viernes, 30 de noviembre de 2018

ADIÓS al sexenio del "nuevo PRI": quizá para siempre: un eterno adiós





Regresó a los Pinos y a la Presidencia en 2012, después de permanecer 12 largos años fuera de casa. Me refiero al denominado y anteriormente hegemónico "Partido Revolucionario Institucional" (PRI). Regresó a la silla presidencial, a la institución presidencial, al Palacio Nacional y a los Pinos tras haber sido expulsado por medio de los votos depositados en las urnas de las elecciones del año 2000: el histórico triunfo de la primera alternancia presidencial en el México Contemporáneo. Pero en 2012, al iniciar diciembre, regresó el inefable tricolor en medio de un triunfo si no apabullante, al menos sí notorio. Un triunfo para los priistas alegre y esperanzador. Todo ello en la persona de un príncipe del sistema priista; un galán de copete al estilo de los años cincuentas. Un personaje no muy culto y algo frívolo, pero que fue la cara joven publicitaria que le permitió ganar al tricolor en ese histórico año. Su nombre: Enrique Peña Nieto. Actualmente el Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Dentro de muy pocos minutos, el ex Presidente Enrique Peña Nieto. 

El regreso del PRI fue un motivo de alegría para el tricolor. De fiesta. El PRI regresaba por sus fueros, y según el pensar de ellos mismos y de mucha gente, para siempre. Ahora sí para siempre. No pocos sectores de la población (hubiesen votado por el PRI o en su contra) pensaban que si bien no por amor a México, el PRI ahora sí cambiaría y gobernaría bien. Porque si no lo hacían, "la gente los expulsará del poder para siempre". Era lo que se decía. Ahora los priistas sí la harían cuando menos para no volver a salir del poder presidencial. Eso pensaban no pocos individuos. Y los priistas se creían la ilusión de que ahora sí regresaban para quedarse. Confiados como andaban, nunca pensaron que seis años después la cosa cambiaría; los hados volverían a ser desfavorables. Los priistas quizá pensaban que el voto a su favor era un acto declarado de la ciudadanía como rendición: la ciudadanía se rendía ante el viejo poder presidencialista despreciando la "caótica democracia" de los doce años del PAN. Así fue como ellos y ellas leyeron el triunfo indiscutido del 2012; hace ya seis años. Nunca se imaginaron que si gran parte de la ciudadanía había votado por ellos fue porque pensaron, de verdad, que el PRI se había reformado. Que había un nuevo PRI. Para ese sector de la ciudadanía que les brindó una segunda oportunidad, la desilusión llegó muy pronto. 

El PRI regresaba en 2012 a los Pinos. Y el pensar que ahora sí era para siempre, regocijaba los corazones de los políticos y privilegiados del tricolor. Y además, pensar que el PRI, en los doce años que gobernó la oposición panista, fue en su mayor parte la primera fuerza, hacía las alegrías de los priistas mucho mejor. Porque el PRI, en el plano estatal, o mejor dicho, en el terreno de las entidades, nunca dejó de ser la primera fuerza política. El PRI había perdido la Presidencia en 2000 (aunque ellos juran y perjuran que el mandatario Ernesto Zedillo Ponce de León los traicionó, regalando un falso triunfo al PAN). En efecto, durante los 12 años transcurridos entre diciembre de 2000 y noviembre de 2012, el PRI era la fuerza electoral que tenía el primer lugar en las entidades; y por partida triple. Es decir, contando todos los ángulos. La mayor parte de la población mexicana tenía, en esos doce años, un mandatario estatal priista. Y ese es el factor determinante para declarar a una fuerza política como la primera en el ámbito regional. Y además, contando el territorio, el PRI también superaba a la oposición; había más territorio mexicano en poder de gobernadores priistas. Y no se diga en cuanto a número de gubernaturas. En 2012 el PRI tenía en su poder más de la mitad de las 32 entidades. Eso regocijaba los corazones priistas. Y en 2012 creían, en su soberbia, que no solo regresaban a los Pinos para siempre, sino que conservarían ese lugar en las entidades mexicanas. 

Porque en los primeros tres años que siguieron al ascenso de Enrique Peña Nieto a la silla presidencial, el PRI conservaba ese lugar, y además lo aumentaban, los priistas pensaban, todavía al iniciar el 2016, que no solo no se iban a ir de la Presidencia sino que nunca perderían su lugar como la primera fuerza electoral. Creían que su poder más o menos hegemónico se conservaría. Y quizá, con algo de suerte, el casi pasaría a ser anulado, naturalmente en favor de la hegemonía al estilo de antaño. Quizá porque todavía en 2015, en las elecciones intermedias de mitad de sexenio (elecciones legislativas para renovar la Cámara de Diputados) el PRI ganó, pese al desprestigio que el Gobierno de Peña Nieto estaba padeciendo debido a los escándalos relacionados con la casa blanca y propiedades sospechosas de miembros prominentes del gabinete presidencial. Pese a la violencia delictiva que no disminuía, como habían prometido los priistas en la campaña de 2012. Y el triunfo de ese año pese al desprestigio que se iba agrandando quizá hizo pensar que la ciudadanía no solo los había elegido ya para siempre; sino que además el ciudadano común se había rendido ante la vieja maquinaria priista. El ciudadano común toleraría cualquier acto malo de los políticos priistas para no volver a caer en la oposición. Este pensamiento que seguro tenían en su mente los grandes barones y las ladys priistas al iniciar el 2016 fue lo que incrementó el atrevimiento de no pocos mandatarios estatales priistas, los cuales protagonizaron administraciones corruptas hasta la médula: una corrupción rampante, asquerosa y versallesca. De enriquecimientos faraónicos. Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo, Coahuila, Nuevo León, etcétera, padecieron esta clase de gobiernos priistas caracterizados por su alto nivel de corrupción. 

Esto fue el cuadro que reinaba, en beneficio del PRI y para desesperanza de muchos, al iniciar el 2016. Nunca imaginó el PRI que en ese año, las cosas comenzarían a cambiar, para mal. Una vez más, como en 2000. Solo que de una forma todavía peor. La borrachera de corrupción y malos gobiernos le cobrarían factura al PRI en ese año; en medio de elecciones en varias entidades. Y la cosa ya no variaría. El cuadro cambió para el tricolor desde ese año, hasta llegar al estado actual de cosas.  En las elecciones de ese año, el PRI se fue para abajo. Y aunque en 2017 conservó el Estado de México, al final nada evitó la debacle electoral y el hundimiento del PRItanic. 

El partido tricolor, otrora hegemónico, hoy mismo ha perdido ya gran parte de su poder y posición. Ha perdido la Presidencia de la República por segunda vez. Quizá para siempre. Si acaso volviera a llegar, sería algo muy difícil; y tendrá que pasar una generación entera para volver; tendrá que esperar a que los nacidos en esta década lleguen a su mayoría de edad. E insisto, eso es dudoso; es probable que el PRI haya perdido ya la Presidencia para siempre. Este 30 de noviembre quizá sea el último día que veamos a un mandatario federal elegido por el PRI; es decir, que haya llegado como candidato del PRI. El hombre que asumirá el poder en el primer segundo de diciembre (Andrés Manuel López Obrador) es un personaje que se inició en el PRI y que se formó, ideológica y mentalmente, en el tricolor. Pero no llega a su posición habiendo sido candidato del PRI, sino de un nuevo partido: Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Esto en alianza con otros pequeños partidos. 

Así es; el primer gobierno federal surgido desde la izquierda opositora al PRI (aunque muchos de sus integrantes hayan sido durante décadas del PRI) es de un nuevo partido, surgido hace apenas unos años. Ese partido es MORENA. Lo cual es algo sorprendente para quienes hemos vivido en México en estas últimas décadas. Durante los noventas, y durante gran parte de este primer tramo del nuevo milenio, muchos (quizá todos) pensamos que el primer gobierno de izquierda opositora al PRI sería un gobierno procedente del "Partido de la Revolución Democrática" (PRD). Como se sabe, desde 1989 hasta el inicio del actual sexenio, el PRD fue la fuerza de izquierda más importante; ganó en 1997 la CDMX (en aquel entonces Distrito Federal) y durante estos años gobernó a varias entidades de la República Mexicana. Incluso, en 2006 y 2012, su candidato fue el hombre que asumirá la Presidencia: AMLO. Un militante de ese partido. Todo hacía pensar que el PRD sería el partido que llevaría a un gobierno de izquierda a la Presidencia de la República. Y para sorpresa de muchos, no fue así; otro partido se le adelantó. 

Hoy el PRD está de capa caída y en debacle total. No solo no fue capaz de presentar candidato a la Presidencia propio en las elecciones de este año (se unió en coalición para apoyar al del PAN, Ricardo Anaya Cortés) sino que el PRD está incluso en peor situación que el PRI. El riesgo de que desaparezca es más real que el del PRI. Pero bueno, regresemos al PRI y su actual situación. Situación muy lamentable para un partido que durante más de sesenta largas décadas tuvo la hegemonía de la vida política, social, económica y cultural de la nación mexicana. El mismo partido que confundió los colores patrios de la bandera nacional con los de su logotipo. 

El PRI ha perdido de nuevo la Presidencia y estará fuera del poder; quizá para siempre. Y no solo eso; en el Congreso, el PRI ha quedado reducido a una mínima expresión. En la Cámara de Senadores, el PRI es la tercera fuerza electoral. Y en la Cámara de Diputados, el PRI ya ni siquiera forma parte de los tres grandes; como lo hizo hasta el mes de agosto pasado, casi siempre ocupando el primer lugar, o cuando menos el segundo. El PRI, en esta legislatura de la Cámara Baja, está en la quinta posición. Por debajo de MORENA y el PAN; pero también, por debajo del "Partido Encuentro Social" (PES) y el "Partido del Trabajo" (PT). El segundo un partido fundado durante el salinismo como comparsa y satélite del PRI; el cual se unió a MORENA, obteniendo mejores resultados que su antiguo patrón tricolor. Esto último debe ser muy humillante para el PRI: que hasta el PT, que nació bajo su patrocinio, hoy tenga más diputados que el mismo PRI. 

En cuanto a gubernaturas se refiere, el PRI pasó en menos de dos años de ser la primera fuerza a ser una fuerza decreciente. Hoy mismo, la mayor parte de la población mexicana está gobernada por mandatarios estatales de otro origen partidista: por el PAN principalmente. La mayor parte de la población escapa a los tentáculos del PRI, por lo menos en lo que se refiere a tener un gobierno estatal. El número de gubernaturas en poder del tricolor se ha reducido y hoy es menos de la mitad. Lo cual también indica que la mayor parte del territorio mexicano ya no forma parte de territorio regido por el PRI, a nivel regional. El PRI logró conservar, el año pasado, el Estado de México; pero eso no fue el paso siguiente a una victoria rotunda. Nuevamente queda demostrado, una vez más, que las elecciones en esa entidad están sobrevaloradas como indicativo seguro al resultado de la elección presidencial. 

Ahora bien, y antes de finalizar ¿qué podemos decir del sexenio de Enrique Peña Nieto? En lo personal, considero que no todo fue tan malo como claman las redes sociales. No considero, de ninguna manera, que el sexenio presente haya sido el peor de la historia contemporánea mexicana; ese lugar se lo llevan, en todo caso, los tres sexenios del período de 1970 a 1988: Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Pacheco y Miguel de la Madrid Hurtado. Esos tres sexenios son quizá los peores gobiernos que ha padecido México en las últimas décadas. Fue bajo esos tres sexenios en los que se padeció la crisis económica más terrible, con una inflación, en la mitad de los años ochentas, de 100%. El sexenio actual no pudo mantener (debido a su ineficiencia y a una pésima Reforma Fiscal) precios estables. El México que veremos finalizar el sexenio del "príncipe de Atlacomulco" es hoy en día más caro en cuanto al costo de la vida que el México que recibió el regreso del PRI. Sin contar la devaluación notoria del peso frente al dólar. La calidad de vida se redujo en este sexenio en verdad. Esto, mas otros factores, determinaron la crisis actual y la debacle que vive el partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles, bajo otro nombre y siglas. 

La violencia creciente del crimen organizado en no pocas regiones del norte, del noreste y del noroeste de la nación fue otro de los males del actual sexenio. El columnista Leo Zuckerman llevó la cuenta de los muertos en varias columnas, a lo largo y ancho del sexenio que termina. Recordemos que la campaña de 2012 se había basado en la crítica de la violencia que se vivió durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa; el PRI criticaba al PAN y a su gobierno federal de no haberla contenido. El PRI había regresado con la careta de que tenía experiencia para gobernar, y que durante su gobierno la paz social regresaría. Promesa incumplida, como muchas otras más. 

No todo fue malo durante el sexenio del actual mandatario. Hubo cosas positivas. Cosas que salvan al sexenio de ser el peor de todos, como piensan no pocos. Me refiero a la Reforma Energética, de Telecomunicaciones y la Educativa. En la política de energías, el actual Gobierno Federal logró sacar adelante (junto con el PAN en el Congreso) una reforma necesaria; de signo liberal y que rompía el monopolio estatal que detentaban, en algunos ramos (electricidad y petróleo) los monopolios oficiales. Al comenzar el sexenio de Peña Nieto, México era ya la última y única nación en el globo que padecía esta absurda prohibición de invertir, de forma privada y particular, en ramos tan necesarios de tecnología y recursos provenientes de inversiones. Vamos, ya ni Corea del Norte, la nación más socialista, tenía esta política. Como no la tienen ni Venezuela ni Bolivia, pese a la retórica socialista y enemiga del capital. México dio, en el sector energético, un paso hacia adelante; esto durante el sexenio actual. En el caso de la educación, se avanzó en la necesaria política de evaluaciones periódicas a los integrantes del magisterio. Un paso difícil pero necesario en el camino de lograr una educación de calidad; una que nos lleve al primer mundo. Una reforma que por desgracia el actual Presidente Electo ha amenazado con suprimir. Si lo hace, daremos un paso hacia atrás. En lugar de seguir por el camino trazado gracias al gobierno de Peña Nieto (y también gracias a los gobiernos de Ernesto Zedillo y los dos sexenios panistas) México volverá al carril de antaño; un retroceso. Y todo por una política populista de parte del gobierno de quien se define como "cercano a la gente": Andrés Manuel López Obrador. 

Desde luego, estas serían las cosas positivas del sexenio de Enrique Peña Nieto. Quizá haya otros pequeños logros; pero no más. No mucho más. Los méritos y logros quedan empañados por los desaciertos, los errores y las omisiones; y desde luego, por los cargos de corrupción en las altas esferas del gobierno y al interior del corazón mismo del priismo. Al final, el dizque "nuevo PRI" no fue más que una pantomima; o al menos, no fue este un nuevo PRI que se caracterizara por una nueva forma de hacer política. El nuevo PRI fue igual de vicioso y anquilosado que el PRI que, en el año 2000, perdió la Presidencia. El partido que regresó bajo la idea de haber aprendido su lección, en realidad demostró, en este sexenio que termina dentro de pocos minutos, no haber aprendido nada acerca de lo que ocasiona descontento social. Regresó el dinosaurio PRI con la promesa de "reformar a México"; y en cierta forma, lo hizo. Pero su rostro oscuro asomó por donde ponía la mano. Y el resultado final de todo esto fue uno solo: un adiós, quizá para siempre, del PRI. 

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