lunes, 27 de diciembre de 2021

CIENCIA POLÍTICA: Elecciones y democracia: no siempre ambas van de la mano



La humanidad ha ensayado varios tipos de gobierno a lo largo y ancho de la historia. Diferentes formas de organizar el ejercicio del poder público sobre una determinada sociedad, y a su vez, diferentes formas (reglas, ritos y costumbres) para regular la transmisión del poder de unas manos a otras. Sistemas políticos; eso es lo que expresa la forma de ejercer el poder y transmitirlo a otros dirigentes. De los gobiernos tribales surgidos en los albores de la humanidad, y que predominaron durante el largo período de la Prehistoria, surgieron otras formas más sofisticadas, complejas y estratificadas de organizar políticamente a una sociedad. Teocracias, monarquías, oligarquías o repúblicas; eventualmente dictaduras caudillistas; todas estas formas de gobierno fueron lo que ha predominado en el mundo desde la Antigüedad hasta nuestros días. Entre las formas de gobierno que en determinado momento vio la luz está la democracia; un sistema de regulación del ejercicio del poder público que puede estar regido ya sea bajo una monarquía (forzosamente de tipo parlamentario) o una república; naturalmente una república clásica en donde las instituciones están por encima de caudillos o "salvadores de la patria". 

Es la democracia un sistema de gobierno muy complejo; tan complejo que pocos lo entienden pese a que muchos creen rendirle tributo. Una forma de Estado basado en la legalidad, la ley, la división de poderes, el federalismo, el respeto por las libertades cívicas y ciudadanas (garantías individuales) y finalmente lo más importante: la elección de los gobernantes (de cualquier nivel: nacional, regional y local) y de los representantes populares mediante elecciones periódicas pluripartidistas; con este último adjetivo se entiende que deben ser elecciones en donde la oposición política organizada participe y tenga la posibilidad de desplazar al equipo o grupo en el poder mediante un simple (aunque a veces muy competitivo) proceso electoral. Se entiende, pues, que en una democracia el gobernante obtiene el poder ganándolo en un proceso electoral en el que tiene que competir contra otros candidatos al mismo puesto. Y esta regla aplica por igual para los que encabecen el gobierno en las divisiones territoriales en las que esté dividido un país para su administración interior, así como a los que ocupen escaños en el Congreso; los llamados "representantes populares". Así pues, la característica esencial de la democracia son la división de poderes, el respeto irrestricto a las garantías ciudadanas y la celebración de elecciones. No obstante, si bien los procesos electorales son el elemento esencial de una democracia, no siempre la democracia impera pese a la celebración de elecciones periódicas. 

Y esto por una razón: a veces, el autoritarismo puede ir combinado de elementos propios de la democracia. Algo que en este nuevo milenio ha imperado a lo largo y ancho del planeta, y que caracterizó a algunos países en el siglo pasado, fue la orgánica integración de sistemas políticos conocidos como "regímenes híbridos"; regímenes autoritarios y antidemocráticos (iliberales) en donde se ejerce el poder de forma vertical pero combinando elementos de la democracia; si bien estos elementos están presentes más como una forma de legitimidad legal y pública que como un ejercicio real de gobierno. La manera y la forma como un sistema político puede combinar elementos propios de un orden democrático con elementos característicos de autocracias varía; existen diferentes tipos de regímenes híbridos. Una de las formas de régimen híbrido sería aquel en donde hay elecciones libres y un orden democrático, pero en donde determinados sectores de la población están excluidos del voto y del derechos de ser elegidos para puestos de elección popular en razón no de antecedentes penales, sino de pertenecer a un colectivo considerado "inferior": ya sea una raza, una etnia, un grupo religioso o sexual, etcétera. Por ejemplo, al comenzar el siglo XX, en los países "legalmente democráticos" se excluía del voto a las mujeres; y en no pocas de esas naciones, las personas de determinado grupo racial no eran admitidos en el ejercicio público de la política; tal como sucedía en los Estados Unidos de América, en donde la población negra estuvo regida bajo un sistema de exclusión social que incluyó la negación de derechos políticos reservados a los hombres blancos. 

Así pues, esa sería una forma de combinar democracia y autoritarismo: un sistema de exclusión social discriminatoria pero en donde las reglas básicas de la democracia imperan entre el colectivo, la raza o el sexo dominante. No obstante, existen otras formas de regímenes híbridos que incluyen elecciones periódicas y procesos electorales pero en donde estas son tan solo una mascarada del grupo y la clase política que dirige el poder. En estos regímenes políticos, los miembros del régimen controlan mediante un monopolio político dictatorial el poder ejecutivo nacional, el congreso, el poder judicial, las instituciones formalmente "autónomas", los sindicatos legalmente reconocidos, las corporaciones policiacas y hasta las altas esferas del ejército y la economía. Como se puede observar, un contexto marcado por la existencia de una verdadera dictadura; una dictadura simulada y oculta mediante un sistema electoral en donde se permite la participación de la oposición política, pero en donde las instituciones encargadas de llevar a cabo los procesos electorales y los conteos de votos no son independientes; están supeditados a la maquinaria electoral de la facción política en el poder. 

Se crea así una situación en donde el partido oficial no solo es un competidor más en el juego electoral, sino además el juez y árbitro de las elecciones. El partido oficial siempre gana...y cuando no gana por las buenas (con el voto de la mayor parte de la ciudadanía, el cual solo es simbólico) el régimen recurre al fraude electoral, que es en sí misma la negación del derecho ciudadano de elegir autoridades y representantes al congreso mediante la manipulación tramposa y la alteración del proceso electoral para imponer a los candidatos del sistema. Claro está que en este tipo de régimen híbrido la clase política a veces tiene que hacer sacrificios como medio de válvula de escape a la presión política y popular en demanda de más democracia; no es extraño que a veces el régimen reconozca el triunfo de candidatos opositores en gobiernos locales y en distritos electorales, pero siempre procura que estos triunfos de la oposición sean excepciones y no la norma general; sirven solo como un medio para paliar el descontento y la presión de la ciudadanía, y de paso dar una cierta pincelada de democracia ante el mundo entero. El uso político de la democracia como discurso y como fuente de legitimidad, pero nunca una realidad en el ejercicio del poder político. 

Por supuesto, esta clase de regímenes políticos de dominación hegemónica, vertical y autoritaria que simulan democracia son un fenómeno que si bien en esta etapa histórica no es algo nuevo, sí es algo que no tiene muchos siglos de existencia. Básicamente, esta clase de regímenes políticos híbridos fueron un fenómeno que tuvo sus orígenes en el siglo XIX, cuando el liberalismo político iba ganando terreno frente al conservadurismo ultramontano y al absolutismo, pero cuando la legitimidad democrática aun era precaria en el ambiente social. Fue en el siglo XX cuando este fenómeno se manifestó en algunos países, como en el caso de México durante la larga dominación hegemónica del PRI, la Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista, la Nicaragua de la dinastía Somoza, y el Taiwan de los ochentas y principios de los años noventas. También en la Nicaragua de los sandinistas en los años ochentas. No obstante, la proliferación de esta clase de régimen híbrido se expandió de manera considerable tras el final de la Guerra Fría; estamos hablando de la etapa que va de 1991 a la actualidad, con mayor incidencia en la década pasada. En estos años, Nicaragua ha vuelto a ser el dominio del sandinismo, con Daniel Ortega y su esposa en el papel de los jerarcas máximos del país. También podemos mencionar a la Venezuela chavista, la Bolivia de Evo Morales, la Rusia poscomunista, Bielorrusia, el Perú fujimorista de los noventas, etcétera. 

Los casos que se han mencionado como ejemplos difieren en ideología, estilo discursivo y forma de proceder contra la oposición, la disidencia y la crítica, además del grado de control y represión (modalidad autoritaria) sobre la sociedad en la que regían o rigen; no obstante, todos estos regímenes autoritarios tienen algo en común: no eran sistemas totalitarios y tampoco se trataba de ejemplos clásicos de autoritarismo; pero tampoco eran, pese a la celebración de elecciones y pese a la libertad de la oposición de competir en ellas, ejemplos de democracia; ni democracia republicana ni democracia monárquica parlamentaria. Eran un fenómeno político de régimen y sistema autoritario que sencillamente se vestían de ropajes democráticos para ocultar, lo más que podían, su verdadera naturaleza. Así pues, y ya para concluir, la existencia de elecciones pluripartidistas es quizá el elemento básico y central de todo régimen al momento de evaluarlo como democracia, pero no es el único elemento y, como se puede ver, las elecciones no siempre son una manifestación democrático; a veces se convierten tan solo en un barniz de la clase política en el poder. Y sin embargo, estos regímenes pueden encontrar un verdadero desafío a su poder si la oposición se organiza, aprovecha el descontento social y comienza a obtener el apoyo ciudadano en las urnas. Pese a la existencia del fraude electoral, si la ciudadanía se organiza en forma de resistencia civil, muy bien podrían tumbar al régimen. En 1990, Mario Vargas Llosa calificó a uno de esos regímenes (el del PRI, en México) como la "dictadura perfecta"; en cierta forma estos regímenes lo son...pero nunca resultan tan perfectas como parecen. Como cualquier otra forma de régimen, estos pueden caer y ser barridos en el largo proceso de la historia humana. 

miércoles, 28 de julio de 2021

HISTORIA CUBANA: Recordando el Moncada: el asalto que llevó a la historia a un caudillo




El 26 de julio, se ha cumplido otro aniversario más de un suceso en la historia de Cuba. Dentro de dos años más, se cumplirá un decenio. Por el momento, solo se cumple un año más del suceso; no obstante, es importante recordarlo ahora que Cuba está pasando por un proceso de deterioro social constante y descontento político reflejado en manifestaciones contra el régimen, el sistema y a favor de la libertad y la democracia. El suceso al que me refiero es el asalto al Cuartel Militar de Moncada, en Santiago, al sur de la isla de Cuba; suceso que tuvo lugar la noche del 26 de julio de 1953. 

El asalto al Cuartel Militar de Moncada no puede entenderse sin comprender el contexto en el que se llevó a cabo. Veamos; el motivo que originó la intentona por medio de la cual se pretendió iniciar una rebelión armada contra el gobierno nacional de Cuba debe ubicarse un año atrás. Específicamente: el 10 de marzo de 1952. Ese día Cuba amaneció, por última vez, en medio de un sistema democrático, republicano y representativo. Una democracia sustentada en la Constitución de 1940. Una democracia que es verdad que no pasaba por su mejor momento, pero tampoco era Cuba un Estado nacional fallido. Había corrupción, violencia gangsteril en las universidades e impopularidad hacia el Presidente de ese entonces: Carlos Prío Socarrás. Pero al fin y al cabo; ¿que sistema de gobierno es perfecto? ¿Qué sistema de gobierno no pasa por momentos problemáticos e imperfectos en un grado que genere malestar e inquietud? La democracia cubana pasaba por un momento difícil aquella mañana del 10 de marzo de 1952, pero era ese un régimen perfectamente sustentable, perfeccionable y era, hacia 1952, un régimen que había hecho de Cuba una de las economías más sólidas del continente. En América Latina, el nivel de vida cubano solo estaba por debajo de la Argentina, en aquel entonces una nación sudamericana que pasaba por momentos difíciles en el ámbito político. 

El 10 de marzo de 1952, Cuba amaneció en medio de un sistema de gobierno democrático. Pero fue la última vez desde entonces; ese día, ocurriría en Cuba otro episodio más de la serie de cuartelazos y golpes de Estado que asolaron a América Latina durante varias décadas del siglo. El militar Fulgencio Batista Zaldívar, quién entonces era un candidato presidencial a las elecciones que debieron celebrarse ese año, encabezó un golpe de Estado que triunfó ese mismo día y prácticamente sin derramamiento de sangre; tan solo haciendo que sus tropas ocuparan el Cuartel Militar de Columbia y otras guarniciones y puestos importantes de gobierno. El triunfante golpe de Estado no solo liquidó un gobierno cuya cabeza (Carlos Prío Socarrás) ya era prácticamente impopular; ese cuartelazo militar liquidó una democracia. La democracia cubana, que desde entonces y hasta este tiempo no ha vuelto a pisar tierra en la nación de José Martí. Se inició ese mismo 10 de marzo de 1952 una nueva dictadura: la dictadura de Batista, que al principio, y quizá debido al repudio generalizado hacia Socarrás, fue aceptada por el pueblo cubano como un mal menor; hubo pocas críticas entonces y muy escasa resistencia social y política. En el fondo, el pueblo cubano aplaudió el suceso y quizá pasivamente agradeció que se le quitara de encima al mandatario que se refugiaría, primero, en la Embajada de México en Cuba y posteriormente en el extranjero. 

No obstante, con el pasar del tiempo, el pueblo cubano comenzó a detestar a Batista y a su régimen dictatorial. La corrupción ahora sostenida por el aparato de Estado fue la principal causa. También la relación, cada vez más notoria, entre el régimen y ciertos segmentos de la mafia estadounidense; Meyer Lansky fue uno se esos sujetos que hizo negocios en Cuba aprovechando el ambiente de dictadura y corrupción en la nación isleña. La represión política, a cargo particularmente de la policía secreta del régimen, y la violación sistemática, no pocas veces sangrienta, de los derechos humanos y las garantías individuales fue un caldo de cultivo de descontento político y social. En medio de este contexto, ocurriría, en la Ciudad de Santiago, al sur de la isla de Cuba, una intentona armada contra el régimen, encabezado por un joven abogado de nombre Fidel Alejandro Castro Ruz. 

El asalto al cuartel se llevó a cabo en medio de la noche. El grupo rebelde intentó tomar el cuartel por medio de las armas y la violencia. El asalto fue rechazado por la guarnición militar al servicio de la dictadura; la intentona armada fracasó y hubo muertos, detenidos y asesinados. Entre los detenidos estuvo Fidel Castro, el cual fue condenado a prisión; fue durante su juicio cuando pronunció aquel discurso cuyo enunciado más recordado es: "la historia me absolverá". Fidel Castro estuvo en prisión durante casi dos años; en 1955 fue indultado. Evidentemente Batista se sentía poderoso, seguro en el poder y quiso demostrar, con este gesto generoso hacia su más notorio opositor, un aire de cierta apertura y tolerancia. No obstante, la represión nunca fue relajada. La represión en la Cuba de Batista, en los años cincuentas, debemos apuntarlo, nunca llegó a los grados monstruosos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en la vecina República Dominicana de ese entonces, ni tampoco a los de muchas de las dictaduras sudamericanas de los años setentas. Esas eran dictaduras en donde la oposición era prácticamente liquidada: los opositores eras asesinados o encarcelados sin miramientos. En la Cuba de Batista, se toleraba la existencia en las calles, universidades y prensa cierto grado de oposición; el suficiente para aparentar un cierto espíritu democrático de gobierno, pero nunca al grado de constituir un verdadero reto político y legal al sistema. Ese era el cuadro general de Cuba hacia 1955; Batista se creía en la cima del poder. 

Su suerte cambiaría en poco tiempo. Impopular y detestado para entonces, el pueblo cubano le manifestaba repudio a sus régimen. Combatida la dictadura en los sindicatos independientes, en las universidades, en las calles, en la prensa crítica, en la sierra y hasta en el extranjero (sobre todo en Miami, Florida) el régimen se enfrentaba a retos y acciones tendientes a socavarlo. Acciones como desplegados, huelgas generales, manifestaciones multitudinarias que enfrentaban la represión policial, boicot en el cobro de impuestos, apagones, sabotajes y...guerrilla en las montañas. Y no solo eso; también contaba la diplomacia en el exterior. Se propagaba el repudio a la dictadura del viejo sargento que había entrado en escena en la historia cubana gracias a la Revolución de 1933. En las primeras horas del día 1 de enero de 1959, en medio de la fiesta de año nuevo, y tras una ofensiva triunfal de la guerrilla en Santa Clara, este régimen de corrupción sostenido por medio de la represión se derrumbó. Batista y su corte huyeron a bordo de un avión. Muchos miembros del régimen huyeron; muchos matones, torturadores y agentes fueron aprehendidos y fusilados en los días posteriores al triunfo de la guerrilla. La alegría del pueblo cubano en aquel entonces no tenía parangón, tal como se puede apreciar en fotografías y filmaciones de la época. Hubo saqueos y actos de vandalismo en las calles contra casinos y otros símbolos de corrupción y poder. La alegría del pueblo cubano solo se asemejaba a la del pueblo venezolano un año antes; cuando Venezuela derribó a otra dictadura militar aliada de la de Batista: la de Marcos Pérez Jiménez. 

Parecía que la democracia había vuelto a Cuba. Durante unos meses después del triunfo revolucionario, así pareció. Pero la noche cubana se oscureció aun más. En una de esas trágicas vueltas de la historia, Cuba pasó de la dictadura autoritaria de Fulgencio Batista a la dictadura totalitaria, socialista y fincada en la ayuda soviética de Fidel Castro. Cuba descendió aun más en el ambiente de represión política. En el nuevo régimen, el control de los medios de comunicación fue y sigue siendo total. Batista había tolerado la existencia de la prensa crítica pero sometiéndola a un constante hostigamiento por medio de sus tentáculos de Estado. Castro en cambio acabó con la prensa libre y sometió a su poder absoluto a la radio y la televisión. En Cuba se instauró un régimen análogo al de la URSS y el bloque soviético; uno en donde las garantías individuales son aplastadas de forma sistemática y total, sin fisuras de tolerancia. La libertad de manifestación no existe; las manifestaciones antigubernamentales son reprimidas, tal como se ha visto en los días recientes. El régimen de Fidel Castro no permite ni siquiera la celebración de elecciones multipartidistas; esto en medio de un sistema electoral en donde se permita participar a la oposición, pero en donde el partido en el poder ostente el control de las instituciones electorales y haga uso del fraude electoral para mantenerse contra viento y marea en el poder. Un régimen tal cual lo permitió Batista, o tal cual lo permitía y practicaba el PRI en el vecino México. O como actualmente lo llevan a cabo Venezuela y Nicaragua, aliadas de Cuba. No; el régimen de Fidel, ahora dirigido por un triunvirato que ha heredado sus glorias y su legado, es inmune a la contestación en las urnas. 

Esta semana se recuerda el asalto que, según la narrativa oficialista cubana, inició la rebelión contra el régimen de Batista. No es así; el asalto al Cuartel Militar de Moncada sorprendió en su momento, y ocasionó una movilización de tropas por parte de la dictadura, además de una reacción desmesurada aun para ese régimen ya de por sí represivo. Fue el asalto al Moncada una acción que en verdad era diferente a todas las demás acciones que por entonces se llevaban a cabo como resistencia a la dictadura instaurada el año anterior. Por su carácter armado y único, ocupó planas en los periódicos; pero esta gesta, si cabe llamarla así, no fue el inicio de la lucha generalizada contra Batista. Aun no era el tiempo; la agitación social, política y armada contra el régimen, el que verdaderamente fue socavando el dominio policial y que acabó por tumbar a Batista y su corte comenzaría en los inicios de 1957, tras la llegada, en diciembre de 1956, de Fidel Castro y su grupo de guerrilleros que partieron desde México. No obstante, el asalto al Moncada es simbólico. Y hoy mismo, el régimen que celebra el supuesto inicio de la lucha contra una dictadura, se enfrenta a manifestaciones y protestas de descontento que claman lo mismo que muchos cubanos en los cincuentas: democracia y libertad. En el fondo, dignidad. Volver al espíritu de la constitución de 1940. Volver a los inicios que muchos cubanos de mayor edad aun recuerdan en el ámbito político, para desde esa misma democracia proyectar su sueño de una patria cubana digna y libre. ¿Cuando llegará el espíritu de la señora libertad a la patria de José Martí? 

jueves, 31 de diciembre de 2020

REFLEXIONES DE ACTUALIDAD: Y finalmente, termina el odioso 2020





Termina el año 2020. Para algunos, el primer año de una década; para otros, el último año de la década 2011 - 2020. Las opiniones pueden variar en este punto. Pero, ya sea el inicio de una década más o tan solo el final del primer año de una década nueva, termina el año 2020. Un año importante en la historia de la humanidad. Un año que quizá haya sido el inicio de una etapa nueva dentro del Período Contemporáneo. Porque aun si la historiografía posterior no lo considere así, una cosa si es verdad: hay un antes y un después del 2020. Definitivamente, el año 2020 finaliza en medio de un panorama ajeno al ambiente en el que finalizó el año anterior: 2019. Aquel año que para muchos fue el final de otra década, y que para otros fue tan solo el penúltimo año de la segunda década del milenio. Hoy finaliza un año más: el 2020. 

Año 2020. Francamente, un año no muy grato para la historia humana. Un año malo en casi todos los aspectos. No es el 2020 un año totalmente malo; cosas buenas hubo. Sin duda alguna. Pero; ¿acaso no hay buenas frutas en un canasto de frutas podridas? No obstante esas cosas buenas, casi todo lo que hubo fue malo. Un año pésimo; no creo que pueda encontrarse un año peor en el pasado más reciente. Un año marcado por la incertidumbre, el miedo al contacto humano más elemental, el miedo a respirar el ambiente multitudinario, el acecho de la enfermedad y la muerte. Tan solo eso marca al año y le da un color: el color negro. No el negro de la elegancia y el decoro; más bien, el negro de lo tenebroso y de lo lúgubre. 

Fue el 2020 el año de la pandemia mundial que las generaciones actuales recordarán siempre. Una pandemia iniciada en un mercado popular de China, en una de sus urbes más populosas e importantes en su economía. La enfermedad en cuestión, conocida como el coronavirus o el covid-19, mutó de forma agresiva a fines del año anterior. Y finalmente, se expandió al mundo entero a lo largo y ancho del año que hoy finaliza. Todo ello llenando de temor y zozobra a la humanidad. Aunque el destino de cada nación es diferente en lo relacionado con el desarrollo de la pandemia que hoy azota a la humanidad (hay países que están ganando la batalla, en tanto que otros la están perdiendo) una cosas es muy clara: el covid-19 ha afectado a la sociedad entera en su conjunto; aun a quienes han tenido la suerte de escaparse de la infección, la cual se adquiere mediante el contacto humano principalmente. Eso es lo peor de la tragedia sanitaria: haber hecho del contacto y la convivencia humana (una actividad que debiera ser solo fuente de felicidad y gozo) en una bomba que en cualquier momento podría significar el contagio; en casos extremos la enfermedad acompañada de la hospitalización en medio de un cuadro clínico deplorable. En casos muy extremos, incluso la muerte.

Muchas vidas se han perdido en medio de la pandemia. Esa es una marca trágica de la pandemia: muchas vidas han quedado truncadas en este año del 2020. Vidas que hoy estarían presentes de no ser por esa terrible enfermedad. Y en medio de todo el temor que origina este terrible reto sanitario solo equiparable a la de la epidemia de hace cien años (la de la influenza española) está lo relacionado con los planes de la vida misma. La pandemia del coronavirus provocó, en este año maldito que finaliza, el aplazamiento de no pocos planes personales y familiares. La vida se ha vuelto gris y triste debido a esta enfermedad; como mencioné en líneas anteriores, el color negro ha teñido el año entero. Otro reflejo más de esta característica del año fue el aplazamiento de eventos importantes como las Olimpiadas, que debieron haberse celebrado este año, y que por consecuencia de la pandemia han sido aplazadas para tiempo mejores. 

Pero no solo lo relacionado con la vida y la salud. El covid-19 ha ocasionado estragos no solo en la salud y la vida social. Está otro efecto que en algunos países (como los Estados Unidos, Canadá o el Japón) ha sido producto de la pandemia, y solamente de ella misma; en tanto que en otros países (México, Venezuela, España, Argentina, entre otros) ha sido agravado por la pandemia, aunque no originada por ella.  Me refiero al efecto económico. El deterioro de la economía gracias a la pandemia; o bien, en otros casos, un deterioro ya iniciado antes de la pandemia como consecuencia del mal manejo de la economía, pero que la pandemia ha agravado. Porque el coronavirus no solo ha matado a personas o enviado al hospital a otras; no solo ha dañado las relaciones humanas. No solo ha traído el temor ante la vida. Ocasionó este reto sanitario la disminución del turismo, el cierre definitivo o por tiempo indefinido de empresas, el aumento del desempleo y el estrés ante un panorama hostil para mantener a flote los negocios que más o menos tuvieron éxito en sobrevivir al negro temporal. Así como la pandemia acabó con vidas de personas que hoy estarían presentes de no ser por esa enfermedad, así mismo la pandemia destruyó negocios. Empresas micro, pequeñas o medianas que hoy seguirían operando si el 2020 hubiese transitado por otros rumbos mejores. 

Junto a la pandemia del coronavirus y sus terribles efectos en la salud y en la economía, el año estuvo plagado de muchos otros negros efectos y otras noticias lamentables. Está el deterioro constante de la economía en muchos países como producto de gobiernos populistas y desastrosos. Un deterioro económico iniciado ya hace algunos años, y que afecta la calidad de vida de la gente y los pueblos. Un deterioro económico que provoca irritación, frustraciones personales, protestas sociales y un panorama de creciente incertidumbre ante el futuro. Un deterioro al que el coronavirus, como ya dijimos antes, tan solo agravó a niveles aun peor. Y la reacción de los gobiernos que han provocado el desastre ha sido lamentable: negar o minimizar el daño. O peor aun, culpar de todo al coronavirus, que tan solo ha sido un elemento y no la causa del deterioro. En medio de todo este panorama, la problemática de las caravanas de inmigrantes desesperados por buscar un lugar mejor, que les brinde aunque sea una pizca de mejora social, ha seguido siendo la constante de nuestro año 2020. 

El aumento de la inseguridad y del crimen. Otra noticia mala del 2020. Una noticia que ya ha estado presente en muchas naciones desde años atrás, pero que en este año 2020 no presentó mejoras de ningún tipo. Así pues, al miedo de estar en contacto con la gente, muchos pueblos siguen padeciendo el miedo a ser víctimas de algún tipo de crimen. El miedo a ser robados, asaltados, asesinados, secuestrados o a ser víctimas de cualquier otro atentado contra la integridad personal. En no pocas regiones, además, está el miedo al crimen organizado. A esa clase de organizaciones criminales poderosas, ramificadas y jerárquicas que operan de forma sangrienta y macabra en no pocas ocasiones. Crimen organizado y poderoso que opera con total impunidad; en muchas localidades, se han convertido en el gobierno de hecho, aunque no de derecho. Como se puede apreciar, poca luz y mucha oscuridad. 

Todo ello es el panorama general del 2020. Hay otras pequeñas malas noticias que ensombrecen el año. Noticias que contribuyeron aun más para que el 2020 fuera un pésimo año. Y no obstante, no podemos decir que el 2020 fue totalmente negativo. Hubo también buenas noticias. Una destaca entre ellas: la derrota electoral del actual Presidente de los Estados Unidos de América: el prepotente, megalómano y autoritario magnate del espectáculo y de bienes raíces Donald J. Trump. Contra todo pronóstico, el hombre que quiso reelegirse en el cargo de Presidente de una de las tres naciones más poderosas del mundo actual, el mismo hombre que había explotado el racismo y otras facetas negativas de la humanidad para alcanzar el poder y mantener popularidad, fue derrotado en las urnas. No de forma estrepitosa, claro está; pero sí de forma clara y concisa. Este sujeto deberá dejar el poder el próximo 20 de enero del año entrante. Retorna a la Casa Blanca la civilidad que nunca debió ser abandonada en aras de premiar un proyecto populista, demagogo y de un liderazgo proclive a la megalomanía y, en cierta forma, al caudillismo; un fenómeno del que Estados Unidos se creía libre hasta antes del 2016, cuando se decantaron por Donald J. Trump. 

También, entre los pocos sucesos positivos del año, estuvo el estallido de una nueva oleada de luchas y protestas civiles en los Estados Unidos en contra del racismo y el abuso policial. Todo ello fue la consecuencia de la muerte de un ciudadano de raza negra, George Floyd, ocurrida el 25 de mayo como consecuencia de una detención brutal y un abuso cometido por policías blancos en la Ciudad de Mineápolis, en el Estado de Minnesota. A este suceso lamentable (otra noticia mala que enloda el año) le siguieron protestas masivas en varias ciudades de los Estados Unidos; definitivamente la muerte de George Floyd conmovió a la opinión pública al grado de hacerla salir a las calles. Otro suceso positivo: el 10 de noviembre fue destituido, bajo cargos de corrupción, el Presidente del Perú Martín Alberto Vizcarra Cornejo, quién había llegado al cargo sustituyendo a otro mandatario igualmente acusado y destituido por cargos de corrupción: Pedro Pablo Kuczynski Godard. Martín Vizcarra fue sustituido por un político y agrónomo de nombre Manuel Arturo Merino de Lama, tan solo para que cinco días después, este hombre tuviera que renunciar ante las muertes de dos jóvenes que participaban en protestas a favor del destituido Vizcarra; muertes ocasionadas por la brutalidad policial al contener las manifestaciones. Llegó a la Presidencia de la República Peruana, el 15 de noviembre, el ingeniero industrial, escritor y político afiliado al "Partido Morado" Francisco Rafael Sagasti Hochhausler: el cuarto presidente que ha tenido el Perú en este quinquenio (2016 - 2021) que debió corresponder a Pedro Pablo Kuczynski. 

Todo este enredo de la política peruana (presidentes destituidos por corrupción, y ex mandatarios enjuiciados por los mismos cargos) puede ser una mala noticia. Reflejan el lodazal de la política peruana. Quizá sea así: pero la destitución de Vizcarra por cargos de corrupción, más la destitución de Merino cinco días después ante la conmoción por la brutalidad policiaca que llevó a la muerte a dos jóvenes manifestantes, también es una buena señal después de todo. Ello solo significa que tanto la democracia como la justicia peruana están fortalecidas. La política peruana puede ser un lodazal, pero el hecho de que en este quinquenio dos mandatarios acusados de corrupción hayan sido destituidos (Kuczynski y Vizcarra) y el hecho de que varios ex presidentes peruanos estén siendo investigados judicialmente por los mismos cargos (Alejandro Toledo y Ollanta Humala) solo reflejan una cosa muy importante: el progreso notable del aparato de justicia independiente de esta nación sudamericana. Un progreso que otras naciones latinoamericanas ya desearían, como México, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia, entre otras. El ejemplo peruano podría en un futuro no tan lejano contagiar a otros países de la región. Por lo tanto, la destitución de Martín Vizcarra, político mediocre que solo llegó a su puesto gracias a su padrino Kuczynski, es una buena noticia. Una noticia positiva del año, en medio de noticias nefastas. 

Podríamos seguir mencionando más noticias del año. Noticias que le refuercen el color negro, o que lo iluminen un poco. No obstante, esto sería el cuadro general de un año que la humanidad no recordará de forma particularmente grata. Un año imborrable en el que la vida fue tan frágil como el vidrio de una copa de cristal. Ojalá el 2021 ¿el inicio de una nueva década, o el segundo año de la tercera década del siglo? sea mejor. Desde luego, no podemos esperar que sea un año luminoso: atajar la pandemia y otros males no es tarea de un pestañear de ojos. Requiere paciencia, perseverancia en la tarea y pasos graduales. Sobre todo esto último: la mejora irá de pequeños a grandes pasos. Fases conjuntas que van alejando las sombras de estos tiempos nublados. Y no obstante, todos esperamos que la mejora comience en ese nuevo año que llega. Que la aurora de la luz vaya avanzando. La humanidad lo necesita. 


domingo, 15 de noviembre de 2020

POLÍTICA ESTADOUNIDENSE: Joe Biden o el regreso del catolicismo en la Casa Blanca





El próximo 20 de enero, terminará la era de Donald J. Trump en los Estados Unidos de América. El ególatra, pendenciero y autoritario empresario de bienes raíces y del espectáculo Donald J. Trump deberá entregar el mando de la nación, después de perder la reelección, pasando a la lista no menor de hombres (hasta el día de hoy solo hombres) que, habiendo ganado la Presidencia de los Estados Unidos, fracasaron en su intento de reelegirse. El efecto Trump, que fascinó a muchos votantes en 2016, este año se redujo y como consecuencia, el personaje que ganó la Presidencia sin haber competido anteriormente en ninguna elección popular (sin ser un político de carrera) perdió la elección de este mes. Donald J. Trump comenzó su batalla por la Presidencia de su nación atacando, en twitter, de forma xenófoba y hasta racista a los mexicanos, y abandonará su puesto tras un año de mala racha que el electorado de estados clave le cobró en las urnas. Como consecuencia del resultado de la elección, un nuevo hombre llega al poder en enero del año entrante. Ese hombre se llama "Joseph Robinette Biden Jr"; más conocido públicamente como "Joe Biden". Un demócrata ya mayor (tendrá 78 años al asumir la Presidencia) que en dos ocasiones anteriores, en 1988 y en 2008, intentó obtener la nominación de su partido para competir en elecciones presidenciales. 

Joe Biden; un hombre de varios fracasos, importantes puestos políticos y también un hombre practicante de la religión católica, apostólica y romana: en síntesis, un político católico. Esto último, el hecho de que Joe Biden sea católico, puede parecer un dato menor y hasta de simple ficha biográfica; incluso, para algunos hasta puede ser una frivolidad mencionarlo. Un dato sin importancia si desconocemos la importancia de la religión en la sociedad estadounidense y el papel del protestantismo entre los "valores fundadores" de la nación americana más poderosa y la segunda más extensa del continente. Porque en efecto, el protestantismo fue uno de los valores o conjunto de elementos que fundaron la esencia de los Estados Unidos de América; y ha sido la rama del cristianismo predominante en la política, la ideología y hasta en los negocios; si bien en este último ámbito, y desde hace varias décadas, el judaísmo ha ganado poder e influencia social. Un católico en la Presidencia de la nación más poderosa del planeta y quizá, hasta el día de hoy, de la historia mundial, es una rareza que no pasa desapercibida pese a ser la religión de una persona un dato menor. Y pese a que, desde su fundación, Estados Unidos separó la religión de la política y adoptó el laicismo como doctrina institucional; no ha sido nunca este país una nación clerical como lo fue la España del imperio en "donde no se ponía el sol" o la Rusia zarista, por mencionar ejemplos del pasado. O como varias naciones del mundo árabe en los tiempos actuales. 

Desde luego, una cosa sí debe mencionarse: Joe Biden no es quién va a pasar a la historia como el personaje que rompa el monopolio protestante en la Casa Blanca. Aun cuando la llegada de un católico a la Oficina Oval aun es una rareza, el monopolio protestante en la residencia presidencial de los Estados Unidos ya había sido roto anteriormente. Porque en Estados Unidos ya antes hubo un mandatario (muy popular y carismático, a diferencia de Joe Biden) que fue, en vida, creyente del catolicismo. Uno que pasó a la lista no muy corta de presidentes asesinados en el ejercicio de su cargo. Y uno que pasó a la historia de su país por lo de la crisis de los misiles en Cuba, su presunto amorío con Marilyn Monroe y por su aire jovial que trajo a la Casa Blanca tras ocho años de gobierno de Dwight David Eisenhower y su marca más bien formal y seria. El católico al que nos referimos es John F. Kennedy. 

En efecto, John Fitzgerald Kennedy fue el primero, y hasta el día de hoy el único presidente de los Estados Unidos de América en ser miembro de la comunidad católica. Y en su momento, cuando el joven mandatario era candidato del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos, el catolicismo de Kennedy fue un tema de campaña. Desató su posible triunfo electoral temor en sectores protestantes muy conservadores; para ellos, la idea de tener a un mandatario católico podría significar que el Vaticano o el Papa pudieran influir en las decisiones presidenciales de su administración. Todo esto refleja la importancia que la religión tiene en la vida pública del pueblo estadounidense; aun cuanto, como se ha mencionado en líneas arriba, Estados Unidos sea un país oficialmente laico y ajeno a la religión. Tanta importancia tiene el protestantismo que los sectores de la ultraderecha o extrema derecha estadounidense imponen como uno de sus requisitos para ser considerado un ciudadano de la nación el ser protestante. Los grupos del Ku Klux Klan (que en los años sesentas se volvieron muy activos en contra de las protestas de la población  negra por el reconocimiento oficial de sus derechos ciudadanos) tienen entre sus fundamentos ideológicos el anticatolicismo: el odio a la religión y a la iglesia católica es parte de la serie de ideas de la ultraderecha estadounidense, así como en España, Latinoamérica y otros países mayoritariamente católicos la ultraderecha nativa tienen entre sus fundamentos ideológicos el rechazo y el odio al protestantismo. 

Así pues, podemos ver que el tema del catolicismo en la familia presidencial no es tema sin importancia. El catolicismo de Kennedy fue, en su día, un tema de debate e interés. Quizá hoy el día, el catolicismo de Joe Biden sea un tema menos polémico de lo que lo hubiera sido en los sesentas, pero aun es tema de gran importancia en la sociedad de ese país. Y finalizamos con las palabras de John F. Kennedy en plena campaña electoral (en la que contendió contra el republicano Richard M. Nixon, años después Presidente de los Estados Unidos). Palabras en torno a su religión. 

  "La iglesia no habla por mí. Yo no soy el candidato católico a Presidente. Soy el candidato del Partido Demócrata a Presidente, que resulta que también es católico. No hablo por mi iglesia en temas públicos y la iglesia no habla por mí". 

martes, 20 de octubre de 2020

Elecciones Regionales Coahuila e Hidalgo: ¿Comienza la Caída Definitiva de MORENA?



El domingo pasado, como se sabe, hubo elecciones regionales en dos entidades de la República Mexicana: Coahuila (en el norte) e Hidalgo (en el centro). Dos entidades actualmente gobernadas por mandatarios estatales procedentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI): Miguel Ángel Riquelme Solís en Coahuila y Omar Fayad Meneses en Hidalgo. Como dato importante, debemos recordar que en México existen aun cinco (solamente cinco) entidades federativas en donde, desde los años veintes, han estado gobernados, de forma ininterrumpida, por el otrora partido oficial PRI a nivel estatal; es decir, en donde desde hace más de noventa años todos los gobernadores han sido priistas. Entre esas cinco entidades figuran Coahuila e Hidalgo; las otras tres son Campeche, Colima y el Estado de México.

El resultado ha sido un desastre para el partido gobernante a nivel nacional: MORENA (Movimiento Regeneración Nacional). Un desastre que, pese a todo, no lo hace el perdedor absoluto: quedó como la segunda fuerza electoral en esas entidades, por arriba del PAN, PRD y otros partidos. No obstante, es un duro golpe al lopezobradorismo y a su caudillo, que aspiran a construir un carro completo de triunfos electorales. Hasta la fecha, lo habían logrado. Como se sabe, en 2018 ganaron la Presidencia y obtuvieron el control del Congreso Federal. Y en 2019 arrebataron al PAN (Partido Acción Nacional) la gubernatura de Baja California, que el blanquiazul había retenido desde 1989. También, MORENA gobierna en la CDMX y en Veracruz (la segunda y la tercera entidad más poblada de la nación, respectivamente). Se puede ver, pues, que nada parecía detener el ascenso del nuevo partido político que hoy tiene a su líder y fundador como el Presidente de México.

Pero la realidad ha sido otra. Para sorpresa de MORENA y quizá para su ego y orgullo guinda. Porque el tricolor le ha ganado de calle, en ambas entidades. El PRI ha comenzado, en estas entidades, el que quizá sea el lento y gradual derrumbe de MORENA del poder. No digo que el PRI vaya a ser el partido que saque de la Presidencia a MORENA; más bien, presiento que el personaje que logre hacerlo provendrá del PAN. Lo que afirmo es que es el PRI el que ya asestó la primera grieta al ascenso del partido que lo sacó de la Presidencia el año antepasado.

¿Significa todo ello que el PRI ha comenzado de nuevo su ascenso? Para los priistas, la noticia les devuelve la esperanza. Es una bocanada de aire fresco desde el enrarecido clima adverso que vivían desde el año 2016, cuando el PAN le ganó, en términos generales, en las elecciones estatales y regionales de ese año. Proceso que fue como una edición de lo que vendría, a nivel nacional, en 2018. En esas elecciones, además de perder la Presidencia, quedaron en tercer lugar. Y hoy, en la Cámara de Diputados, el PRI es la quinta fuerza electoral, por debajo incluso del Partido del Trabajo (PT), partido paraestatal y mercenario que el priismo ayudó a fundar en los años noventas, con el objetivo de restarle votos a la oposición. Un desastre que entonces significó un golpe al orgullo del antaño partido hegemónico. Hoy, en esta semana, la cosa cambia: hay motivo de fiesta para el partido tricolor. Ha comenzado un nuevo ascenso.

Para MORENA, en cambio, hay motivo de verdadera preocupación. Aunque hay que apuntar varias reservas: el derrumbe está llegando, pero no será de forma rápida y además, puede haber nuevos episodios de felicidad para el partido guinda antes de perder el poder. Esto por varias razones: el PRI ganó, y MORENA perdió. Pero no es que el PRI haya despertado mucho entusiasmo. En las elecciones del domingo pasado, hubo un notable abstencionismo electoral. En la entidad norteña (Coahuila) el abstencionismo fue, según cifras, de alrededor del 60.6% de los votantes registrados. En cuanto a la entidad central, Hidalgo, el abstencionismo fue de 51%, según datos.

Es decir, la oposición puede festejar el comienzo del derrumbe de MORENA, pero no tanto. No es que el hartazgo por el actual gobierno federal y la decepción de muchos que han visto burladas sus esperanzas ya estén obrando el milagro de despertar entusiasmo popular hacia los diferentes partidos políticos de la oposición (PAN, PRI, PRD, MC, etcétera). MORENA se está derribando más por abstencionismo y decepción que por popularidad en los candidatos que presenta la oposición. Aun México tendrá mucho morenismo, por lo menos durante un tiempo. Y además, aun hay otro factor. Andrés Manuel López Obrador. Si bien ya muchos ciudadanos desaprueba al Presidente, este conserva todavía mucha popularidad. Estando López Obrador en plena campaña, aun puede lograr para su partido muchos votos. Claro está que su partido también ha perdido muchos otros votos más que no recuperará ni aunque el Presidente aparezca en la boleta.

Así las cosas, veamos que más sigue. Veamos si el PRI aprovecha su racha de buena suerte...y comienza otra vez su ascenso hacia posiciones políticas importantes. Veamos si otros partidos de la oposición obtienen sus logros propios en el pastel que irá desocupando MORENA. Veamos si MORENA reacciona a tiempo y de milagro corrigen el camino. Porque si no es así el derrumbe seguirá...y seguirá. El tiempo corre.

domingo, 29 de diciembre de 2019

EL final de una década: 2010 - 2019. El mundo entre la sociedad virtual de las redes sociales y el mundo real (Segunda Parte)




No solo fueron las redes sociales, la tecnología inteligente que dio pasos inimaginarios en los aparatos de teléfonos inalámbricos y la obvia relación de todo esto en la evolución de las comunicaciones humanas. Aunque por supuesto, esto es la marca de esta década. La década que comenzó en enero de 2010 y que finaliza en el último segundo de este año fue importante por otros eventos y fenómenos de carácter político, social, económico, cultural, religioso, tecnológico, artístico y hasta ecológico. Podemos mencionar los de carácter político y social. 

Nueva ola revolucionaria y democratizadora 

Para comenzar, el gran primer fenómeno histórico, político y social de la década: la "primavera árabe". Todo un conjunto masivo de explosiones sociales en forma de protestas multitudinarias en el mundo árabe en contra de sus respectivos gobiernos y regímenes, y a favor de las libertades ciudadanas, la democracia y un mayor respeto a los derechos humanos. Un fenómeno iniciado a fines de diciembre de 2010, cuando en la Ciudad de Sidi Bouzid (Túnez) un vendedor ambulante de nombre Mohamed Bouazizi se inmoló en forma de protesta; esto tras de que la policía le embargara sus mercancías y ahorros; en pocas palabras, sus medios de subsistencia. Este acto provocaría dos cosas: primero, llevó a la fama y a la inmortalidad histórica a un personaje que estaba destinado a ser una persona anónima más, una de esas personas de la colectividad cuyo nombre la historia nunca registraría: su terrible y desesperado acto de protesta contra el corrupto, abusivo y anquilosado régimen político de su nación llevaría su nombre a la historiografía. Por el otro lado, su acto y su drama provocaría una ola de protestas en Túnez que el caduco régimen autoritario de ese país ya no pudo vencer ni contener. Pero la ola de protestas no solo provocaría el fin del régimen de Zine El Abidine Ben Ali, quién tuvo que renunciar al gobierno en enero de 2011. La ola de protestas  de Túnez causaría una explosión de protestas callejeras multitudinarias y hasta rebeliones armadas en otros países del mundo árabe. Egipto, Libia, Argelia, Omán, Yemén, Siria y Barhéin se verían envueltos en todo un proceso imparable de rebeliones civiles que tendrían diferentes efectos según la nación en cuestión. En menor medida, otras naciones del mundo árabe tendrían sus propias manifestaciones de la ola proveniente de la "primavera árabe", como Qatar, Irak e Irán. 

No obstante que las rebeliones en el mundo árabe tenían un interés en la democracia, un mayor respeto a los derechos humanos y otros aspectos del liberalismo político, hasta la fecha, finales de la década, solo Túnez ha logrado instaurar la democracia y consolidarla, con altas y bajas, naturalmente. La democracia fue el interés en el estallido de las revueltas por el mundo árabe; no obstante, la democracia no ha logrado instaurarse en ningún otro país en donde la ola de la primavera árabe logró estallar, aunque sí es importante mencionar que las rebeliones cívicas y callejeras sí han logrado mejoras en el avance de la democratización en dos naciones: Omán y Barhéin. En estas dos naciones, los respectivos monarcas, el Sultán de Omán (Qabus bin Said al Said) y el Rey de Barhéin (Hamad bin Isa Jalifa) concedieron mayor poder y autonomía a los parlamentos; esto por supuesto, sin apartar la línea vertical y autoritaria de sus respectivos regímenes autoritarios, monárquicos y antiliberales. Actualmente, y pese a la llegada de la primavera árabe, esos dos países ubicados en el sudoeste asiático no pueden ser considerados como "democracias", ni siquiera en el aspecto electoral. No obstante, y gracias a la primavera árabe esos dos países dieron un paso más en el avance de las libertades. 

Egipto es un caso aparte. Egipto fue una de las primeras naciones, junto a Túnez y Libia, en donde las explosiones sociales de la primavera árabe se dejaron sentir con fuerza incontenible. En Egipto, desde principios de 2011 las protestas callejeras arreciaron. Finalmente, el 11 de febrero de 2011 el dictador Hosni Mubarak renunció a la Presidencia, cargo que había ocupado desde octubre de 1981. Había sido Hosni Mubarak un dictador liberal en el aspecto económico, y de política exterior favorable a Occidente. No obstante, la corrupción y la represión que caracterizaron a su gobierno finalmente tuvo como consecuencia que los sucesos de Túnez se extendieran a la tierra de los antiguos faraones. Casi de inmediato, se instauró un gobierno provisional que convocaría a nuevas elecciones generales. Estas se realizaron a mediados de 2012. En ellas, resultó triunfador el candidato del "Partido de la Libertad y la Justicia" (un partido islamista de tendencias radicales) Mohamed Mohamed Mursi Isa al-Ayyat, el cual asumió la Presidencia de la República Egipcia el 30 de junio de 2012. No obstante, en Egipto la democracia no se consolidó. No solo por el hecho de que en las primeras elecciones democráticas del país haya triunfado un partido aun más radical y antidemocrático que el gobierno de Mubarak, sino porque a un año de haber asumido Morsi la Presidencia de la nación, un golpe de Estado militar liderado por el "Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas", Abdul Fatah al-Sisi, derrocó al nuevo gobierno. Abdul Fatah al-Sisi asumió la Presidencia de la nación. Aunque la Presidencia de Al-Sisi se ha pretendido legitimar mediante elecciones en 2014 y 2018, Egipto vive actualmente, a fines de la década, en un régimen civil y electoral pero de corte vertical, hegemónico y autoritario. Un régimen de autoritarismo electoral no muy diferente al de Perú en los noventas, la Rusia poscomunista o el México del siglo XX.

En Libia y en Siria, la ola de la primavera árabe se manifestó en forma de guerra civil. Guerra sangrienta y encarnizada que muy difícilmente tendrá una solución pacífica. En Libia, la rebelión armada de parte de grupos de oposición diferentes entre sí en ideología y propósitos comenzó desde principios de 2011. Libia era gobernada desde 1969 por una dictadura encabezada por Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi, uno de los enemigos más encarnizados de Occidente entre 1969 y principios de los años noventas, cuando comenzó a moderar su discurso islámico radical y antioccidental. En 2011, la rebelión estalló, primero en forma de protestas que fueron reprimidas y casi de inmediato por una rebelión armada que se extendió a gran parte del país africano, ocasionando una guerra civil en la cual intervinieron fuerzas de la OTAN en apoyo de los rebeldes. Los rebeldes fueron ganando terreno, y el 20 de octubre de 2011 una partida de estos logró capturar al dictador Gadafi, quién se había escondido en una tubería en las cercanías de la Ciudad de Sirte, lugar donde el sátrapa había refugiado a su gobierno. La captura concluyó en la ejecución del dictador, quién prácticamente fue linchado por la multitud. Tras estos sucesos, Libia quedó en manos de un gobierno de transición que convocaría a elecciones legislativas. No obstante, Libia no ha podido consolidar un régimen fuerte (ni democrático ni autoritario) y la paz social ha sido alejada sin haber signos de que la situación cambie en el plazo inmediato; en 2014 estalló una guerra civil que hasta la fecha continúa entre los señores de la guerra y entre los mismos grupos que encabezaron la revuelta contra la dictadura de Gadafi, los cuales se han disputado de forma sangrienta el poder y el dominio del país; técnicamente, Libia vive una situación de guerra civil entre revolucionarios muy parecida a lo que vivió Francia, México, Rusia y China durante sus respectivas revoluciones, cuando el enemigo común ha sido derrocado y los rebeldes se disputan el control político. Una situación muy parecida (con sus diferencias) a lo que vive Siria actualmente. 

Justamente, la guerra civil que vive Siria es producto de la primavera árabe. No obstante, esta guerra debe ser vista de forma diferente debido a los grandes intereses geoestratégicos que conlleva, y debido al impacto en la dinámica mundial. En este sentido, la guerra civil de Siria comparte en común con la crisis de Ucrania y Rusia en los mediados de esta década. El impacto de estos dos grandes conflictos en dos diferentes zonas del mundo es tal que no pocos analistas han considerado a estos conflictos como contiendas que podrían escalar a una tercera guerra mundial. No obstante, lo anterior es la nota sintetizada de las consecuencias de la primavera árabe. 

EL final de una década: 2010 - 2019. El mundo entre la sociedad virtual de las redes sociales y el mundo real (Primera Parte)





Finaliza el año 2019. Y este fin de año no solo marca el final del 2019. Es el final de una década más en la historia humana. La década de los años diez del presente siglo. La segunda década no solo del siglo XXI, sino del tercer milenio. La década que comenzó en 2010, y finalizará al terminar el 2019. Un decenio que aun no termina de identificarse con algún nombre simbólico en específico; pero eso sí, una década en el que las comunicaciones humanas evolucionaron de forma inesperada. 

Las comunicaciones de nuevo: evolución

Así es: en esta década, las comunicaciones humanas evolucionaron aun más de lo que ya lo habían hecho en las dos décadas anteriores, cuando los chat rooms y el messenger habían irrumpido en la sociedad. En esta década de los años diez, las redes sociales de repente tuvieron un auge. Si bien las primeras redes sociales (Facebook y Twitter) se habían inventado y consolidado económicamente en la década anterior, fue en esta década, la que finaliza al terminar el 2019, cuando las redes sociales tuvieron una expansión y un auge aun más amplio en la sociedad tecnologizada. Las redes sociales pasaron de ser un medio apenas utilizado por algunos sectores de la sociedad, a ser un fenómeno social diario en la vida humana. Una sociedad constantemente conectada a una red social (la que fuese) y que hace uso de esta en muchos aspectos de la vida. Eso define a la historia social a partir de esta década: la década del 2010 - 2019. Nunca más, la comunicación humana estará limitada al teléfono o a las videoconferencias. Ni siquiera a los límites de las salas de chat rooms, las cuales ya habían logrado un avance de las relaciones en internet que superaban límites propios del teléfono; aun de los teléfonos inalámbricos: me refiero a los celulares. 

Y hablando de los teléfonos celulares, en esta década que finaliza estos aparatos se volvieron aun más útiles e inteligentes. De por si los teléfonos celulares ya habían superado la etapa en la que solo servían para hacer llamadas. Ya en la década anterior, los celulares eran aparatos utilizados para otras tareas aparte de las llamadas telefónicas. Ya en ese entonces, los celulares eran medios en los cuales se enviaban mensajes escritos, servían para descargar juegos multimedia y además, tomar fotografías y videos. Esto entre otras funciones. Y de repente, cuando la humanidad menos lo pensó, el servicio de Whatsapp llegaría para facilitar las comunicaciones humanas por medio del teléfono celular. Ahora ya no solo era lo instantáneo de los mensajes escritos de una persona a otra. Ahora, en una sala de conversación entre personas, se puede compartir imágenes, videos y otras muchas cosas más. Pero no solo eso; ahora, y gracias a la aplicación del Whatsapp, grupos de personas pueden tener comunicación a través de un grupo social comunitario. Ahora una sala de comunicación escrita en un teléfono no está limitada a dos personas. Esta forma múltiple de comunicación entre más de dos personas es un aspecto que llegó en esta década: la segunda del tercer milenio. No cabe duda: en esta década de los años diez, las comunicaciones humanas evolucionaron aun más de lo que ya lo habían hecho a partir de la invención del internet y de los celulares inteligentes. Ahora sí, existe una sociedad virtual, aparte de una sociedad real. 

Crisis, recesión y desastre en Haití

La década de los años diez del presente siglo no solo será recordada por el auge y la expansión de las redes sociales. Por supuesto, también por los acontecimientos políticos, sociales, económicos, culturales y religiosos que ocurrieron tras este período de tiempo. Y sobre estos temas, muchas cosas importantes pueden destacarse. Porque es en esta década en la que se vivieron fenómenos que el mundo ya había vivido en otras décadas; pero que en este tiempo volverían a manifestarse, de una forma u otra, de manera creciente. Es importante hacer un repaso de todo ello. Pero para comenzar, podemos mencionar dos fenómenos con los cuales comenzaría esta década, y que tuvieron repercusiones importantes: el primero, la gran crisis o recesión económica mundial de 2008, y cuyos efectos desastrosos en la economía mundial llegarían a sentirse hasta la década que nos ocupa. Una gran crisis económica que recordaba a la de 1987 y a la de 1929, y que puso en jaque la credibilidad del sistema económico predominante tras el fin de la Guerra Fría y el colapso del bloque socialista. Una gran recesión que representaría un factor de peso en el triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008; el efecto Obama aun se vivía al comenzar la década de 2010. Y la otra noticia importante con la que se despertó el mundo al iniciar la década de los diez de este siglo: el terremoto de Haití el martes 12 de enero de 2010. Un desastre natural que ocasionó grandes estragos en la ya de por sí ruinosa infraestructura material del país caribeño, y que provocó pérdidas humanas que llegaban a la escalofriante cifra de 200 000 personas. También, el terremoto de Haití despertó la solidaridad mundial hacia esa empobrecida nación a la que muchos califican como un "África instalado en América", además de involucrar controversias producto de la conflictiva política americana de ese entonces. Ahora bien, estos dos fenómenos (uno económico con impacto político y el otro natural y de impacto social y político) son las dos noticias con las que el mundo inició la década de los años diez del presente siglo. En el caso de la recesión económica del 2008, el mundo se despertó inmerso en sus efectos en 2010. En el caso del terremoto de Haití, el mundo se estremeció a escasos días de comenzar la década, como ya mencionamos líneas arriba. No obstante, otras noticias, fenómenos y acontecimientos marcaron la década.