lunes, 27 de diciembre de 2021

CIENCIA POLÍTICA: Elecciones y democracia: no siempre ambas van de la mano



La humanidad ha ensayado varios tipos de gobierno a lo largo y ancho de la historia. Diferentes formas de organizar el ejercicio del poder público sobre una determinada sociedad, y a su vez, diferentes formas (reglas, ritos y costumbres) para regular la transmisión del poder de unas manos a otras. Sistemas políticos; eso es lo que expresa la forma de ejercer el poder y transmitirlo a otros dirigentes. De los gobiernos tribales surgidos en los albores de la humanidad, y que predominaron durante el largo período de la Prehistoria, surgieron otras formas más sofisticadas, complejas y estratificadas de organizar políticamente a una sociedad. Teocracias, monarquías, oligarquías o repúblicas; eventualmente dictaduras caudillistas; todas estas formas de gobierno fueron lo que ha predominado en el mundo desde la Antigüedad hasta nuestros días. Entre las formas de gobierno que en determinado momento vio la luz está la democracia; un sistema de regulación del ejercicio del poder público que puede estar regido ya sea bajo una monarquía (forzosamente de tipo parlamentario) o una república; naturalmente una república clásica en donde las instituciones están por encima de caudillos o "salvadores de la patria". 

Es la democracia un sistema de gobierno muy complejo; tan complejo que pocos lo entienden pese a que muchos creen rendirle tributo. Una forma de Estado basado en la legalidad, la ley, la división de poderes, el federalismo, el respeto por las libertades cívicas y ciudadanas (garantías individuales) y finalmente lo más importante: la elección de los gobernantes (de cualquier nivel: nacional, regional y local) y de los representantes populares mediante elecciones periódicas pluripartidistas; con este último adjetivo se entiende que deben ser elecciones en donde la oposición política organizada participe y tenga la posibilidad de desplazar al equipo o grupo en el poder mediante un simple (aunque a veces muy competitivo) proceso electoral. Se entiende, pues, que en una democracia el gobernante obtiene el poder ganándolo en un proceso electoral en el que tiene que competir contra otros candidatos al mismo puesto. Y esta regla aplica por igual para los que encabecen el gobierno en las divisiones territoriales en las que esté dividido un país para su administración interior, así como a los que ocupen escaños en el Congreso; los llamados "representantes populares". Así pues, la característica esencial de la democracia son la división de poderes, el respeto irrestricto a las garantías ciudadanas y la celebración de elecciones. No obstante, si bien los procesos electorales son el elemento esencial de una democracia, no siempre la democracia impera pese a la celebración de elecciones periódicas. 

Y esto por una razón: a veces, el autoritarismo puede ir combinado de elementos propios de la democracia. Algo que en este nuevo milenio ha imperado a lo largo y ancho del planeta, y que caracterizó a algunos países en el siglo pasado, fue la orgánica integración de sistemas políticos conocidos como "regímenes híbridos"; regímenes autoritarios y antidemocráticos (iliberales) en donde se ejerce el poder de forma vertical pero combinando elementos de la democracia; si bien estos elementos están presentes más como una forma de legitimidad legal y pública que como un ejercicio real de gobierno. La manera y la forma como un sistema político puede combinar elementos propios de un orden democrático con elementos característicos de autocracias varía; existen diferentes tipos de regímenes híbridos. Una de las formas de régimen híbrido sería aquel en donde hay elecciones libres y un orden democrático, pero en donde determinados sectores de la población están excluidos del voto y del derechos de ser elegidos para puestos de elección popular en razón no de antecedentes penales, sino de pertenecer a un colectivo considerado "inferior": ya sea una raza, una etnia, un grupo religioso o sexual, etcétera. Por ejemplo, al comenzar el siglo XX, en los países "legalmente democráticos" se excluía del voto a las mujeres; y en no pocas de esas naciones, las personas de determinado grupo racial no eran admitidos en el ejercicio público de la política; tal como sucedía en los Estados Unidos de América, en donde la población negra estuvo regida bajo un sistema de exclusión social que incluyó la negación de derechos políticos reservados a los hombres blancos. 

Así pues, esa sería una forma de combinar democracia y autoritarismo: un sistema de exclusión social discriminatoria pero en donde las reglas básicas de la democracia imperan entre el colectivo, la raza o el sexo dominante. No obstante, existen otras formas de regímenes híbridos que incluyen elecciones periódicas y procesos electorales pero en donde estas son tan solo una mascarada del grupo y la clase política que dirige el poder. En estos regímenes políticos, los miembros del régimen controlan mediante un monopolio político dictatorial el poder ejecutivo nacional, el congreso, el poder judicial, las instituciones formalmente "autónomas", los sindicatos legalmente reconocidos, las corporaciones policiacas y hasta las altas esferas del ejército y la economía. Como se puede observar, un contexto marcado por la existencia de una verdadera dictadura; una dictadura simulada y oculta mediante un sistema electoral en donde se permite la participación de la oposición política, pero en donde las instituciones encargadas de llevar a cabo los procesos electorales y los conteos de votos no son independientes; están supeditados a la maquinaria electoral de la facción política en el poder. 

Se crea así una situación en donde el partido oficial no solo es un competidor más en el juego electoral, sino además el juez y árbitro de las elecciones. El partido oficial siempre gana...y cuando no gana por las buenas (con el voto de la mayor parte de la ciudadanía, el cual solo es simbólico) el régimen recurre al fraude electoral, que es en sí misma la negación del derecho ciudadano de elegir autoridades y representantes al congreso mediante la manipulación tramposa y la alteración del proceso electoral para imponer a los candidatos del sistema. Claro está que en este tipo de régimen híbrido la clase política a veces tiene que hacer sacrificios como medio de válvula de escape a la presión política y popular en demanda de más democracia; no es extraño que a veces el régimen reconozca el triunfo de candidatos opositores en gobiernos locales y en distritos electorales, pero siempre procura que estos triunfos de la oposición sean excepciones y no la norma general; sirven solo como un medio para paliar el descontento y la presión de la ciudadanía, y de paso dar una cierta pincelada de democracia ante el mundo entero. El uso político de la democracia como discurso y como fuente de legitimidad, pero nunca una realidad en el ejercicio del poder político. 

Por supuesto, esta clase de regímenes políticos de dominación hegemónica, vertical y autoritaria que simulan democracia son un fenómeno que si bien en esta etapa histórica no es algo nuevo, sí es algo que no tiene muchos siglos de existencia. Básicamente, esta clase de regímenes políticos híbridos fueron un fenómeno que tuvo sus orígenes en el siglo XIX, cuando el liberalismo político iba ganando terreno frente al conservadurismo ultramontano y al absolutismo, pero cuando la legitimidad democrática aun era precaria en el ambiente social. Fue en el siglo XX cuando este fenómeno se manifestó en algunos países, como en el caso de México durante la larga dominación hegemónica del PRI, la Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista, la Nicaragua de la dinastía Somoza, y el Taiwan de los ochentas y principios de los años noventas. También en la Nicaragua de los sandinistas en los años ochentas. No obstante, la proliferación de esta clase de régimen híbrido se expandió de manera considerable tras el final de la Guerra Fría; estamos hablando de la etapa que va de 1991 a la actualidad, con mayor incidencia en la década pasada. En estos años, Nicaragua ha vuelto a ser el dominio del sandinismo, con Daniel Ortega y su esposa en el papel de los jerarcas máximos del país. También podemos mencionar a la Venezuela chavista, la Bolivia de Evo Morales, la Rusia poscomunista, Bielorrusia, el Perú fujimorista de los noventas, etcétera. 

Los casos que se han mencionado como ejemplos difieren en ideología, estilo discursivo y forma de proceder contra la oposición, la disidencia y la crítica, además del grado de control y represión (modalidad autoritaria) sobre la sociedad en la que regían o rigen; no obstante, todos estos regímenes autoritarios tienen algo en común: no eran sistemas totalitarios y tampoco se trataba de ejemplos clásicos de autoritarismo; pero tampoco eran, pese a la celebración de elecciones y pese a la libertad de la oposición de competir en ellas, ejemplos de democracia; ni democracia republicana ni democracia monárquica parlamentaria. Eran un fenómeno político de régimen y sistema autoritario que sencillamente se vestían de ropajes democráticos para ocultar, lo más que podían, su verdadera naturaleza. Así pues, y ya para concluir, la existencia de elecciones pluripartidistas es quizá el elemento básico y central de todo régimen al momento de evaluarlo como democracia, pero no es el único elemento y, como se puede ver, las elecciones no siempre son una manifestación democrático; a veces se convierten tan solo en un barniz de la clase política en el poder. Y sin embargo, estos regímenes pueden encontrar un verdadero desafío a su poder si la oposición se organiza, aprovecha el descontento social y comienza a obtener el apoyo ciudadano en las urnas. Pese a la existencia del fraude electoral, si la ciudadanía se organiza en forma de resistencia civil, muy bien podrían tumbar al régimen. En 1990, Mario Vargas Llosa calificó a uno de esos regímenes (el del PRI, en México) como la "dictadura perfecta"; en cierta forma estos regímenes lo son...pero nunca resultan tan perfectas como parecen. Como cualquier otra forma de régimen, estos pueden caer y ser barridos en el largo proceso de la historia humana. 

miércoles, 28 de julio de 2021

HISTORIA CUBANA: Recordando el Moncada: el asalto que llevó a la historia a un caudillo




El 26 de julio, se ha cumplido otro aniversario más de un suceso en la historia de Cuba. Dentro de dos años más, se cumplirá un decenio. Por el momento, solo se cumple un año más del suceso; no obstante, es importante recordarlo ahora que Cuba está pasando por un proceso de deterioro social constante y descontento político reflejado en manifestaciones contra el régimen, el sistema y a favor de la libertad y la democracia. El suceso al que me refiero es el asalto al Cuartel Militar de Moncada, en Santiago, al sur de la isla de Cuba; suceso que tuvo lugar la noche del 26 de julio de 1953. 

El asalto al Cuartel Militar de Moncada no puede entenderse sin comprender el contexto en el que se llevó a cabo. Veamos; el motivo que originó la intentona por medio de la cual se pretendió iniciar una rebelión armada contra el gobierno nacional de Cuba debe ubicarse un año atrás. Específicamente: el 10 de marzo de 1952. Ese día Cuba amaneció, por última vez, en medio de un sistema democrático, republicano y representativo. Una democracia sustentada en la Constitución de 1940. Una democracia que es verdad que no pasaba por su mejor momento, pero tampoco era Cuba un Estado nacional fallido. Había corrupción, violencia gangsteril en las universidades e impopularidad hacia el Presidente de ese entonces: Carlos Prío Socarrás. Pero al fin y al cabo; ¿que sistema de gobierno es perfecto? ¿Qué sistema de gobierno no pasa por momentos problemáticos e imperfectos en un grado que genere malestar e inquietud? La democracia cubana pasaba por un momento difícil aquella mañana del 10 de marzo de 1952, pero era ese un régimen perfectamente sustentable, perfeccionable y era, hacia 1952, un régimen que había hecho de Cuba una de las economías más sólidas del continente. En América Latina, el nivel de vida cubano solo estaba por debajo de la Argentina, en aquel entonces una nación sudamericana que pasaba por momentos difíciles en el ámbito político. 

El 10 de marzo de 1952, Cuba amaneció en medio de un sistema de gobierno democrático. Pero fue la última vez desde entonces; ese día, ocurriría en Cuba otro episodio más de la serie de cuartelazos y golpes de Estado que asolaron a América Latina durante varias décadas del siglo. El militar Fulgencio Batista Zaldívar, quién entonces era un candidato presidencial a las elecciones que debieron celebrarse ese año, encabezó un golpe de Estado que triunfó ese mismo día y prácticamente sin derramamiento de sangre; tan solo haciendo que sus tropas ocuparan el Cuartel Militar de Columbia y otras guarniciones y puestos importantes de gobierno. El triunfante golpe de Estado no solo liquidó un gobierno cuya cabeza (Carlos Prío Socarrás) ya era prácticamente impopular; ese cuartelazo militar liquidó una democracia. La democracia cubana, que desde entonces y hasta este tiempo no ha vuelto a pisar tierra en la nación de José Martí. Se inició ese mismo 10 de marzo de 1952 una nueva dictadura: la dictadura de Batista, que al principio, y quizá debido al repudio generalizado hacia Socarrás, fue aceptada por el pueblo cubano como un mal menor; hubo pocas críticas entonces y muy escasa resistencia social y política. En el fondo, el pueblo cubano aplaudió el suceso y quizá pasivamente agradeció que se le quitara de encima al mandatario que se refugiaría, primero, en la Embajada de México en Cuba y posteriormente en el extranjero. 

No obstante, con el pasar del tiempo, el pueblo cubano comenzó a detestar a Batista y a su régimen dictatorial. La corrupción ahora sostenida por el aparato de Estado fue la principal causa. También la relación, cada vez más notoria, entre el régimen y ciertos segmentos de la mafia estadounidense; Meyer Lansky fue uno se esos sujetos que hizo negocios en Cuba aprovechando el ambiente de dictadura y corrupción en la nación isleña. La represión política, a cargo particularmente de la policía secreta del régimen, y la violación sistemática, no pocas veces sangrienta, de los derechos humanos y las garantías individuales fue un caldo de cultivo de descontento político y social. En medio de este contexto, ocurriría, en la Ciudad de Santiago, al sur de la isla de Cuba, una intentona armada contra el régimen, encabezado por un joven abogado de nombre Fidel Alejandro Castro Ruz. 

El asalto al cuartel se llevó a cabo en medio de la noche. El grupo rebelde intentó tomar el cuartel por medio de las armas y la violencia. El asalto fue rechazado por la guarnición militar al servicio de la dictadura; la intentona armada fracasó y hubo muertos, detenidos y asesinados. Entre los detenidos estuvo Fidel Castro, el cual fue condenado a prisión; fue durante su juicio cuando pronunció aquel discurso cuyo enunciado más recordado es: "la historia me absolverá". Fidel Castro estuvo en prisión durante casi dos años; en 1955 fue indultado. Evidentemente Batista se sentía poderoso, seguro en el poder y quiso demostrar, con este gesto generoso hacia su más notorio opositor, un aire de cierta apertura y tolerancia. No obstante, la represión nunca fue relajada. La represión en la Cuba de Batista, en los años cincuentas, debemos apuntarlo, nunca llegó a los grados monstruosos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en la vecina República Dominicana de ese entonces, ni tampoco a los de muchas de las dictaduras sudamericanas de los años setentas. Esas eran dictaduras en donde la oposición era prácticamente liquidada: los opositores eras asesinados o encarcelados sin miramientos. En la Cuba de Batista, se toleraba la existencia en las calles, universidades y prensa cierto grado de oposición; el suficiente para aparentar un cierto espíritu democrático de gobierno, pero nunca al grado de constituir un verdadero reto político y legal al sistema. Ese era el cuadro general de Cuba hacia 1955; Batista se creía en la cima del poder. 

Su suerte cambiaría en poco tiempo. Impopular y detestado para entonces, el pueblo cubano le manifestaba repudio a sus régimen. Combatida la dictadura en los sindicatos independientes, en las universidades, en las calles, en la prensa crítica, en la sierra y hasta en el extranjero (sobre todo en Miami, Florida) el régimen se enfrentaba a retos y acciones tendientes a socavarlo. Acciones como desplegados, huelgas generales, manifestaciones multitudinarias que enfrentaban la represión policial, boicot en el cobro de impuestos, apagones, sabotajes y...guerrilla en las montañas. Y no solo eso; también contaba la diplomacia en el exterior. Se propagaba el repudio a la dictadura del viejo sargento que había entrado en escena en la historia cubana gracias a la Revolución de 1933. En las primeras horas del día 1 de enero de 1959, en medio de la fiesta de año nuevo, y tras una ofensiva triunfal de la guerrilla en Santa Clara, este régimen de corrupción sostenido por medio de la represión se derrumbó. Batista y su corte huyeron a bordo de un avión. Muchos miembros del régimen huyeron; muchos matones, torturadores y agentes fueron aprehendidos y fusilados en los días posteriores al triunfo de la guerrilla. La alegría del pueblo cubano en aquel entonces no tenía parangón, tal como se puede apreciar en fotografías y filmaciones de la época. Hubo saqueos y actos de vandalismo en las calles contra casinos y otros símbolos de corrupción y poder. La alegría del pueblo cubano solo se asemejaba a la del pueblo venezolano un año antes; cuando Venezuela derribó a otra dictadura militar aliada de la de Batista: la de Marcos Pérez Jiménez. 

Parecía que la democracia había vuelto a Cuba. Durante unos meses después del triunfo revolucionario, así pareció. Pero la noche cubana se oscureció aun más. En una de esas trágicas vueltas de la historia, Cuba pasó de la dictadura autoritaria de Fulgencio Batista a la dictadura totalitaria, socialista y fincada en la ayuda soviética de Fidel Castro. Cuba descendió aun más en el ambiente de represión política. En el nuevo régimen, el control de los medios de comunicación fue y sigue siendo total. Batista había tolerado la existencia de la prensa crítica pero sometiéndola a un constante hostigamiento por medio de sus tentáculos de Estado. Castro en cambio acabó con la prensa libre y sometió a su poder absoluto a la radio y la televisión. En Cuba se instauró un régimen análogo al de la URSS y el bloque soviético; uno en donde las garantías individuales son aplastadas de forma sistemática y total, sin fisuras de tolerancia. La libertad de manifestación no existe; las manifestaciones antigubernamentales son reprimidas, tal como se ha visto en los días recientes. El régimen de Fidel Castro no permite ni siquiera la celebración de elecciones multipartidistas; esto en medio de un sistema electoral en donde se permita participar a la oposición, pero en donde el partido en el poder ostente el control de las instituciones electorales y haga uso del fraude electoral para mantenerse contra viento y marea en el poder. Un régimen tal cual lo permitió Batista, o tal cual lo permitía y practicaba el PRI en el vecino México. O como actualmente lo llevan a cabo Venezuela y Nicaragua, aliadas de Cuba. No; el régimen de Fidel, ahora dirigido por un triunvirato que ha heredado sus glorias y su legado, es inmune a la contestación en las urnas. 

Esta semana se recuerda el asalto que, según la narrativa oficialista cubana, inició la rebelión contra el régimen de Batista. No es así; el asalto al Cuartel Militar de Moncada sorprendió en su momento, y ocasionó una movilización de tropas por parte de la dictadura, además de una reacción desmesurada aun para ese régimen ya de por sí represivo. Fue el asalto al Moncada una acción que en verdad era diferente a todas las demás acciones que por entonces se llevaban a cabo como resistencia a la dictadura instaurada el año anterior. Por su carácter armado y único, ocupó planas en los periódicos; pero esta gesta, si cabe llamarla así, no fue el inicio de la lucha generalizada contra Batista. Aun no era el tiempo; la agitación social, política y armada contra el régimen, el que verdaderamente fue socavando el dominio policial y que acabó por tumbar a Batista y su corte comenzaría en los inicios de 1957, tras la llegada, en diciembre de 1956, de Fidel Castro y su grupo de guerrilleros que partieron desde México. No obstante, el asalto al Moncada es simbólico. Y hoy mismo, el régimen que celebra el supuesto inicio de la lucha contra una dictadura, se enfrenta a manifestaciones y protestas de descontento que claman lo mismo que muchos cubanos en los cincuentas: democracia y libertad. En el fondo, dignidad. Volver al espíritu de la constitución de 1940. Volver a los inicios que muchos cubanos de mayor edad aun recuerdan en el ámbito político, para desde esa misma democracia proyectar su sueño de una patria cubana digna y libre. ¿Cuando llegará el espíritu de la señora libertad a la patria de José Martí?