domingo, 29 de diciembre de 2019

EL final de una década: 2010 - 2019. El mundo entre la sociedad virtual de las redes sociales y el mundo real (Segunda Parte)




No solo fueron las redes sociales, la tecnología inteligente que dio pasos inimaginarios en los aparatos de teléfonos inalámbricos y la obvia relación de todo esto en la evolución de las comunicaciones humanas. Aunque por supuesto, esto es la marca de esta década. La década que comenzó en enero de 2010 y que finaliza en el último segundo de este año fue importante por otros eventos y fenómenos de carácter político, social, económico, cultural, religioso, tecnológico, artístico y hasta ecológico. Podemos mencionar los de carácter político y social. 

Nueva ola revolucionaria y democratizadora 

Para comenzar, el gran primer fenómeno histórico, político y social de la década: la "primavera árabe". Todo un conjunto masivo de explosiones sociales en forma de protestas multitudinarias en el mundo árabe en contra de sus respectivos gobiernos y regímenes, y a favor de las libertades ciudadanas, la democracia y un mayor respeto a los derechos humanos. Un fenómeno iniciado a fines de diciembre de 2010, cuando en la Ciudad de Sidi Bouzid (Túnez) un vendedor ambulante de nombre Mohamed Bouazizi se inmoló en forma de protesta; esto tras de que la policía le embargara sus mercancías y ahorros; en pocas palabras, sus medios de subsistencia. Este acto provocaría dos cosas: primero, llevó a la fama y a la inmortalidad histórica a un personaje que estaba destinado a ser una persona anónima más, una de esas personas de la colectividad cuyo nombre la historia nunca registraría: su terrible y desesperado acto de protesta contra el corrupto, abusivo y anquilosado régimen político de su nación llevaría su nombre a la historiografía. Por el otro lado, su acto y su drama provocaría una ola de protestas en Túnez que el caduco régimen autoritario de ese país ya no pudo vencer ni contener. Pero la ola de protestas no solo provocaría el fin del régimen de Zine El Abidine Ben Ali, quién tuvo que renunciar al gobierno en enero de 2011. La ola de protestas  de Túnez causaría una explosión de protestas callejeras multitudinarias y hasta rebeliones armadas en otros países del mundo árabe. Egipto, Libia, Argelia, Omán, Yemén, Siria y Barhéin se verían envueltos en todo un proceso imparable de rebeliones civiles que tendrían diferentes efectos según la nación en cuestión. En menor medida, otras naciones del mundo árabe tendrían sus propias manifestaciones de la ola proveniente de la "primavera árabe", como Qatar, Irak e Irán. 

No obstante que las rebeliones en el mundo árabe tenían un interés en la democracia, un mayor respeto a los derechos humanos y otros aspectos del liberalismo político, hasta la fecha, finales de la década, solo Túnez ha logrado instaurar la democracia y consolidarla, con altas y bajas, naturalmente. La democracia fue el interés en el estallido de las revueltas por el mundo árabe; no obstante, la democracia no ha logrado instaurarse en ningún otro país en donde la ola de la primavera árabe logró estallar, aunque sí es importante mencionar que las rebeliones cívicas y callejeras sí han logrado mejoras en el avance de la democratización en dos naciones: Omán y Barhéin. En estas dos naciones, los respectivos monarcas, el Sultán de Omán (Qabus bin Said al Said) y el Rey de Barhéin (Hamad bin Isa Jalifa) concedieron mayor poder y autonomía a los parlamentos; esto por supuesto, sin apartar la línea vertical y autoritaria de sus respectivos regímenes autoritarios, monárquicos y antiliberales. Actualmente, y pese a la llegada de la primavera árabe, esos dos países ubicados en el sudoeste asiático no pueden ser considerados como "democracias", ni siquiera en el aspecto electoral. No obstante, y gracias a la primavera árabe esos dos países dieron un paso más en el avance de las libertades. 

Egipto es un caso aparte. Egipto fue una de las primeras naciones, junto a Túnez y Libia, en donde las explosiones sociales de la primavera árabe se dejaron sentir con fuerza incontenible. En Egipto, desde principios de 2011 las protestas callejeras arreciaron. Finalmente, el 11 de febrero de 2011 el dictador Hosni Mubarak renunció a la Presidencia, cargo que había ocupado desde octubre de 1981. Había sido Hosni Mubarak un dictador liberal en el aspecto económico, y de política exterior favorable a Occidente. No obstante, la corrupción y la represión que caracterizaron a su gobierno finalmente tuvo como consecuencia que los sucesos de Túnez se extendieran a la tierra de los antiguos faraones. Casi de inmediato, se instauró un gobierno provisional que convocaría a nuevas elecciones generales. Estas se realizaron a mediados de 2012. En ellas, resultó triunfador el candidato del "Partido de la Libertad y la Justicia" (un partido islamista de tendencias radicales) Mohamed Mohamed Mursi Isa al-Ayyat, el cual asumió la Presidencia de la República Egipcia el 30 de junio de 2012. No obstante, en Egipto la democracia no se consolidó. No solo por el hecho de que en las primeras elecciones democráticas del país haya triunfado un partido aun más radical y antidemocrático que el gobierno de Mubarak, sino porque a un año de haber asumido Morsi la Presidencia de la nación, un golpe de Estado militar liderado por el "Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas", Abdul Fatah al-Sisi, derrocó al nuevo gobierno. Abdul Fatah al-Sisi asumió la Presidencia de la nación. Aunque la Presidencia de Al-Sisi se ha pretendido legitimar mediante elecciones en 2014 y 2018, Egipto vive actualmente, a fines de la década, en un régimen civil y electoral pero de corte vertical, hegemónico y autoritario. Un régimen de autoritarismo electoral no muy diferente al de Perú en los noventas, la Rusia poscomunista o el México del siglo XX.

En Libia y en Siria, la ola de la primavera árabe se manifestó en forma de guerra civil. Guerra sangrienta y encarnizada que muy difícilmente tendrá una solución pacífica. En Libia, la rebelión armada de parte de grupos de oposición diferentes entre sí en ideología y propósitos comenzó desde principios de 2011. Libia era gobernada desde 1969 por una dictadura encabezada por Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi, uno de los enemigos más encarnizados de Occidente entre 1969 y principios de los años noventas, cuando comenzó a moderar su discurso islámico radical y antioccidental. En 2011, la rebelión estalló, primero en forma de protestas que fueron reprimidas y casi de inmediato por una rebelión armada que se extendió a gran parte del país africano, ocasionando una guerra civil en la cual intervinieron fuerzas de la OTAN en apoyo de los rebeldes. Los rebeldes fueron ganando terreno, y el 20 de octubre de 2011 una partida de estos logró capturar al dictador Gadafi, quién se había escondido en una tubería en las cercanías de la Ciudad de Sirte, lugar donde el sátrapa había refugiado a su gobierno. La captura concluyó en la ejecución del dictador, quién prácticamente fue linchado por la multitud. Tras estos sucesos, Libia quedó en manos de un gobierno de transición que convocaría a elecciones legislativas. No obstante, Libia no ha podido consolidar un régimen fuerte (ni democrático ni autoritario) y la paz social ha sido alejada sin haber signos de que la situación cambie en el plazo inmediato; en 2014 estalló una guerra civil que hasta la fecha continúa entre los señores de la guerra y entre los mismos grupos que encabezaron la revuelta contra la dictadura de Gadafi, los cuales se han disputado de forma sangrienta el poder y el dominio del país; técnicamente, Libia vive una situación de guerra civil entre revolucionarios muy parecida a lo que vivió Francia, México, Rusia y China durante sus respectivas revoluciones, cuando el enemigo común ha sido derrocado y los rebeldes se disputan el control político. Una situación muy parecida (con sus diferencias) a lo que vive Siria actualmente. 

Justamente, la guerra civil que vive Siria es producto de la primavera árabe. No obstante, esta guerra debe ser vista de forma diferente debido a los grandes intereses geoestratégicos que conlleva, y debido al impacto en la dinámica mundial. En este sentido, la guerra civil de Siria comparte en común con la crisis de Ucrania y Rusia en los mediados de esta década. El impacto de estos dos grandes conflictos en dos diferentes zonas del mundo es tal que no pocos analistas han considerado a estos conflictos como contiendas que podrían escalar a una tercera guerra mundial. No obstante, lo anterior es la nota sintetizada de las consecuencias de la primavera árabe. 

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