lunes, 28 de febrero de 2011

TÚNEZ, Egipto, Libia ¿y ahora que seguirá?






Los hechos ya eran inevitables de una u otra forma, debido al deterioro de las condiciones de vida, a la corrupción gubernamental y si se quiere, a la represión generalizada. Pero fue el cierre de un puesto de frutas lo que precipitó los hechos. El 17 de diciembre de 2010, el joven propietario del puesto de frutas clausurado se inmoló frente a una plaza gubernamental. El hecho, aparentemente aislado, conmovió al pueblo, y en pocos días se inician protestas contra el régimen. Entre las acciones antigubernamentales, está el apoyo de internautas a los manifestantes, cuyos mensajes de apoyo incluso colapsan las páginas web de la dictadura militar e islámica de Túnez. Las protestas antigubernamentales van en aumento durante el mes de enero. Se anuncia, incluso, una huelga general. El régimen colapsa. En un desesperado intento de lograr el control perdido tras años de gobierno, se lanza una gran operación en la que son detenidos periodistas críticos, disidentes y activistas en general. El régimen policiaco de Zine El Abidine Ben Ali no se detiene con esta medida. Se ordena reprimir las manifestaciones opositoras. El 8 de enero se registran enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y los enemigos de este. El gobierno ordena toques de queda en ciudades y plazas importantes de ese desértico y africano país. Nada detiene a los manifestantes. El régimen demuestra su decadencia ofreciendo puestos de trabajo para aplacar lo que con represión es incapaz. Intento inútil. A mediados de enero, después de más de 20 años de dictadura y dominio, Ben Ali huye de su nación, como Fulgencio Batista, Anastasio Somoza y el último monarca de Iran en el pasado. El régimen instaurado en 1987 termina por fin. Se forma un gobierno provisional, y se espera que este acontecimiento marque el inicio de una era de democratización.


Pero si se había pensado que todo terminaría en Túnez, aun faltaba lo demás. Túnez abrió una oleada de protestas en otros lados de África controlados por dictaduras. En enero, luego de las elecciones de noviembre de 2010, y después de lo sucedido en Túnez, se inician protestas antigubernamentales en Egipto. Las protestas fueron en aumento, y al igual que en Túnez, no pudieron ser controladas por el gobierno. Aunque la represión a estas fue menor que en el país anterior. Hosni Mubarak, dictador desde 1981, dimite finalmente el 11 de febrero, siendo sustituido por una Junta Militar. Se afirma en diversos medios que Mubarak huyó de su país, como Ben Ali antes que él.


Y después viene el turno de Libia. En Libia, desde 1969, gobierna una dictadura islámica y antioccidental a la cabeza de Muammar Al Gaddafi. Este gobierno ha sido el responsable directo de violaciones a los derechos humanos en su país, así como de actos de terrorismo en diversas partes del mundo. Como consecuencia de esto, el Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan ordenó bombardeos a Libia en abril de 1986. Y aun después de esto, el régimen siguió con su política de corrupción, apoyo al terrorismo y represión generalizada. Pero, a principios de febrero del presente año, la oleada iniciada en Túnez llega a las tierras de Libia. Desde hace varias semanas, se inició una guerrilla contraria al gobierno en varias zonas del país. Hasta el presente, existe una guerra civil, y la guerrilla ya tiene controladas ciudades y plazas importantes del este de Libia. El régimen resiste, pero las cuentas de la familia Gaddafi han sido congeladas en el extranjero. El asunto se discute en la ONU. Estados Unidos ha decidido apoyar moralmente al movimiento guerrillero que combate a la dictadura. Varios funcionarios y representantes de Gaddafi en el extranjero lo han abandonado ya. Gaddafi podría huir en cualquier momento, como Hosni Mubarak anteriormente. Trípoli resiste con toda la fuerza del gobierno, pero la guerrilla, como señala la prensa internacional y los medios de información electrónicos, ya controlan casi todo el este de Libia, y están decididas a avanzar hacia la capital.



Pero la ola de Túnez no solo ha llegado a Egipto y Libia, aunque son estas naciones las que más han llamado la atención de los medios de información electrónicos y de la opinión pública internacional (en el caso de Egipto por ser una nación de enorme peso histórico y político, y en el caso de su vecina Libia por ser la dictadura que la gobierna una de las más conocidas enemigas de Occidente). La ola de revueltas (en forma de protestas callejeras) contra gobiernos antidemocráticos se ha extendido ya a otras naciones del mundo árabe. Estas naciones son Marruecos, Argelia y Sudán en África, además de Yemén, Omán y Arabia en el continente asiático. Las protestas en cada una de estas naciones son diversas en grados. En Marruecos y Arabia, las protestas han llamado la atención, y son un asunto serio, pero no han sido tan alarmantes para los gobiernos de estas naciones ni han tenido la magnitud de otros lados. En Sudán, la ola de manifestaciones es similar que en Marruecos y Arabia, además de que el pretexto es un alza de precios. Pero en Yemén y Omán estas si han sido multitudinarias y han puesto en jaque a sus gobiernos. En Argelia, la ola de protestas no solo ha sido multitudinaria, sino que incluso, ya lograron el fin oficial del "Estado de sitio" que existía en esa región desde hace varias décadas. Los gobiernos de estas naciones podrían caer en cualquier momento.


Estos sucesos son importantes para la historia. Y son dignos de análisis por el hecho de que los países en donde están ocurriendo estos sucesos sean casi todos de una sola región: el Medio Oriente. Aunque el hecho de que esta ola de protestas ocurran en varios países es importante y fundamental para los cambios que vienen, y marcan una época en particular, aun si las naciones no fueran de una misma región internacional. Pero ¿Que pasará a raiz de todo esto?


Los gobiernos contra los que están ocurriendo estas protestas son de signo autocrático, despótico, piramidal, antidemocrático y totalmente antiliberales. Esto es alentador, y la situación es comparable a lo que ocurrió en otras regiones del mundo en distinta época. Es alentador porque al ser rebeliones generales contra dictaduras militares, o incluso contra monarquías absolutas como las de Arabia y Omán, se abre la esperanza de que la democracia y los derechos humanos se extiendan a la región. Y en cuanto a lo comparable, esta situación (de constante caída de sistemas autoritarios) fue algo que vivió la América Latina entre los años de 1975 y 1990. Como se sabe, durante la mayor parte de los años sesenta y setenta la región fue gobernada por dictaduras militares. Pero entre 1975 y 1990 esta situación cambió, gracias a rebeliones armadas o callejeras. En 1975, cayó la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado en Perú. En 1976, la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara, de Ecuador, fue depuesta después de un estado de agitación política y social. En 1982 y 1983, cayeron las dictaduras militares de Honduras y Argentina, respectivamente. La dictadura de Brasil finalizó en 1985. En Granada y Haití, países caribeños, fueron despuestas otras dos dictaduras. En el primer país, una invasión militar de Estados Unidos tumbó al gobierno militar socialista, y en el segundo, una rebelión popular derribó la dictadura de los Duvalier. En Nicaragua, una dictadura proestadounidense, dirigida por la familia Somoza fue destruida por una revolución, y la dictadura socialista que ascendió al poder tras el triunfo de esa revolución fue retirada del poder en 1990. En Uruguay, el gobierno de los militares se retiró del poder en 1985, en medio de la presión democrática de la sociedad. En 1989, la dictadura del General Manuel Antonio Noriega, que sostenía fuertes vínculos con el narcotráfico, fue derribada, como en Granada, por una invasión militar de Estados Unidos. Al año siguiente, la dictadura de Augusto Pinochet, de Chile, fue derrotada por la presión nacional y las elecciones del año anterior, después de un período de desapariciones forzadas. Como se ve, esta situación está viviendo la región árabe, aunque las dictaduras que han caído en esta zona del mundo, hasta el momento, solo han sido dos.


Sobre el futuro que le espera a las naciones árabes inmersas en olas de protestas y rebeliones, este es esperanzador, aunque no es tan seguro. Lamentablemente, no siempre la caída de un régimen antidemocrático y autocrático es el inicio de una democracia. Aunque en el caso de Libia y Argelia, podemos afirmar que si sus regímenes dictatoriales caen ante el empuje de las armas o la violencia callejera, respectivamente, estos hechos serían el inicio de sistemas democrático. En Libia, una dictadura de tendencia islámica y extremista gobierna al país, y los rebeldes que combaten a este régimen con las armas en las manos han manifestado su deseo de cambiar la situación de su país. De transformarlo en una democracia. En Argelia la situación no varía. Pero en naciones como Egipto y Yemén, la situación podría ser distinta. Para empezar, es necesario recordar que la dictadura de Mubarak era de tendencia islámica moderada, aliada en diversas ocasiones de Occidente, como sucedió en la segunda guerra del Golfo Pérsico (1991). Este dato podría precipitar a esas naciones hacia dictaduras islámicas de corte radical, y de sistemas integristas y militantes. El odio hacia la dictadura que gobernó al antiguo reino de los faraones hasta febrero de este año, podría extenderse también hacia el Occidente y sobre todo lo que representa. Esto es probable tomando en cuenta que gran parte de los manifestantes pertenecen a organizaciones islámicas integristas. En Yemén, la dictadura que actualmente gobierna representa una réplica asiática de la de Mubarak. Si esta dictadura cae, el destino de esa nación podría ser el mismo que el de Egipto. Por supuesto, estos finales no son seguros. Aunque las potencias occidentales mantuvieron cierta tolerancia hacia Mubarak, hacia la dictadura de Yemén y hacia la monarquía absoluta de Omán, esto no indica que el régimen que llegue al poder sea islámico radical. Bien podría ser un sistema democrático. No todos los que se oponen a esos gobiernos, dentro de Egipto, Yemén y Omán desearían sustituirlos por otras dictaduras, sean proocidentales o antiocidentales. Algunos desean lo mismo que los manifestantes de Argelia y los guerrilleros de Libia. Aunque es necesario recalcar que estos sectores democráticos si comparten con sus homólogos extremistas un cierto rencor y empatía hacia los gobiernos de las potencias occidentales.


Finalmente, sea cual sea la situación y el final de todas estas rebeliones, lo que ocurre será algo histórico. Lo que ocurre en el mundo árabe será recordado en relación a la región árabe, y no solo hacia un país en particular. Esta época de movimientos antisistema en varias naciones será difícil de narrarlos tomando en cuenta a una sola nación.