presidente (Gustavo Díaz Ordaz) ni contra un partido (el PRI), sino contra un régimen del que el mandatario poblano solo era el jefe, y del que el partido tricolor solo era la Secretaría Electoral. Iban los manifestantes contra un régimen entero. Y lo mismo, cuando en 1986 en Chihuahua se sucedieron protestas y bloqueos de carreteras y puentes internacionales a raíz del famoso "fraude patriótico", los manifestantes cívicos no iban contra Miguel de la Madrid Hurtado solamente, ni contra su operador político (Manuel Barlett, entonces Secretario de Gobernación), ni tampoco contra un candidato beneficiado por el fraude (Fernando Baeza Meléndez). Se combatía contra un sistema entero, que incluía grandes empresarios, medios de información (24 Horas y su conductor como el ejemplo más destacado), sindicatos, maestros, burócratas de alto y mediano rango, comandantes policíacos y otras entidades. Se luchaba contra un sistema que había arrebatado de manera descarada un triunfo y que había deteriorado el nivel de vida. Un sistema político del que Miguel de la Madrid era el jefe, Manuel Barlett el operador político y Fernando Baeza el beneficiario del fraude.

En este régimen, la Presidencia de la República era la pieza fundamental. Los sectores corporativizados eran las piezas clave en el mantenimiento de la paz social, en tanto que el PRI era el organismo de legitimidad electoral y de negociación de candidaturas al Congreso. Pero otros organismo eran también piezas clave. Los medios de información, por ejemplo. Y también jugaban un papel importante nociones y servicios sociales. De entre los primeros, se cuenta el nacionalismo mexicano, esa religión política que dotaba de legitimidad histórica al régimen. De entre los segundos, se cuentan la educación pública primaria y secundaria. El nacionalismo mexicano se vio reflejado en la educación primaria y secundaria a través de los planes de estudio, el dominio del SNTE y los libros de texto únicos y gratuitos.

El nacionalismo mexicano del siglo XX, inventado por la facción triunfante en la revolución y consolidado por Cárdenas, estructuró la historia nacional (la historia oficial) a imagen y semejanza de los intereses de la familia política revolucionaria que gobernaba en el país. En esta historia oficial, dividida en etapas como todas las historias, el régimen prerrevolucionario era expuesto como una era de tiranía y opresión. Una etapa oscura en la formación nacional. La revolución era consecuencia de las injusticias sociales. La revolución se exponía, en los libros escolares, de la misma manera que en el cine de Pedro Armendáriz o María Félix; es decir, como una etapa violenta, pero de tintes románticos (visión muy alejada del horror que muy apenas mostró la película "Vámonos con Pancho Villa") y en donde el pueblo había combatido la tiranía de la mano de distintos caudillos (que en realidad representaron intereses o aspiraciones distintos y que distaban de estar unidos, salvo en la etapa 1910- 1911 y 1913- 1914). La era de los gobiernos revolucionarios eran la expresión de los deseos de los revolucionarios (y del pueblo, por supuesto).

Esta historia oficial distorsionaba el carácter de algunos movimientos disidentes. La cristiada era puesta como una reacción de la reacción conservadora, y no como un movimiento auténtico de campesinos que sin embargo también cometieron crímenes a nombre de la fe. Las campañas presidenciales de Arnulfo R. Gómez y Francisco Roque Serrano, de 1927, y sus respectivos asesinatos, eran ignorados de los libros de texto para uso escolar. Lo mismo la campaña y el movimiento henriquista, aun mucho después de los años cincuenta. El movimiento estudiantil de 1968, lo mismo que la guerrilla de Madera y el fraude contra el navismo, eran ignorados de los libros de texto escolar aun después de los años sesenta. Sobra decir que igual destino tuvieron los fraudes electorales de los años ochenta y las protestas del neopanismo.

De una u otra manera, la historia oficial se impuso en la mentalidad del mexicano. El papel de la educación y el nacionalismo funcionaron en muchos sentidos como actores del régimen. Tanto así que Macario Schettino ha observado que el nacionalismo y el ensalzamiento de los héroes patrios se quedaron en la mentalidad popular aun cuando el régimen de la revolución ya dejó de existir. También quedaron como herencia mental la visión estatista de la historia: la idea del Estado como redistribuidor principal y el administrador de los sectores económicos clave (el petróleo, la electricidad, el agua, los transportes, la energía solar, entre otros).

Las palabras que mejor expresan esta visión de la revolución como obra del pueblo, son las que el diputado priista Blas Chumacero pronunció en 1952 en la tribuna del Congreso, y que cita Alejandro Rosas en su libro Mitos de la historia mexicana. Dichas palabras son las siguientes: "La revolución ha sido magnánima en todas las épocas; pero que sepan que por cada puñalada artera que quieran darle a la revolución, se ha de levantar el pueblo de México más vigoroso y más decidido a la lucha". El mismo historiador señala que entre 1952 y 1994 la palabra "revolución" fue usada en la Cámara Baja un total de 18 592 veces.

Desde estos ángulos, el régimen político de la revolución asoció la patria con el Estado. El PRI llevaba como logotipo los colores de la bandera nacional. Luchar contra el régimen era luchar contra la historia y la patria. Cuestionar el nacionalismo y la historia oficial era tarea de ilusos y temerarios hasta los años setenta. A partir de esa década, comienza el auge de obras revisionistas, distintas de la postura oficial. En los años ochenta, la revisión de la historia oficial y del nacionalismo llegó para quedarse, conforme el régimen político del PRI perdía prestigio y legitimidad, y conforme el régimen enfrentó a una oposición electoral mas fuerte. Los años noventa, de democratización política, estuvieron acompañados de un proceso de cuestionamiento intelectual a la historia de bronce y al nacionalismo oficial que ya habían iniciado los años setenta y consolidado los años ochenta.

Tenemos aquí a un régimen autoritario que controló el papel de la historia y la educación, además de ejercer cierta represión contra manifestaciones callejeras disidentes, contra periodistas y contra medios de prensa independientes. Pero que a pesar de todo, en lo que se refiere a manifestaciones y a críticas en la prensa, permitía ciertos límites. El régimen priista no fue totalitario ni pretendió someter a la cultura y a la sociedad a moldes estrechos de control, pero fue indudablemente vertical y autoritario. Un régimen cuyas características fueron el autoritarismo, la falda de democracia, el presidencialismo, el corporativismo, el civilismo y el control de los militares. En este régimen, los militares (los altos mandos) eran parte de un sistema, pero no eran los amos de la política, como en los orígenes del régimen, o como en el régimen anterior a la revolución. Un régimen de aires populistas y de principios económicos estatistas, orientados a la idea de la economía mixta como la fuente de desarrollo social y económico.

Las bases de este régimen eran instituciones centrales como la Presidencia, el partido oficial y los sectores corporativos. Además, el nacionalismo oficial y el papel de la educación como fuentes ideológicas de legitimidad histórica. Este tipo de sistema político gobernó a México entre los años de Cárdenas hasta 1996, con la reforma política que independizó las instituciones electorales y puso el conteo de los votos en manos de la ciudadanía en las casillas, y funcionarios plurales en los órganos distritales y federal. Aunque es importante mencionar que como consecuencia de la presión de la ciudadanía en los años ochenta, el régimen ya había comenzado a democratizarse, y también a desintegrarse. El ideal económico y el nacionalismo ya habían sido revertidos por la política económica del neoliberalismo que se impuso desde mediados de los ochenta. Para 1996, el régimen ya no existía en la visión económica. Persistía solo en lo político, aunque ya iba en decadencia. Y en el aspecto ideológico e histórico, ya existía más libertad de cuestionamiento a nivel intelectual y periodístico.

El régimen político de la revolución mexicana fue muy peculiar respecto a otros regímenes autoritarios de la época. Fue un régimen político que algunos calificaban de "indescriptible". El régimen del PRI aparentó ser una democracia, tanto por la rotación del Poder Ejecutivo como por la existencia de elecciones y la participación de la oposición en ellas. Además del carácter civil y de la falta de fraudes escandalosos durante la mayor parte del siglo (no es causal que el fraude electoral de 1986 en Chihuahua haya atraído tanto la atención mundial en Estados Unidos y Europa Occidental, pues desnudó al régimen, aunque ya la matanza de Tlatelolco había consternado a televidentes en el extranjero). Este régimen recibió diversos nombres que le fueron aplicando.

Dos de los nombres mas importantes (los más conocidos) son los términos "dictadura perfecta", del novelista peruano Mario Vargas Llosa, y el más moderno de "Presidencia imperial", del historiador Enrique Krauze. Pero otros nombres le fueron impuestos. La oposición le nombraba a este régimen con los términos "PRI- Sistema", o "PRI- Gobierno". José Vasconcelos lo bautizó como "Porfirismo colectivizado". El escritor José Fuentes Mares le puso el término "dictadura orgánica". El periodista Armando Ayala Anguiano, durante años director de la revista mensual Contenido, utiliza en algunos ensayos el término "la Presidencia priista" a secas, aunque a veces mete el calificativo de "caciquil" entre las palabras "Presidencia" y "priista".
  • Herencia actual
El régimen priista gozó de cierto prestigio entre los años treinta y setenta. La legitimidad del régimen descansaba en la idea de que aportaba progreso y justicia social, y esto compensaba la falta de democracia y libertades, además de la corrupción. Pero en los años setenta, el régimen no fue capaz de sostener un progreso económico, y esto desprestigió gravemente al régimen.

Fue entonces cuando a inicios de los ochenta, con la economía en quiebra, la corrupción más asquerosa y ante la falta de legitimidad y prestigio del régimen, cuando el pueblo comenzó a manifestarse en las urnas. El PAN fue el mayor dolor de cabeza del régimen en tiempos de Miguel de la Madrid. El régimen estaba impotente. El fraude electoral se incrementó, de manera burda y descarada. Oaxaca, Baja California, Chiapas, Sinaloa, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Puebla, Coahuila, Sonora, Nuevo León y el Estados de México fueron el escenario de fraudes y protestas. El caso Chihuahua fue el colmo, y lo que atrajo la atención internacional, máxime que un grupo de intelectuales firmaron un manifiesto denunciando el fraude y demandando nuevas elecciones (la Organización de Estados Americanos y el Vaticano tuvieron que intervenir, uno para fallar a favor del PAN y el otro para contener la rebeldía del clero local).

En las elecciones de 1988, con el caso Chihuahua a cuestas, y con las numerosas protestas, el régimen tuvo que comenzar a ceder espacios. A pesar del fraude que colocó a su candidato (Carlos Salinas de Gortari) en la Presidencia de la República, en esas mismas elecciones la oposición obtuvo un número nunca antes visto de diputaciones federales, además de sus primeras senadurías. En 1989 se reconoció el primer triunfo del PAN en elecciones a Gobernador (en Baja California) para amortiguar la presión social. Para 1994, México se había democratizado de manera destacada. Había estados gobernados por la oposición aparte de Baja California (Guanajuato y Chihuahua), más libertad para manifestarse en las calles y más libertad de crítica. Existían consejeros independientes en el Instituto Federal Electoral (IFE) y mas inclusión de disidentes en los órganos electorales. Y sin embargo, en lo político el régimen subsistía. El fraude electoral fue todavía una mancha en el sexenio salinista (Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí, Tabasco y Chiapas). En 1996, después de la crisis de 1995, la reforma política independizó al IFE y acabó con el predominio del PRI en el conteo de elecciones, además de poner las casillas en manos de la ciudadanía. Ese año terminó el sistema político impuesto por Cárdenas. La clase política revolucionaria del PRI perdió las elecciones presidenciales de 2000 bajo este esquema político. El PRI terminó su largo reinado en el Ejecutivo Federal el 1 de diciembre de 2000.

Y sin embargo, el régimen continúa en varios aspectos. Como establece Gabriel Zaid, sacar al PRI de los Pinos y a su clase política no fue sacarlo de los sindicatos, de la burocracia y de otras ramas de poder. El régimen subsiste en el corporativismo que obstaculiza reformas, en las leyes diseñadas para un régimen autoritario, en la educación y en el nacionalismo que muchos mexicanos llevan arraigado. Los ejidos son herencia del régimen de la revolución. Los cacicazgos locales son otra herencia de tiempos añejos recientes, que la democracia no ha terminado de borrar.

Además, como han observado Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda, el autoritarismo estilo PRI, con un Ejecutivo fuerte, subsiste en gran medida en la mayor parte de los estados, esto a nivel estatal. En estos estados el Ejecutivo tiene cierto control de la prensa y del congreso local, aprovechando una mayoría de su partido. Un fenómeno bautizado como "feuderalismo".

Como se ve, es falso que todos los males actuales se deban a un partido (el PAN) y a dos presidentes (Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa). Los males de la nación se deben a la herencia de los años de dominio de la familia revolucionaria priista, y más especificamente, a los años del sistema inaugurado por Lázaro Cárdenas, que fue un atraso en lo social y económico, y que revivió viejas nociones de la época colonial. tales como un Estado paternalista encargado de los desfavorecidos, el estatismo económico, el carácter unitario de la educación y el nacionalismo fantoche, marcado con ciertos aires de xenofobia y falta de pluralismo cultural.

Una vez descrito el sistema anterior, y después de estas consideraciones de la actualidad ¿se puede establecer la pobreza mayoritaria, el narcotráfico y la violencia del crimen organizado como consecuencia de dos gobiernos de distinta procedencia al del PRI? Al votar y concebir al PRI como el salvador de los males actuales ¿No se estará en riesgo de volver, aunque sea de manera muy breve y con menos autoritarismo, a un tiempo aparentemente mejor?