viernes, 13 de marzo de 2009

GRANDEZA mexicana, lo que podriamos tener



Bernardo de Balbuena, un gran poeta español, escribió en 1604 un libro denominado "Grandeza mexicana". Un libro de poemas dedicado a la capital de Nueva España, nombre popular con el que se conocía a México antes de la independencia (el nombre oficial de la colonia mas rica de España era "Reino de Nueva España"). Los poemas engrandecen la ciudad; hablan de una ciudad esplendorosa y casi imperial. La grandeza mexicana se usó para la Ciudad de México, pero ha sido un sueño de muchos para el país que popularmente se conoce como "México", y que oficialmente se llama "Estados Unidos Mexicanos" (por cierto, en los cuarenta alguien publicó otro libro llamado "Nueva grandeza mexicana", para admirar el progreso de la Ciudad de México bajo el alemanismo).

Pues bien, esto es importante para reflexionar en torno a lo que aspiramos los mexicanos: a tener un país y una nación grandiosa, a ser una nación admirada y respetada (respetada sin que sea temida). Sin embargo, lamentablemente los mexicanos hemos reflexionado muy poco en torno a las cosas que han hecho que eso no se cumpla, o por lo menos que no se refleje en todas las áreas.

Nos quejamos de todo: del gobierno, los impuestos, el trabajo, los malvados extranjeros que "nos explotan", el destino y en últimas décadas muchos mexicanos se quejan hasta de los curas.
Hay mexicanos que incluso hasta culpan a la "altísima y divina" providencia (dios). Incluso, se ha hecho famosa la típica frase: "dios nos mandó pobres y así nos tenemos que aguantar".

Por supuesto, el que esto escribe comparte la misma opinión en torno a la mayoría de los gobiernos que hemos tenido (no a los actuales, que solo heredaron lo que los anteriores hecharon a perder). Culpables de nuestra postración y de que no seamos un país grandioso los hay en los diferentes cleros (no solo en el católico, sino también en los de otras religiones, sobre todo en las chicas), y en algunos extranjeros que en el pasado nos conquistaron y sometieron a un dominio brutal. Pero la pregunta sería ¿No hemos contribuido los mexicanos a no tener un país grandioso y en cambio a padecer grandes desgracias? Dejando a un lado las naturales (terremotos, huracanes, tormentas destructivas, sequías, etcétera) no hay una sola desgracia que no se origine de nuestra idiosincracia, esa que analizó Octavio Paz en su ya célebre y excelente ensayo llamado "El laberinto de la soledad".
Todos los mexicanos hemos tenido que ver con nuestra propia postración, desde el que esto escribe hasta el que niega tener defectos que lo hagan culpable de su pobreza, de su falta de progreso social y económico, y que solo despotrica contra los demás. Por ejemplo, nos quejamos de la drogadicción, y sin embargo nos oponemos a que en las escuelas se hable de las drogas, creyendo que así se protege a los "chamacos". Nos quejamos de que "dios nos ha mandado pobres", pero muchas de esas personas, en lugar de adquirir la costumbre del ahorro, se gastan todo en cervezas (y no es que yo considere que gastar en diversiones y lujos sea malo, pero para esto también hay que tener límites). Hay personas que incluso donan ahorros a las iglesias como muestra de "devoción", casi casi como si dios fuera banquero o necesitara dinero.

Muchos culpan al extranjero y en general a Estados Unidos (de esta forma de pensar se aprovechan los amlos y otros populistas de "izquierda). Nos rasgamos las vestiduras por el muro que la administración Bush quiso construir en la frontera, y algunos periodistas ya hasta lo comparan con el infame muro de Berlín (habria que informarles a esos periodistas populacheros la diferencia en ambos muros: uno lo quiso construir un gobierno para impedir la entrada a mas inmigrantes, en tanto que el otro lo construyó un gobierno para impedir que sus gobernados huyeran hacia la libertad). El muro que se quiso construir en la frontera es una vergüenza, a mi parecer, pero una vergüenza para México, ya que esto expresa la ineptitud que todos tuvimos para darles empleo o un mejor nivel de vida a esos inmigrantes. Expresa nuestro fracaso en construir la "grandeza mexicana". Como consecuencia de esa incapacidad para erigirnos en un imperio en lugar de un país colonizado mentalmente y resentido, nos hemos acostubrado a devaluarnos, a no creer en nosotros mismo, y hasta a dudar de los triunfos y la inteligencia de algunos mexicanos. "¡Un mexicano inventó esto? Eso es imposible, esto no lo pudo haber inventado un mexicanos¡": es la típica expresión que hacemos los mexicanos cuando alguien nos cuenta los prodigios de otro mexicano, cuando se nos informa que un mexicano inventó tal o cual cosa. Así de acostumbrados estamos al complejo de inferioridad (muchos extranjeros se refieren a los mexicanos en una forma peyorativa, que expresa nuestra incapacidad para ser grandiosos: "mexicanitos").

¿Porqué esa incapacidad? Esa pregunta se puede responder de muchas maneras, pero una debemos hacernos ¿Que hacer para levantarnos, para contruir un país admirado y hasta añorado por otros? Muchas cosas, pero una es la principal: cambiar nosotros mismos.

Debemos preocuparnos de la política, pero no solo de ir a votar, sino también de informarnos de los asuntos del gobierno, de participar y exigir a los representantes populares y al gobierno mejor desempeño. Ser mas ecológicos (no tirar basura a la calle) y además de trabajar, tener la costumbre del ahorro. La religión es otra cosa que tiene que cambiar. La religión como tal no es la causante de nuestros males, pero la manera en como nos relacionamos con ella, sí. Estados Unidos, por ejemplo, es una nación profundamente religiosa (a diferencia de lo que aparentan algunas películas) tanto que incluso la palabra dios la llevan en billetes, pero los estadounidenses no acostumbran dejarle todo a dios. Quizá asistan a misa, y concurran a los templos para pedir a dios ayuda en un negocio, en los estudios y en otras cosas, pero no van para dejar todos los ahorros al clero como muestra de devoción, ni a pedirle a dios que les toque la fortuna y los saque de pobres. Se ocupan de los problemas para resolverlos, no para lamentarse ni para culpar a las pedigüeñas naciones del Tercer Mundo (como en cambio las naciones del Tercer Mundo si culpamos de nuestras desgracias al imperialismo y a la voracidad del Primer Mundo).

Todos tenemos una tarea por hacer para que surga ese México grandioso: los estudiantes, los empresarios, el gobierno, los sacerdotes, los trabajadores, los intelectuales, los ingenieros, los burócratas, los sindicatos, los profesores, los campesinos y en general, la nación de México en conjunto.

¿Cuando va a ocurrir el esperado cambio en las ataduras mentales que nos impiden progresar? No lo sabemos, pero tenemos que hacer algo para lograrlo. Solo cuando hagamos a un lado las costumbres y formas de actuar tradicionales que nos impiden progresar, lograremos ser un país grandioso, en el que podamos vivir y prosperar en todos los sentidos, no solo en lo material. Cuando logremos eso, dejaremos de ser una nación que exporte inmigrantes ilegales. Dejaremos de ser la causa de que se planeen contruir muros en el país vecino. Ese día seremos un país que creamos en nuestros prodigios en lugar de establecer como imposible que un mexicano sea el inventor de algo. Seremos un país cuya tecnología y talento sean admirados en el extranjero. Seremos una potencia en muchos sentidos, y un destino turístico que ofrezca destinos diversos: playas, montañas, desiertos, selvas, estepas, balnearios, ciudades modernas y tradicionales, pueblos hermosos, etcétera.

El día en que todo esto ocurra, dejarán de identificarnos con el típico campesino o indio miserable, vestido de huaraches y calzon de manta, que dormita bajo un nopal al asecho de un sol abrazador y una botella de sotol en las manos. Los extranjeros todos se referirán a nosotros como "mexicanos", y no de la manera peyorativa y despectiva de "mexicanitos". Pero sobre todo, podremos hablar de lo que Bernardo de Balbuena describía hace cuatro siglos para la Ciudad de México, pero esta vez aplicado a la nación y al país entero: la Grandeza mexicana.

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