miércoles, 26 de diciembre de 2018

ROMA como reflejo social de un punto entre dos décadas











Es el año de 1971. México acaba de finalizar un sexenio y un decenio a la vez. En el año de 1971, México y el mundo acaba de ingresar a la década de los años setentas. Y México acaba de iniciar un sexenio más de los que han transcurrido desde 1934: en este caso, el sexenio de Luis Echeverría Álvarez. El hombre populista y cerebral que dirigiera, en el sexenio anterior, la seguridad y la política interna nacional. El mismo personaje locuaz y activo que había llegado con la promesa del "arriba y adelante". Para muchos, el cerebro detrás de la represión contra el movimiento estudiantil de 1968. 

En 1971, México vivía el devenir de los setentas. Los convulsos años sesentas se reflejaban aun en el ambiente social mexicano. El "milagro mexicano" se mantenía aun, pese a que ya iba en su fase final: en el ocaso que presagiaba los años de la crisis económica; aquella que en la década siguiente llegaría a extremos de inflaciones del 100 %, pero que entonces solo reportaría inflaciones de dos dígitos. México vivía, en 1971, los milagros del desarrollo estabilizador y al mismo tiempo las contradicciones políticas y sociales del "milagro mexicano" que maravilló a políticos, intelectuales y economistas del mundo entero. Y no solo eso; en los inicios de esa década, en muchos órdenes, México pasaba por un momento de transición entre el mundo de las tres décadas anteriores y el mundo que la nación viviría en las dos décadas siguientes. 

En el México de principios de esa década, los coloridos y prolíficos años setentas, la generación de la Segunda Guerra Mundial entraba en su fase de madurez física. También la generación inmediata a ella: la de los años cincuentas. Esas dos generaciones que endiosaron a Pedro Infante, se maravillaron con los bailes de las antiguas y legendarias vedettes (muchas de ellas cubanas) y rieron a carcajadas con las películas de Tin Tan y las clásicas de Cantinflas. Esa misma generación que vio el surgimiento del Rock and Roll de Elvis Presley, que se inspiró en las canciones de Agustín Lara para enamorar a una conquista, que adoptaría el mezclilla en los pantalones gracias a James Dean, y que vieron el cierre de su mundo con el triunfo de la Revolución Cubana. Dos generaciones que, aunque en privado cuestionasen la corrupción y la vocación gangsteril del sistema político posrevolucionario ("emanado de la Revolución) no pasaron al activismo político; se contentaban con escaparse del "palo" del sistema para gozar las bondades (el famoso "pan") del mismo sistema político autoritario y peculiar. 

En los inicios de los setentas, otras dos generaciones juveniles entraron en escena. La generación del 68, nacida tanto en los años de la Segunda Guerra Mundial, como en los fines de los años cuarentas. O la generación inmediata a ella: la del post 68. La generación nacida en los cincuentas. Esas dos generaciones ya habían entrado a su juventud temprana y post adolescente, o estaba en su fase adolescente. Y esas dos generaciones marcarían las tendencias sociales y culturales. Esas generaciones pasarían a cuestionar públicamente el sistema herencia de la Revolución Mexicana. Tlatelolco 68 quedaría grabada en su memoria colectiva como un agravio colectivo. El Rock se consolidaría definitivamente gracias a esa generación, lo mismo que otros géneros musicales surgidos al calor de la contracultura. Agustín Lara y los boleros quedarían en desuso; las baladas románticas ocuparían el lugar en esa generación que escucharían más a Julio Iglesias, Camilo Sesto, Juan Gabriel, Joseles, Heleno, José José, etcétera. Esa misma generación que con el pasar de la década elevó como un ícono la moda de John Travolta y la música disco es la que en 1971 estaba ocupando el lugar de las dos generaciones pasadas. Ese es el mundo de 1971. Ese es el mundo que México vivía entonces.  

En los inicios de la década de los años setentas, la tendencia a la urbanización de la población mexicana estaba consolidada. Este fenómeno socioeconómico que había arrancado a fines de los años cuarentas, y que había avanzado entre los cincuentas y sesentas, se había consolidado ya. Y se consolidaría más aun en esa década de los setentas, sin dar marcha atrás al México mayormente rural que había reflejado el cine de oro. El México de los charros, la charrería y la música tradicional había dejado el paso al México urbano, admirador de deportes como el futbol y la lucha libre; el México de bases industriales, bancarias y comerciales más que agrarias y mineras, como tradicionalmente había sido la nación desde la Colonia. 

Todo este breve cuadro de la sociedad mexicana a principios de la década de los años setentas, es el México que refleja la reciente película producida y dirigida por el aclamado Alfonso Cuarón. Película estrenada en este año de 2018; un año que transcurre y ya casi finaliza a 47 años del año en el que se ambienta la historia. Historia que se centra en la problemática social de una familia de clase media que, en 1971, vive en la Ciudad de México; una familia que tiene algo que en la sociedad mexicana se considera un privilegio social: sirvientas. De hecho, la historia, aunque centrada en toda la familia, transcurre bajo el lente personal de un personaje protagonista: Cleodegaria "Cleo" Gutiérrez. Una de las sirvientas que laboran para la familia en cuestión; una mujer que sobrelleva los problemas propios con una mezcla de esperanza y al mismo tiempo, de resignación. Es ella quien lleva el peso de la historia; aunque debemos apuntar que la trama conlleva como personaje coprotagonista a la patrona de la casa: la señora Sofía, interpretada por la actriz Marina de Tavira. Un personaje de un carácter duro y explosivo; a veces tiránico. Pero un personaje en el fondo sensible, que sufre por cuestiones de desamor y que muestra, en no pocas ocasiones, cariño y estima no solo a sus hijos traviesos, sino a la misma Cleo; la mayormente invisible mujer que lleva a cuestas (junto con otra sirvienta) la tarea de la limpieza y el orden de la casa. Del hogar en el que ocurren los dramas de todo el conjunto. 

Desde luego, Roma, como película, muestra a otros personajes, tanto de la familia en cuestión como de personas ajenas a esta. Tales como el rockero o el practicante de artes marciales que resulta ser un integrante del grupo paramilitar conocido como los Halcones; el mismo grupo responsable de llevar a cabo la represión sangrienta contra la marcha estudiantil del 10 de junio de 1971. Episodio conocido como el "Jueves de Corpus"; episodio retratado en la cinta de Cuarón de una forma magistral, y esto pese a ocupar solo unos cuantos minutos de la película. Y justamente aquí hay un detalle que es importante mencionar: Alfonso Cuarón nos muestra la vida social en la ciudad capital del país a principios de los años setentas. Pero gracias a episodios históricos como este de la matanza, nos ubica en el año exacto: en 1971. Por supuesto, hay otros elementos mismos de la cinta que nos permiten saber que estamos a principios de un sexenio: los carteles y pósters de Luis Echeverría Álvarez y el PRI por doquier, así como apotegmas propios del sexenio escritos, con pintura, en algunas paredes de lugares públicos a donde Cleo a veces tiene que ir. En fin, Alfonso Cuarón ha optado por retratar un momento histórico no solo en lo social, iconográfico y popular; antes al contrario, y muy al estilo del escritor José Emilio Pacheco con su novela corta de nombre "Las Batallas en el Desierto", el cineasta Cuarón se hecha al hombro la tarea de reflejar un año no solo en sus aspectos visuales; también en su contexto histórico-  político. Y lo hace de una forma muy meritoria. 

La película está diseñada en blanco y negro. Algo que quizá pudiese desatar muchos comentarios en torno al particular. Quizá Alfonso Cuarón haya decidido hacerlo así un poco como homenaje a las películas del cine de oro. Quizá fue una forma artística y visual de combinar el ritmo de la trama con una estética visual que nos remita a la nostalgia. Quizá hayan sido otras razones. Habrá que preguntarle a Alfonso Cuarón. Pero este aspecto es meramente secundario. Lo importante es la obra artística en sí misma. Y esta no desmerece en nada. El producto final en una obra que merece estar entre la lista de las mejores cintas del cine nacional mexicano. Más allá de los premios que la cinta obtenga, muy merecidamente. 

jueves, 13 de diciembre de 2018

ACERCA del fin de la última "Familia Imperial Rusa". La ejecución de Yekaterimburgo







Era la madrugada del 17 de julio de 1918. La mayor parte de Europa vivía asolada por la guerra (se acercaba el fin de la Primera Guerra Mundial). Y Rusia, que había firmado la paz con Alemania en marzo de ese año, y estaba por lo tanto fuera de la contienda, vivía, en cambio, el período de la "Revolución Rusa" en su fase más violenta. La fase de la "Guerra Civil Rusa". El gobierno y el régimen surgido de la "Revolución de Octubre" (el régimen bolchevique y "comunista"), que había derrocado al breve régimen provisional y democrático surgido tras el fin de la monarquía rusa, sobrevivía a duras penas: a base de represión política y social, y sosteniendo a todo un "Ejército Rojo" que comenzaba apenas a formarse y a una policía secreta (la "Checa") que tenía solo pocos meses de existencia. La Guerra Civil estaba en su máximo apogeo, y el avance de las fuerzas del nuevo régimen revolucionario avanzaba y retrocedía según la suerte del momento en cuestión. Y fue en ese contexto, en el que el régimen bolchevique (el gobierno central encabezado por Lenin) tomaría una cruel, sangrienta y fría decisión; esto ante la inminente llegada de fuerzas blancas a Yekaterimburgo, ciudad rusa ubicada en la parte centro- occidental del país. En la región de los Urales.

Esa terrible decisión fue: exterminar y acabar con la "Familia Imperial Rusa". La cual estaba conformada por el derrocado Zar (Emperador) de Rusia: Nicolás II Romanov; su esposa la Zarina Alexandra Fiódorovna (de origen alemán) y sus cinco hijos: cuatro mujeres y un varón. Olga, Tatiana, María y Anastasia. En ese orden respectivo en cuanto a la edad se refiere. La mayor contaba con 22 años de edad; la menor tenía 17. Y después de ellas, el hijo menor; el heredero de la Corona Rusa (Zarevich) Alexei, quien padecía de hemofilia. Todos ellos prisioneros del régimen bolchevique. Nicolás II había abdicado del trono en marzo de 1917; cuando triunfó la primera fase de la Revolución y se había instaurado un gobierno provisional: republicano y democrático. Además de ellos, estaban prisioneros el médico de la familia y tres sirvientes leales. Todos ellos serían ejecutados la madrugada del 17 de julio de 1918. Esta ejecución ocurrió en el sótano de una casona requisada por el Estado: propiedad que había pertenecido a un próspero comerciante de apellido Ipátiev. El pelotón bolchevique destacado en la residencia, que tenía como objetivo vigilar a la familia, estaba comandado, desde hacía pocas semanas, por un hombre llamado Yakov Yurovski. Antiguo relojero devenido a revolucionario en las épocas del gobierno de Nicolás II, para 1918 era un importante miembro de las fuerzas policiales del nuevo régimen revolucionario. Un hombre honrado pero brutal; de carácter frío y distante, según la descripción de muchos de sus contemporáneos; entre ellos, el propio Zar Nicolás II, quien lo mencionó por su nombre en sus escritos personales.

La madrugada del 17 de julio de 1918 comenzó con la familia en disposición de dormir. Pero transcurridas unas horas, Yakov Yurovski ordenó despertarlos y ordenarles que fuesen al sótano. El objetivo supuestamente sería trasladarlos a un lugar más seguro ante el caos y la violencia que imperaba cerca del lugar, como consecuencia de la llegada de fuerzas blancas que asolaban por la ciudad. Pero el objetivo real fue otro. La familia, más el médico y los sirvientes, fueron trasladados al sótano. Y entonces, ocurrió la ejecución de la familia a balazos. Y desde entonces, y durante más de medio siglo, el destino de los cuerpos de las personas ejecutadas esa madrugada y en ese sótano, sería desconocido. Sería gracias a la labor de búsqueda y al interés científico e histórico de dos personas, Geli Ryabov y Alexander Avdonin, que el mundo conocería el destino de la mayor parte de los cuerpos de quienes esa madrugada fueron ultimados a balazos.

Justamente este año se cumplió un siglo de la ejecución de la última Familia Imperial Romanov. Un siglo exacto: la ejecución fue llevada a cabo la madrugada del 17 de julio de 1918. Un tiempo que parece muy lejano; pero que se acerca a la memoria histórica gracias a los documentales, al cine y a la televisión. Un suceso sangriento y una tragedia ocurrida en un tiempo muy diferente del actual; pero cuyos acontecimientos en el orden internacional fueron y son decisivos en la configuración del mundo actual. Y en este mundo actual, la memoria en torno a los Romanov permanece.


miércoles, 12 de diciembre de 2018

LA Guadalupana como símbolo de mexicanidad





Se la considera la protectora y la patrona de México. Por lo menos, entre el sector de la población mexicana que profesa la religión católica, apostólica y además romana; sector de la población que, quizá desde el lejano siglo XVI, es la gran mayoría de la población del territorio entonces novohispano; hoy mexicano. Me refiero a la Virgen de Guadalue (oficialmente denominada, entre los católicos, "Nuestra Señora de Guadalupe"). Y no obstante, la Virgen de Guadalupe, una aparición mariana más de la Virgen María (madre de Jesucristo) ha dejado de ser solo un símbolo religioso; en el caso de México, producto del sincretismo entre la religión católica y una antigua creencia de los antiguos habitantes del Valle de México durante el Período Prehispánico. Desde hace algunos siglos quizá, la imagen de la Virgen de Guadalupe ha pasado a ser una imagen tradicional y simbólica de mexicanidad; es decir, algo muy ligado a la cultura y la imagen de México como entidad nacional. Su imagen (la misma que aparece en la famosa tilma) está presente en muchos lugares de México: en pinturas, retratos rodeados de marcos, esculturas, pósters, llaveros, y hasta en grandes rocas incrustadas en diversos lugares más o menos montañosos de carreteras o autopistas mexicanas. Y su imagen no solo aparece en la forma y versión que conocemos; no faltan grupos que incluyen su imagen transfigurada de diversas variaciones en su diseño visual. 

Su día de festejo es el 12 de diciembre. Mismo mes en el que según diversos estudios históricos, los aztecas y otros pueblos prehispánicos de la región acostumbraban festejar en honor de otra deidad prehispánica con la que, al llegar la Colonia, se confundió a la Virgen de Guadalupe; todo esto en el particular proceso de sincretismo de todo tipo que se llevó a cabo durante el siglo XVI entre las antiguas culturas indígenas y la cultura importada por el conquistador español. 

Sobre el mito guadalupano, se conoce popularmente la historia que se cuenta en torno a la aparición. La misma historia que se narra en el libro "Nican Mopohua"; según esta historia conocida a nivel popular, la Virgen María se habría aparecido en diciembre de 1531 a un indio de nombre Juan Diego (desde luego, si tal indígena en cuestión existió, es seguro que no debió llamarse así originalmente). Aparición ocurrida a diez años después de haber ocurrido la caída de Tenochtitlán y la destrucción del imperio mexica; y a menos de una década de haberse iniciado la política de evangelización, tarea llevada a cabo por frailes de distintas órdenes religiosas. Según el relato mariano, la Virgen le habría pedido al indio en cuestión llevar su mensaje a las autoridades religiosas con el objetivo de que le construyeran una "casita" (un templo en realidad) en el Tepeyac. Los clérigos no le creen; y entonces le exigen una prueba. La Virgen accede por petición de Juan Diego; cuando este personaje vuelve a presentarse ante el Obispo, despliega un ayate del cual, al abrirse, descienden rosas, además de aparecerse impresa en el ayate presentado ante los clérigos una imagen de la Virgen; la famosa aparición conocida como la "Virgen de Nuestra Señora de Guadalupe". Un relato este que puede variar en detalles según quién lo cuente; pero que tiene como elementos principales esta misma orden de secuencia y estos mismo hechos descritos líneas arriba. Un relato que los antiaparicionistas (los cuales cuestionan la veracidad de los hechos) presentan como importado de España; según se sabe, en la España medieval se registró un suceso parecido con un campesino español en lugar de un indio. 

Este es el relato conocido popularmente. Quizá por todos los mexicanos, sean o no creyentes católicos. Debemos apuntar que el relato de las apariciones, las cuales habían sido negadas por los altos miembros del clero católico durante gran parte de los siglos siguientes a la fecha del suceso mismo, se expandió de manera amplia gracias a los escritos del sacerdote criollo Miguel Sánchez en 1648. Tal popularidad alcanzó el relato de la aparición gracias a la labor intelectual de ese clérigo, que el guadalupanismo incluso comenzaría a ser una parte esencial del naciente movimiento de identidad criolla. Y el guadalupanismo se vería reflejado en algunos episodios de la historia posterior; fue la imagen del estandarte principal que enarboló el cura Miguel Hidalgo y Costilla cuando en 1810 encabezó la primera rebelión de la Guerra de Independencia Nacional. Los "guadalupes" fue como se denominarían, a sí mismos, los miembros de una cierta organización militante de la lucha por la independencia, durante la fase encabezada por José María Morelos y Pavón. Más adelante, ya durante los primeros años de independencia, más específicamente durante la etapa del Primer Imperio, el Emperador Agustín I de Iturbide crea la "Orden Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe"; orden integrada por personas que hubiesen sido condecoradas gracias a determinados méritos y hazañas heroicas, y que fuesen gratas a los ojos del gobierno imperial. Vamos, el primer Presidente de México, llamado en verdad "José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix" pasó a denominarse con el nombre de "Guadalupe Victoria" en honor tanto de la Virgen de Guadalupe como de una cierta victoria militar obtenida en la lucha por la independencia nacional. 

Como se puede observar, la Virgen de Guadalupe (la imagen de la aparición) está presente en la cultura y el imaginario popular y folcklórico mexicano. Más allá de si los sucesos de la aparición hayan ocurrido en la vida real, o de si el milagro haya sido un invento de frailes para facilitar la conquista espiritual de los indígenas; más allá de si la imagen haya sido producto de un milagro (negado por Fray Juan de Zumárraga, presunto testigo principal del suceso) o de si esta fue obra del talento artístico de un pintor indígena de nombre "Marcos Cipac de Aquino", lo cierto es que tanto el relato de las apariciones como la imagen misma están presentes en la devoción popular desde la Colonia; quizá más profundamente desde mediados del siglo XVII. Si el milagro ocurrió o no, es tema aparte: el guadalupanismo y el mito es parte de la historia religiosa y cultural de la nación mexicana. Realmente, una pieza esencial del devenir histórico mexicano, sin el cual el drama de la caótica y volcánica historia mexicana no podría entenderse en su totalidad. 

viernes, 30 de noviembre de 2018

ADIÓS al sexenio del "nuevo PRI": quizá para siempre: un eterno adiós





Regresó a los Pinos y a la Presidencia en 2012, después de permanecer 12 largos años fuera de casa. Me refiero al denominado y anteriormente hegemónico "Partido Revolucionario Institucional" (PRI). Regresó a la silla presidencial, a la institución presidencial, al Palacio Nacional y a los Pinos tras haber sido expulsado por medio de los votos depositados en las urnas de las elecciones del año 2000: el histórico triunfo de la primera alternancia presidencial en el México Contemporáneo. Pero en 2012, al iniciar diciembre, regresó el inefable tricolor en medio de un triunfo si no apabullante, al menos sí notorio. Un triunfo para los priistas alegre y esperanzador. Todo ello en la persona de un príncipe del sistema priista; un galán de copete al estilo de los años cincuentas. Un personaje no muy culto y algo frívolo, pero que fue la cara joven publicitaria que le permitió ganar al tricolor en ese histórico año. Su nombre: Enrique Peña Nieto. Actualmente el Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Dentro de muy pocos minutos, el ex Presidente Enrique Peña Nieto. 

El regreso del PRI fue un motivo de alegría para el tricolor. De fiesta. El PRI regresaba por sus fueros, y según el pensar de ellos mismos y de mucha gente, para siempre. Ahora sí para siempre. No pocos sectores de la población (hubiesen votado por el PRI o en su contra) pensaban que si bien no por amor a México, el PRI ahora sí cambiaría y gobernaría bien. Porque si no lo hacían, "la gente los expulsará del poder para siempre". Era lo que se decía. Ahora los priistas sí la harían cuando menos para no volver a salir del poder presidencial. Eso pensaban no pocos individuos. Y los priistas se creían la ilusión de que ahora sí regresaban para quedarse. Confiados como andaban, nunca pensaron que seis años después la cosa cambiaría; los hados volverían a ser desfavorables. Los priistas quizá pensaban que el voto a su favor era un acto declarado de la ciudadanía como rendición: la ciudadanía se rendía ante el viejo poder presidencialista despreciando la "caótica democracia" de los doce años del PAN. Así fue como ellos y ellas leyeron el triunfo indiscutido del 2012; hace ya seis años. Nunca se imaginaron que si gran parte de la ciudadanía había votado por ellos fue porque pensaron, de verdad, que el PRI se había reformado. Que había un nuevo PRI. Para ese sector de la ciudadanía que les brindó una segunda oportunidad, la desilusión llegó muy pronto. 

El PRI regresaba en 2012 a los Pinos. Y el pensar que ahora sí era para siempre, regocijaba los corazones de los políticos y privilegiados del tricolor. Y además, pensar que el PRI, en los doce años que gobernó la oposición panista, fue en su mayor parte la primera fuerza, hacía las alegrías de los priistas mucho mejor. Porque el PRI, en el plano estatal, o mejor dicho, en el terreno de las entidades, nunca dejó de ser la primera fuerza política. El PRI había perdido la Presidencia en 2000 (aunque ellos juran y perjuran que el mandatario Ernesto Zedillo Ponce de León los traicionó, regalando un falso triunfo al PAN). En efecto, durante los 12 años transcurridos entre diciembre de 2000 y noviembre de 2012, el PRI era la fuerza electoral que tenía el primer lugar en las entidades; y por partida triple. Es decir, contando todos los ángulos. La mayor parte de la población mexicana tenía, en esos doce años, un mandatario estatal priista. Y ese es el factor determinante para declarar a una fuerza política como la primera en el ámbito regional. Y además, contando el territorio, el PRI también superaba a la oposición; había más territorio mexicano en poder de gobernadores priistas. Y no se diga en cuanto a número de gubernaturas. En 2012 el PRI tenía en su poder más de la mitad de las 32 entidades. Eso regocijaba los corazones priistas. Y en 2012 creían, en su soberbia, que no solo regresaban a los Pinos para siempre, sino que conservarían ese lugar en las entidades mexicanas. 

Porque en los primeros tres años que siguieron al ascenso de Enrique Peña Nieto a la silla presidencial, el PRI conservaba ese lugar, y además lo aumentaban, los priistas pensaban, todavía al iniciar el 2016, que no solo no se iban a ir de la Presidencia sino que nunca perderían su lugar como la primera fuerza electoral. Creían que su poder más o menos hegemónico se conservaría. Y quizá, con algo de suerte, el casi pasaría a ser anulado, naturalmente en favor de la hegemonía al estilo de antaño. Quizá porque todavía en 2015, en las elecciones intermedias de mitad de sexenio (elecciones legislativas para renovar la Cámara de Diputados) el PRI ganó, pese al desprestigio que el Gobierno de Peña Nieto estaba padeciendo debido a los escándalos relacionados con la casa blanca y propiedades sospechosas de miembros prominentes del gabinete presidencial. Pese a la violencia delictiva que no disminuía, como habían prometido los priistas en la campaña de 2012. Y el triunfo de ese año pese al desprestigio que se iba agrandando quizá hizo pensar que la ciudadanía no solo los había elegido ya para siempre; sino que además el ciudadano común se había rendido ante la vieja maquinaria priista. El ciudadano común toleraría cualquier acto malo de los políticos priistas para no volver a caer en la oposición. Este pensamiento que seguro tenían en su mente los grandes barones y las ladys priistas al iniciar el 2016 fue lo que incrementó el atrevimiento de no pocos mandatarios estatales priistas, los cuales protagonizaron administraciones corruptas hasta la médula: una corrupción rampante, asquerosa y versallesca. De enriquecimientos faraónicos. Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo, Coahuila, Nuevo León, etcétera, padecieron esta clase de gobiernos priistas caracterizados por su alto nivel de corrupción. 

Esto fue el cuadro que reinaba, en beneficio del PRI y para desesperanza de muchos, al iniciar el 2016. Nunca imaginó el PRI que en ese año, las cosas comenzarían a cambiar, para mal. Una vez más, como en 2000. Solo que de una forma todavía peor. La borrachera de corrupción y malos gobiernos le cobrarían factura al PRI en ese año; en medio de elecciones en varias entidades. Y la cosa ya no variaría. El cuadro cambió para el tricolor desde ese año, hasta llegar al estado actual de cosas.  En las elecciones de ese año, el PRI se fue para abajo. Y aunque en 2017 conservó el Estado de México, al final nada evitó la debacle electoral y el hundimiento del PRItanic. 

El partido tricolor, otrora hegemónico, hoy mismo ha perdido ya gran parte de su poder y posición. Ha perdido la Presidencia de la República por segunda vez. Quizá para siempre. Si acaso volviera a llegar, sería algo muy difícil; y tendrá que pasar una generación entera para volver; tendrá que esperar a que los nacidos en esta década lleguen a su mayoría de edad. E insisto, eso es dudoso; es probable que el PRI haya perdido ya la Presidencia para siempre. Este 30 de noviembre quizá sea el último día que veamos a un mandatario federal elegido por el PRI; es decir, que haya llegado como candidato del PRI. El hombre que asumirá el poder en el primer segundo de diciembre (Andrés Manuel López Obrador) es un personaje que se inició en el PRI y que se formó, ideológica y mentalmente, en el tricolor. Pero no llega a su posición habiendo sido candidato del PRI, sino de un nuevo partido: Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Esto en alianza con otros pequeños partidos. 

Así es; el primer gobierno federal surgido desde la izquierda opositora al PRI (aunque muchos de sus integrantes hayan sido durante décadas del PRI) es de un nuevo partido, surgido hace apenas unos años. Ese partido es MORENA. Lo cual es algo sorprendente para quienes hemos vivido en México en estas últimas décadas. Durante los noventas, y durante gran parte de este primer tramo del nuevo milenio, muchos (quizá todos) pensamos que el primer gobierno de izquierda opositora al PRI sería un gobierno procedente del "Partido de la Revolución Democrática" (PRD). Como se sabe, desde 1989 hasta el inicio del actual sexenio, el PRD fue la fuerza de izquierda más importante; ganó en 1997 la CDMX (en aquel entonces Distrito Federal) y durante estos años gobernó a varias entidades de la República Mexicana. Incluso, en 2006 y 2012, su candidato fue el hombre que asumirá la Presidencia: AMLO. Un militante de ese partido. Todo hacía pensar que el PRD sería el partido que llevaría a un gobierno de izquierda a la Presidencia de la República. Y para sorpresa de muchos, no fue así; otro partido se le adelantó. 

Hoy el PRD está de capa caída y en debacle total. No solo no fue capaz de presentar candidato a la Presidencia propio en las elecciones de este año (se unió en coalición para apoyar al del PAN, Ricardo Anaya Cortés) sino que el PRD está incluso en peor situación que el PRI. El riesgo de que desaparezca es más real que el del PRI. Pero bueno, regresemos al PRI y su actual situación. Situación muy lamentable para un partido que durante más de sesenta largas décadas tuvo la hegemonía de la vida política, social, económica y cultural de la nación mexicana. El mismo partido que confundió los colores patrios de la bandera nacional con los de su logotipo. 

El PRI ha perdido de nuevo la Presidencia y estará fuera del poder; quizá para siempre. Y no solo eso; en el Congreso, el PRI ha quedado reducido a una mínima expresión. En la Cámara de Senadores, el PRI es la tercera fuerza electoral. Y en la Cámara de Diputados, el PRI ya ni siquiera forma parte de los tres grandes; como lo hizo hasta el mes de agosto pasado, casi siempre ocupando el primer lugar, o cuando menos el segundo. El PRI, en esta legislatura de la Cámara Baja, está en la quinta posición. Por debajo de MORENA y el PAN; pero también, por debajo del "Partido Encuentro Social" (PES) y el "Partido del Trabajo" (PT). El segundo un partido fundado durante el salinismo como comparsa y satélite del PRI; el cual se unió a MORENA, obteniendo mejores resultados que su antiguo patrón tricolor. Esto último debe ser muy humillante para el PRI: que hasta el PT, que nació bajo su patrocinio, hoy tenga más diputados que el mismo PRI. 

En cuanto a gubernaturas se refiere, el PRI pasó en menos de dos años de ser la primera fuerza a ser una fuerza decreciente. Hoy mismo, la mayor parte de la población mexicana está gobernada por mandatarios estatales de otro origen partidista: por el PAN principalmente. La mayor parte de la población escapa a los tentáculos del PRI, por lo menos en lo que se refiere a tener un gobierno estatal. El número de gubernaturas en poder del tricolor se ha reducido y hoy es menos de la mitad. Lo cual también indica que la mayor parte del territorio mexicano ya no forma parte de territorio regido por el PRI, a nivel regional. El PRI logró conservar, el año pasado, el Estado de México; pero eso no fue el paso siguiente a una victoria rotunda. Nuevamente queda demostrado, una vez más, que las elecciones en esa entidad están sobrevaloradas como indicativo seguro al resultado de la elección presidencial. 

Ahora bien, y antes de finalizar ¿qué podemos decir del sexenio de Enrique Peña Nieto? En lo personal, considero que no todo fue tan malo como claman las redes sociales. No considero, de ninguna manera, que el sexenio presente haya sido el peor de la historia contemporánea mexicana; ese lugar se lo llevan, en todo caso, los tres sexenios del período de 1970 a 1988: Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Pacheco y Miguel de la Madrid Hurtado. Esos tres sexenios son quizá los peores gobiernos que ha padecido México en las últimas décadas. Fue bajo esos tres sexenios en los que se padeció la crisis económica más terrible, con una inflación, en la mitad de los años ochentas, de 100%. El sexenio actual no pudo mantener (debido a su ineficiencia y a una pésima Reforma Fiscal) precios estables. El México que veremos finalizar el sexenio del "príncipe de Atlacomulco" es hoy en día más caro en cuanto al costo de la vida que el México que recibió el regreso del PRI. Sin contar la devaluación notoria del peso frente al dólar. La calidad de vida se redujo en este sexenio en verdad. Esto, mas otros factores, determinaron la crisis actual y la debacle que vive el partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles, bajo otro nombre y siglas. 

La violencia creciente del crimen organizado en no pocas regiones del norte, del noreste y del noroeste de la nación fue otro de los males del actual sexenio. El columnista Leo Zuckerman llevó la cuenta de los muertos en varias columnas, a lo largo y ancho del sexenio que termina. Recordemos que la campaña de 2012 se había basado en la crítica de la violencia que se vivió durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa; el PRI criticaba al PAN y a su gobierno federal de no haberla contenido. El PRI había regresado con la careta de que tenía experiencia para gobernar, y que durante su gobierno la paz social regresaría. Promesa incumplida, como muchas otras más. 

No todo fue malo durante el sexenio del actual mandatario. Hubo cosas positivas. Cosas que salvan al sexenio de ser el peor de todos, como piensan no pocos. Me refiero a la Reforma Energética, de Telecomunicaciones y la Educativa. En la política de energías, el actual Gobierno Federal logró sacar adelante (junto con el PAN en el Congreso) una reforma necesaria; de signo liberal y que rompía el monopolio estatal que detentaban, en algunos ramos (electricidad y petróleo) los monopolios oficiales. Al comenzar el sexenio de Peña Nieto, México era ya la última y única nación en el globo que padecía esta absurda prohibición de invertir, de forma privada y particular, en ramos tan necesarios de tecnología y recursos provenientes de inversiones. Vamos, ya ni Corea del Norte, la nación más socialista, tenía esta política. Como no la tienen ni Venezuela ni Bolivia, pese a la retórica socialista y enemiga del capital. México dio, en el sector energético, un paso hacia adelante; esto durante el sexenio actual. En el caso de la educación, se avanzó en la necesaria política de evaluaciones periódicas a los integrantes del magisterio. Un paso difícil pero necesario en el camino de lograr una educación de calidad; una que nos lleve al primer mundo. Una reforma que por desgracia el actual Presidente Electo ha amenazado con suprimir. Si lo hace, daremos un paso hacia atrás. En lugar de seguir por el camino trazado gracias al gobierno de Peña Nieto (y también gracias a los gobiernos de Ernesto Zedillo y los dos sexenios panistas) México volverá al carril de antaño; un retroceso. Y todo por una política populista de parte del gobierno de quien se define como "cercano a la gente": Andrés Manuel López Obrador. 

Desde luego, estas serían las cosas positivas del sexenio de Enrique Peña Nieto. Quizá haya otros pequeños logros; pero no más. No mucho más. Los méritos y logros quedan empañados por los desaciertos, los errores y las omisiones; y desde luego, por los cargos de corrupción en las altas esferas del gobierno y al interior del corazón mismo del priismo. Al final, el dizque "nuevo PRI" no fue más que una pantomima; o al menos, no fue este un nuevo PRI que se caracterizara por una nueva forma de hacer política. El nuevo PRI fue igual de vicioso y anquilosado que el PRI que, en el año 2000, perdió la Presidencia. El partido que regresó bajo la idea de haber aprendido su lección, en realidad demostró, en este sexenio que termina dentro de pocos minutos, no haber aprendido nada acerca de lo que ocasiona descontento social. Regresó el dinosaurio PRI con la promesa de "reformar a México"; y en cierta forma, lo hizo. Pero su rostro oscuro asomó por donde ponía la mano. Y el resultado final de todo esto fue uno solo: un adiós, quizá para siempre, del PRI. 

domingo, 25 de noviembre de 2018

AMLO: ¿Cuál será el modelo a seguir? ¿Por cual camino señor Presidente?

Resultado de imagen para modelo economico

Hoy es 21 de noviembre de 2018. Dentro de menos de diez días a partir de hoy, un nuevo gobierno federal asumirá el gobierno nacional. Un nuevo mandatario llegará como el inquilino principal a la Residencia Oficial de Los Pinos. Un nuevo hombre se sentará en la silla de Palacio Nacional. Disfrutará las mieles del poder. También vivirá las tensiones inherentes al cargo de ser el primer personaje durante un sexenio entero; a menos que algo pase en el camino. Ese hombre se llama "Andrés Manuel López Obrador". Nacido en Tabasco en los años cincuentas. Forjado en el partido que, de ser el hegemónico, pasó a ser hoy por hoy una desgracia no tan muerta, pero desgracia al fin y al cabo: me refiero al PRI. Ese mismo hombre de carácter mesiánico y de vocación autoritaria y social será el Presidente de México. La pregunta en torno al legado que podría dejar: ¿cual será el modelo a seguir en su gobierno?

Definitivamente, y para desgracia del país, descartamos la chilenización. Es decir, el modelo de Chile en la época actual. El mismo que han seguido la mayor parte de los gobiernos que en aquella nación ubicada en la punta sur del continente se han sucedido desde 1990. Ese modelo que respeta la democracia, los derechos humanos, el pluralismo y que en el campo social y económico combina respeto al capitalismo de libre mercado con justicia social promovida desde el mismo gobierno. Esa misma fórmula que han seguido otras naciones como España y Uruguay, y que han hecho de Chile una nación afortunada, pese a sus problemas sociales aun no resueltos del todo. Pero Chile avanza. Y avanza bien pese a las piedras y las grietas en el camino. Ese modelo no será nuestro modelo porque AMLO, lo sabemos, es un hombre autoritario; un caudillo rodeado, en su círculo cercano, por personajes del viejo PRI y de la izquierda radical. Además, no entremos en detalles en cuanto al pensamiento económico del tabasqueño. Este se caracteriza por una pasión muy marcada a favor de la acción estatal por sobre la acción del mercado. Del libre mercado con ciertas reglamentaciones. Chile, Uruguay o España no serán, pues, el modelo a seguir. No al menos en los próximos seis años venideros. Lástima. México podría poner el ejemplo en la parte norte de América. No lo hará en estos seis años. Esperemos hasta el 2024, si cabe. ¿Cual será el modelo entonces?

Chile, como he sostenido en líneas arriba, no será el modelo a seguir. Pero definitivamente descartemos el escenario contrario; ese escenario ubicado en la otra punta de la línea. La cubanización de México. La transformación de México en una dictadura totalitaria, o casi. Y un sistema o esquema económico de socialismo total, o casi total. Un modelo en donde la propiedad privada este eliminada (como sucedió en Cuba durante la Guerra Fría), o solo permitida en ciertas áreas muy menores; justo como sucede en esa desdichada nación isleña de América desde la era de la pos Guerra Fría. Ese modelo tan temido también (y aquí si puedo decir "afortunadamente") debemos descartarlo por entero. Andrés Manuel López Obrador nunca será un demócrata, y su misma concepción filosófica acerca del papel de un gobierno lo exhibe; pero no tiene el famoso Peje el pensamiento militarista de todo simpatizante de un régimen policial; notoriamente totalitario o autoritario de corte pretoriano. Claro está que tratará de atrasar el reloj y llevar a México al mismo sistema sui géneris del PRI- sistema. Y en el campo económico, AMLO no es marxista; si bien algunas de sus ideas lo son. El líder de MORENA (mejor dicho el dueño) es un hombre cuyo pensamiento económico y social es el México anterior a la implantación del denominado "neoliberalismo" en México; el México de Luis Echeverría Álvarez. Ese es su horizonte. La cubanización está descartada con el Peje en la "silla maldita". Entonces; ¿cual es el modelo?

De los modelos posibles, uno es el más temido. No hay que descartarlo. Si bien es difícil que derivemos hacia él, por ciertos factores tanto internos como externos, no es posible descartar que la nación más sureña de Norteamérica derive hacia ese camino. La venezolanización. Venezuela chavista. El mismo modelo que aplicó el sandinismo en Nicaragua. Un modelo de Estado autoritario, clientelar, fuertemente corporativista; en el campo de la economía, un modelo que si bien respeta o tolera la propiedad privada y la libre empresa en general (en ramos micros), existe una planificación central y un estatismo muy fuerte; las empresas estratégicas en manos del estado. "Nacionalizadas"; según los ideólogos de esos gobiernos, "rescatadas de las manos sucias del capital". Un modelo que ha quebrado a cuanta nación ha tenido la desdicha de ser el laboratorio donde se ha aplicado, comenzando por Venezuela misma. Un modelo basado en la teoría de la dependencia; o en las ideas surgidas al calor de la expansión de esa teoría económica que pretendió explicar la dinámica mundial de la economía de su tiempo. Ese modelo es posible, aunque difícil. Y de los modelos posibles, ese es el escenario más temido.

Otro modelo, menos temido pero bastante malo, sería la argentinización. Argentina como modelo. La Argentina gobernada por los esposos Kirchner. Un Estado que en el campo político recrea un modelo corporativista, en medio de una democracia electoral que se hunde. En el campo económico, un modelo mezclado entre el estatismo propio del "socialismo del siglo XXI" (Venezuela) con el clásico "capitalismo de cuates" o capitalismo de Estado, tan propio del Perú del licenciado Alberto Fujimori o la Nicaragua de la dinastía Somoza. Vamos; del PRI de la era del "milagro mexicano"; en los años cuarentas, cincuentas y sesentas. Ese modelo sería menos malo que el anterior; pero malo al fin. ¿Será ese el camino del gobierno lopezobradorista? No es de extrañar que quizá sea así; nomás es cuestión de recordar que en las filas de MORENA coexisten los simpatizantes del chavismo con priistas de viejo cuño echeverrista- lopezportillista y, además, personajes que se han movido en el ámbito y en el área empresarial. En estas condiciones, un modelo como el de la Argentina de los Kirchner sería ideal para el Peje, por lo menos en el campo económico; sería el modelo que traería cierto equilibrio a su círculo cercano, tan distinto en procedencia y metas. AMLO, en este modelo, repartiría el queso entre esas tres posiciones. A todos les daría algo. A nadie le negaría algo que llevara a ese sector de su círculo a retirarle el apoyo. López Obrador sería el padrino que sentaría a un sector a su izquierda, a otro sector a su derecha y a otro en el centro.

También, y por último, está otro modelo: la brasilinización. El Brasil de Lula y Dilma Rousseff como modelo. Un Estado democrático (solo que a pesar de su gobierno y no gracias al gobierno) acompañado de un modelo económico que, bajo ciertos aires proteccionistas y socialistas (estatistas) se entienda con el empresariado regional, nacional e internacional en beneficio político propio. Un Estado casi ideal, pero no exento de corruptelas como las que hoy tienen en problemas a Lula (nombre más de bailarina nocturna que de mandatario) y que llevó a la defenestración de su delfina, la inefable Dilma. Este modelo sería lamentable, pero a diferencia de los otros dos posibles, mucho mejor. Solo que para lograr este modelo, es necesario una oposición fuerte que contenga al tigre; a ese mismo tigre que quiere regresar a México, en el campo político, al modelo del PRI. Y no se ve en la cancha actual de la política mexicana a una oposición unida y consistente. Claro está que puede surgir una. Pero esto es muy difícil dados los intereses en pugna en las filas opositoras.

Así pues: ¿que nos depara el gobierno lopezobradorista? ¿Cual será el camino del nuevo Gobierno Federal que toma posesión al iniciar diciembre de este año?

A las puertas de un nuevo gobierno federal en México

Este año México estrena nuevo Gobierno Federal. Una administración (procedente del "Partido Revolucionario Institucional") finaliza y otra comienza; esta procedente del denominado "Movimiento de Regeneración Nacional" (MORENA) y encabezada por el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Más allá de las esperanzas o temores que ha despertado el mandatario que asumirá el poder en los inicios de diciembre, lo que sí va a ser importante es el manejo, por parte de la nueva administración, de diversos temas que afectan a la nación mexicana y que han estado impactando, positiva o negativamente, en los últimos años. Temas como: la inmigración centroamericana (procedente de Honduras principalmente); el crimen organizado y el clima de violencia que viven varias entidades de la nación; el deterioro de la economía en los niveles macroeconómicos; la democratización que están experimentando no pocas entidades en los últimos años; las relaciones con los Estados Unidos en la era de Donald Trump, etcétera. Ninguno de estos temas será un asunto fácil de resolver o de llegar a un estadio mejor; pero todo dependerá del ingenio de los analistas y del equipo federal que acompañe al nuevo mandatario de la nación. Y una pregunta es importante: ¿qué modelo económico y político será el que pretenda la nueva administración?